No suelo escribir de amor; un exceso de subjetividad para mi paladar. Pero como lo amargo de un buen trago de tequila, inevitablemente terminó asfixiando mi sesera.
¿Cómo escribir sobre la incertidumbre? Sobre la masa amorfa y metafóricamente versátil que pareciera ser omnipresente en la psique colectiva; porque es eso lo que traba los engranes de mis dedos al escribirte, su colectividad. Una colectividad que engendra un polimorfismo invisible por su tamaño e impide; si no fuera desde el espacio exterior y montado sobre una ballena, apreciar su magnífica totalidad.
Aquella masa conceptual y paradójica ha sido disfrazada barrocamente con tal avaricia que ha llegado al absurdo sexual y peor aún; para mala fortuna de nosotros los imprácticos, también comercial. Par de absurdos, que como su naturaleza lo dicta; ha germinado para florecer en sonoras y putrefactas dudas. Embriagantes y adictivas.Dudas que parecieran ladrillos que construyen y destruyen según el dedo inconsciente del arquitecto.
Navegar por tremenda masa laberíntica parece un merecimiento inalcanzable, siempre señores rata mordisqueando el presente con frases contractuales. Hipercondicionales.
Aún así, quien niegue el placer masoquista de la travesía; mis queridos hermanos, miente. Cuando el viento huracanado lo permite, y logras quitar el disfraz, “indescriptible” resulta ser lo más preciso para narrar tal experiencia, la insignificancia del tiempo tiene sentido, no hay itinerario. ¿Mencioné ya la mal oliente subjetividad?, ¡Jah!
Pero dentro del mar polimórfico y tormentoso no queda más remedio que encallar en la isla emergente que poco a poco aumenta su tamaño a partir de invarianzas. Porque si algo sube y baja al mismo tiempo, solo queda aceptar que se mueve. Hay algo que no cambia, y es el mar en sí mismo, la impredecibilidad lo define, ese es el patrón. Es lo que es.
Nico “Clown” DeLarge
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