La hora del café
Historias interminables, mucho café y algún que otro «piti», así eran los desayunos en casa.
En esa mañana de junio, después de desmenuzar todas las historias posibles, de diseccionar a todo «bicho viviente», las mujeres de la casa se preparan para comenzar una nueva jornada. Es verano y estamos de vacaciones.
La madre, que no sabe estar quieta, se irá pronto a la calle. Hará sus compras, encontrará algún perro abandonado que acogerá como a uno más de la familia y se pondrá a cocinar, que es su pasión, para alegría de toda la familia.
La hermana mayor, que ha venido a pasar unos días de vacaciones, disfrutará del sol, quedará con alguna vieja amiga y luego se quedará en casa, en la suya, la de siempre, disfrutando de la rutina añorada.
La hermana pequeña, que no sabe cuando tendrá que salir corriendo, intentará disfrutar mientras pueda de su «libertad provisional», ¡es lo que tiene ser azafata de vuelo!
Y una servidora hará la foto, feliz de plasmar algo tan sencillo y tan difícil de mantener por mucho tiempo, pero así es la vida, efímera.
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