Los personajes son los responsables de las acciones. Pueden ser su motor o estar a su servicio. Pero de cualquier modo son una combinación de elementos ficticios cuyo ensamblaje debe ser tan perfecto que el resultado sea una verdad conmovedora. Como dice Vincenzo Cerami en su Consejos a un joven escritor “La historia termina de esa cierta manera sólo porque el personaje está hecho de esa cierta manera. Lo que equivale a decir que el personaje determina por completo la historia y que una determinada historia sólo se tiene en pie si el personaje está hecho de una determinada manera.”
Dependiendo de su complejidad E. M. Foster los clasificó en:
Personajes redondos: aquellos cuya complejidad pide tiempo y espacio para desarrollarse; suelen vivir por este motivo en las novelas, cuya extensión permite este desarrollo. A lo largo de la historia irán evolucionando, transformándose.
Suelen ser protagonistas, motores de la acción y, como nos pasa a las personas, son maleables, susceptibles a los cambios, a la madurez y a la evolución. Por otro lado tenemos a los:
Personajes planos: son aquellos que tienen rasgos peculiares que mantienen a lo largo de la historia. Suelen estar al servicio de la acción y apenas tienen desarrollo. Muchos de los personajes secundarios son planos. Más que con la calidad del personaje esta clasificación tiene que ver con su desarrollo, por eso, personajes que tienen una función específica en el relato se presenta como un personaje plano y si ese mismo personaje fuera el protagonista de su historia podría mostrar las peculiaridades de su personalidad lo que lo transformaría en personaje redondo.
Ya la propia extensión física de un cuento impide un desarrollo del personaje como nos permite la novela. El personaje del cuento es sintético, construido sobre una idea o una característica. De él solo aparecerá aquello significativo para el entendimiento del relato; el escritor dispone de poco espacio para mostrarlo, por lo que debe cuidar con esmero la elección del detalle que mejor lo represente.
Dentro del relato los personajes pueden tener mayor o menor importancia, pero siempre deben tener una función; de no ser así no deben aparecen en el texto porque un relato es un espacio reducido en el que sólo caben los personajes directamente afectados por el suceso que cuenta.
El protagonista es la figura central, el sujeto de la acción, el héroe del suceso que se cuenta. A su alrededor pueden aparecer otros personajes que le acompañan, que le ayudan o que le ponen dificultades y se enfrentan a él para evitar que consiga su objetivo; podemos llamarlos ayudantes y oponentes.
Algunos personajes pueden servir de contraste con el protagonista a través de las diferencias que tienen con ellos. Servirán entonces para marcar por oposición los rasgos de personalidad del personaje principal. El mejor ejemplo lo encontramos en El Quijote. Sancho, con su presencia, pone de relieve las peculiaridades del hidalgo.
La función de otros personajes puede ser la de informadores. Por medio de ellos y sus intervenciones evoluciona la trama. Sus palabras promueven la acción. Son personajes catalizadores que pueden proporcionar una oportuna información, una pista, algo que ayude a resolver una duda. Ayudan a mantener en movimiento el relato. En algunos casos nos permiten saber aquello que es difícil mostrar dramáticamente. El protagonista se sincera con el confidente y el lector se entera de ese modo de algunos sucesos difíciles de contar de otro modo.
A veces, la aparición de un personajes puede servir para conseguir un alivio cómico, para relajar la tensión en situaciones muy dramáticas.
Pero, ¿cómo presentamos a los personajes?
-Puede ocuparse el narrador de mostrar al personaje. Y será más o menos objetivo de acuerdo a la implicación que tenga con la historia. Lo puede mostrar directamente, describiendo sus rasgos físicos, su manera de ser, su indumentaria.
-También puede describirlo a través de un objeto, o un detalle, una peculiaridad, un gesto, un defecto, un objeto, en el que se insiste a lo largo del texto.
-Los nombres, además de servir para diferenciar al personaje, también significan cosas. Los nombres evocan, informan, son símbolos, incluso pueden ser una premonición del destino del personaje. Y podemos usar ese significado añadido para reforzar alguna idea o para poner en evidencia la falta de algo. Nombres como Paz, Dolores, Angustias, Pilar, Pío, Casto, pueden servir para caracterizar al personaje. También podemos buscar con ellos un contraste cuando aplicamos esos nombres a personajes cuya manera de ser los contradice. Por ejemplo, si llamamos Casto a un donjuán, o Paz a una terrorista.
También la falta de nombre puede significar cosas. Si nos referimos al personaje con un simple él o ella, la niña, la mujer, puede querer decir que no es nadie, que es un cualquiera, o que es tan pobre que no tiene ni nombre, como podemos interpretar en La niña de los fósforos.
De este modo, otorgando nombre sólo a algunos personajes, se marca una diferencia y no sólo de importancia, en cuanto a la categoría del personaje, sino en relación al narrador, a la importancia que tienen para él y para otros personajes.
-Por medio de sus propias palabras, por su modo de expresarse, podemos hacer su retrato. A ese modo peculiar de hablar, tanto del narrador como de los personajes, lo llamamos registro. Este modo de expresarse dependerá de la personalidad de cada cual, de su formación, de su procedencia, del nivel social y cultural de cada uno. Un error frecuente es el desajuste entre voz y personaje. Atribuimos una serie de características al personaje que luego no son reflejadas en sus palabras.
-También podemos presentarlo por sus ideas, por lo que piensa, por sus acciones y por lo que piensan de él otros personajes.
Los personajes estereotipos, caricaturas, ésos que actúan como se espera de ellos, tienen ya un significado previo a su aparición, pero en general los personajes se van presentando, como nos ocurre en la vida con las personas, por medio de una acumulación de datos.
No debemos olvidar que a la hora de crear un personaje es importante que el escritor tome distancia. No conviene caer rendido por sus encantos antes de haberle trazado su destino. De no hacerlo así será el afecto el que decidirá.
Quizá sea interesante tener en cuenta algunas cosas:
-Sea el que sea el dato, el detalle, la información que demos sobre un personaje, no debe ser gratuita. Además de ofrecer una información debe tener otro objetivo, por ejemplo, insistir en algún aspecto relacionado con el tema del relato o con la propia personalidad del personaje.
-Que no haya en el relato ningún personaje que no tenga una función. Si su papel es prescindible, se debe prescindir de él.
-Cada personaje habla, actúa, siente de acuerdo a su propia personalidad. Si dialogan procurar que no hablen del mismo modo. Para marcar la diferencia se puede recurrir a distintas fórmulas sintácticas, vocabulario distinto, y siempre de acuerdo a la idiosincrasia de cada uno. Preguntas como las que siguen nos ayudarán a ajustar los distintos registros: ¿Hablaría así este personaje? ¿Tiene la cultura suficiente para emplear ese tipo de palabras? ¿El habla es apropiada a su edad? ¿Sus peculiaridades psicológicas le permiten expresarse así?
-Están marcadas las diferencia léxicas entre los personajes y el narrador.
-No hacer descripciones excesivas. Es más visual un solo detalle elegido con cuidado que datos y datos sobre su vestimenta, sus orígenes, su familia, etc.
-No se suele dar nombre a personajes cuya función e importancia en el relato es pequeña. Darle nombre es darle protagonismo.
-No se da nombres parecidos a distintos personajes, esto confunde al lector, siempre y cuando nos sea ése el efecto que se pretende conseguir.
-El narrador no explica cómo es un personaje, sino que se le deja actuar, hablar y mostrarse así él mismo.
-El personaje se mueve con independencia, habita su vida y decide sobre ella; hablamos de independencia en el sentido de que no se vea la mano del escritor que mueve sus hilos.