Yacía Albertico, devorado por los golpes y las punzadas de cuchillo de quienes robaron la noche anterior los pocos objetos que poseía en su casa: un monedero con las ganancias de la venta de frutas, un radio con despertador y un viejo televisor; había gritado hasta el final pidiendo auxilio con desesperación, sus ojos estaban deshidratados, llenos de profunda tristeza y soledad, mientras agonizaba herido gravemente en su columna y pulmones, arrastró su cuerpo hasta la jaula de su Loro Pepe, abrió la jaula, lo tomó en su manos, acercándolo a su rostro y susurrándole unas palabras hasta su último suspiro….
Todos los vecinos escucharon su clamor, los golpes y el llanto, nadie atendió a su llamado, los vecinos estaban cansados de sus escándalos, habían acordado la noche anterior que sería la última vez que irían a ver que sucedía, no era la primera vez que Albertico gritara con locura y desesperación…
» tal vez es otra de sus pesadillas o alucinanciones» pensó don Luis el de la tienda de la esquina – esta vez dejemos que lo resuelva solo, hoy no tengo tiempo para lidiar con sus arrebatos -.
Usted es único que ha tenido paciencia don Luis, cada noche lo acompaña hasta que se duerme, acá todos sabemos que solo juega con nuestra gentiliza, hace mucho dejamos de creer en los supuestos ladrones que quieren entrar a su casa, creo que solo nos toma por tontos ¿qué le van a robar? dijo Josefina, madre de cinco y esposa de un pensionado de la policía. –
Ese es el problema de los niños abandonados, siempre tienen sus traumas y vaya uno a saber si son de sangre mala – dijo Clementina quien ayudaba al Cura en la iglesia;
Pero ya el tiene 19 años ya es un hombre, que se deje de bobadas, que los hombres tienen que resolver sus propios problemas – dijo Carlos el electricista del barrio.
Todos se dirigieron a sus respectivas casas.
Cuando necesitaron la fruta para el jugo de la mañana, notaron que Albertico no había hecho su recorrido matutino, Josefina fue la primera en ir a tocar a su puerta, pero solo escuchaba al loro parlotear, fue en búsqueda de don Luis y los demás vecinos, era importante la fruta en el desayuno; don Luis tenía una copia de la llave como dueño de la habitación donde vivía Albertico. Al entrar, todos gritaron horrorizados, ¡los ladrones mataron a Albertico! – mientras, El loro Pepe no dejaba de parlotear – «Gracias por ser mi familia cada noche» «Gracias por ser mi familia cada noche» «Gracias por ser mi familia cada noche»….
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