En una pequeña pero abrigadora madriguera vive mamá liebre y sus pequeñas crías grises, blancas y juguetonas; con sus rabitos algodonados y sus dientes largos, rumian zanahorias, repollos y nabos que papá liebre con mucho esfuerzo les ha recolectado. siempre felices siempre contentas, seguras y muy atentas. mamá liebre les ha enseñado ¡al exterior no hay que salir todavía, muchos peligros hay! – mamá liebre lo sabía. cazadores y animales feroces, bestias salvajes y mucho más grandes.
Pasaba el tiempo y las liebres crecían, anhelando el día en que al campo papá y mamá liebre los llevarían, solos no hay que salir volvían y les repetían. Hasta que una mañana acogedora y hermosa ¡por fin llegó el momento! dando brincos y coletazos iban los orejas largas uno tras otro marchando; emocionados y a la expectativa sin saber en la superficie que encontrarian. de pronto se iluminaron sus rostros y los acariciaba una fresca brisa, hierbas largas, verdes y flores coloridas un espectáculo sin comparación todos los beneficios de su madriguera fueron olvidados al instante y jugar en este amplio espacio era lo único interesante.
aproximandose el invierno con su nieve que pronto todo lo cubriría papá y mamá liebre salieron juntos a buscar comida, las liebres que ya habían crecido se quedaron solas en la madriguera recordando los consejos que les habían dado mientras crecían. sin embargo la mañana era fría y aun dentro de la madriguera las pequeñas patitas se entumecían; recordando ese clima tibio y ese resplandor que todo lo cubría una decidió salir a ver el sol del día. sus hermanas trataron de detenerla recordando lo que sus padre siempre les repetían, pero la terca y desobediente liebre estaba decidida.
Marchando cuesta arriba a través del túnel oscuro que conducía hacia la salida, iba agachando las orejas, iba pensando en la cima. Una paja suave y un sol que tibia; la pequeña liebre brinca, revolotea y se estira. ¡No hay nada mejor que este campo! – a ella misma se repetía. Mas y mas se alejo sin percatarse y comenzando a declinar el radiante sol se vio extraviada, confundida y sola. todo a su alrededor se parecía ¿Cómo la madriguera encontraría? entre llanto y gimoteo se sintió desamparada, presa de su desobediencia, traicionada por sus impulsos en medio de la noche donde nunca había estado recorrió un par de brincos a la derecha, izquierda, adelante y atrás sin poder avanzar.
La noche se hizo fría y tenebrosa, desolada y lo que alguna vez fue un sueño para la liebre ahora era un pesadilla triste; con miedo en el escabroso campo se acurruco entre sollozos. De pronto entre la espesa maleza escucho ruidos y sin mas esperanzas se imagino presa de cazadores o peligros peores; arrepentida y avergonzada tapo sus ojos con sus pequeñas patas pero la sorpresa no fue amarga en medio de su desolación escucho dos voces conocidas suaves y melodiosas que trajeron paz a aquella noche fría.
Pequeña liebre traviesa mamá coneja le decía, ¿te has herido? preocupado papá conejo le repetía y sin mas ni menos de un brinco salto hacia ellos y se acurruco entre sus regazos. Su pequeño rabito movía al compas de la marcha que conducían.
De vuelta a la madriguera sus hermanas la esperaban asustadas y preocupadas, aprendieron todas una lección que jamás olvidarían. y la pequeña liebre impetuosa y traviesa supo que las palabras de mamá y papá liebre tenían una enorme sabiduría.
K.B Monalbar
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