Méndigo mendigo

Méndigo mendigo

Juanita Rouge

17/11/2017

Nadie se imaginaría que escribo. Me miran con susto y desprecio por mi aspecto, nadie sabe que fue culpa de las drogas, el alcohol y el Rock and Roll. Ya tengo 30 años y llevo en la calle más de 7 meses. Tuve una doble D: “década de decadencia” que me dejó aquí, sin nada y sin nadie.

Nadie sabe que leía a Chaparro y me sumergía entre letras al mismo tiempo que en vicios, que me sentía feliz por su aprobación y que con seguridad, creía que él estaba orgulloso de mí desde el cielo. Todos mis amigos empezaron como yo, pero muchos fueron renunciando al Rock and Roll con el amor como excusa. Y me preguntaba si no era suficiente el amor por la música. Ellos se dejaron enredar por las mariposas malévolas que solo quieren más adeptos para luego dejarlos tirados por el camino en nombre del méndigo amor.

Yo no comí cuento de sus aleteos y las maté varias veces con el fuego del alcohol y la gastritis. Si algo me han enseñado los libros y la vida, es que el amor de alguna forma termina siendo perjudicial para la salud. Rompe corazones, acaba con el cabello, da dolor de panza de la emoción o del sufrimiento y produce largos desvelos que terminan en delirios. De cierta forma es igual de nocivo al alcohol o las drogas, con síntomas de más o de menos; ya ni sé.

La verdad, y aunque me duela aceptarlo, es que terminé en la calle por culpa del amor, no del alcohol como muchos se imaginan. Al contrario, el alcohol ha sido mi compañero; uno fiel, por cierto. El sigue creyendo en mí y yo en él. Las conversaciones más profundas las he tenido conmigo mismo en su compañía, me ha dado una visión diferente de la vida. Soy autónomo y no dependo de nadie, encontré una realidad paralela, una realidad en la que no me rige el sistema. La gente en la calle no es solo la mala imagen que se ve a diario, hay gente que te enseña; gente sabia que te hace ver la vida de otra manera. Aquí encontré filósofos de la vida que coincidieron conmigo en que el amor es la peor droga del mundo.

Ahora soy dueño de mi tiempo y no trabajo con ningún “herba mierda”. Cuando vives en la calle, no pagas arriendo, no pagas servicios, no te preocupas por los lujos de una casa o el resto de parafernalias, solo por mostrar a la sociedad lo que has conseguido jodiéndote la vida en las empresas de gente con billete hasta para limpiarse el culo. Aquí hay de todo es cierto, pero vives tranquilo y mejor, aquí también hay familia. La calle es mi nueva familia…

-Mientras grabábamos el relato de Manolo, la policía llegó abruptamente y se lo llevó por robar whisky de las licoreras. A Manolo, el amor se la jugó como siempre. Esta vez no fue por Susana ni Laura, tampoco por Carmen o Mariana, ni por Cristina y Natalia; esta vez, fue por el alcohol.

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