Estos momentos son los que valen, los mínimos. Estos son los momentos que perduran en el recuerdo insignificante del pasado, del segundo inmediato que acaba de pasar, del conjunto de letras que acaban de formar la palabra anterior. Tomarse una avena acompañada de un quesito derretido bajo la luz de la vela. Bajo la llama intensa que vibra bailando con las energías del momento, alumbrando la oscuridad. Este es el momento de la vela, es su momento de brillar y ser única, ser observada y apreciada. Su calidez se percibe instantáneamente, pues mirándola detalladamente, se puede apreciar el azul que termina en una llama radiante amarilla. La vela rígida y silenciosa es la mejor compañía en este momento. Después levanto la mirada y está el velero en la sombra, el velero de madera junto a la ventana del comedor. La brisa inexistente acaricia la marea que lo rodea. De pronto un pasajero levanta la mano para saludar adquiriendo toda mi atención, pero de repente, la llama de la vela vibra rápidamente y mi corazón trata de perseguir su movimiento. Celosa ella del pasajero, quiere volver a tener la atención de la noche. Sonrío, sonrío porque gracias a este momento, estoy escribiendo tal vez una barbaridad sin sentido o algo que de pronto puede ser alguna vez entendido. Empieza a sonar el piano y aparece una voz. El silencio permite una canción de los diferentes sonidos que normalmente pasarían desapercibidos, pero hoy, los puedo detectar. Esa es la magia de la noche, que permite que cada objeto tenga su momento valioso. Los pequeños acontecimientos que parecen otra vez silenciosos en nuestros recuerdos, gritan por ser reconocidos, como la descripción de lo que es vivir. Vivir es tener el placer de sentir miedo cuando se oye un sonido en la cocina y percatar que mi corazón nuevamente acelera a la velocidad que vibra la llama. Me quedo mirándola y ella me calma, porque no estoy sola, estoy con la luz de la vela. Ahora voy a leerle mis despelotados pensamientos a mi mamá, porque son las 3 de la mañana y es egoísta no compartir este momento con ella. Posteriormente me paro, me acerco al personaje de mi noche y apagó su luz, la dejo morir, pero por suerte será el momento que el pasajero zarpe de la isla y encuentre su destino para brillar.
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