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Ahora mismo tengo en frente mía la vista más bella del mundo. Está aquí, en la misma sala que yo, justo al lado. La veo escribir pausadamente, se lo toma con calma. Acaricia el teclado al escribir, piensa cada letra que escribe, medita cada espacio. De reojo la veo alzar su mano para apartarse el pelo del lado derecho de la cara y ponérselo detrás de la oreja.
Mira a la pantalla del ordenador y después a la hoja. Sólo hace ese pequeño movimiento. Pero es tan rítmico que te hipnotiza. La música de su teclado aporta musicalidad al silencio que nos rodea. En un principio íbamos a ser ella y yo, uno al lado del otro. Sin embargo, la ironía característica que rodea mi vida no podía dejarme saborear tal divino momento y me envió a dos amigos a hacerme compañía, y entonces así nos quedamos, separados tras una fila de sillas. Maldigo mi maldita suerte. Tan cerca y la vez tan lejos.
Te recoges el pelo con una pequeña coleta y te paras a ver el móvil. ¡Quién fuera ese móvil o ese coletero! Así podría estar junto a ti siempre. Sus manos suaves acarician la parte de atrás del móvil y me pregunto a quién escribirás, cuál será su nombre, su procedencia, tu relación con esa persona.
Doblas las hojas blancas con cuidado y pones especial atención en que los bordes te queden iguales.No sé por qué, pero ello hace que sonría. Supongo que tenerte aquí tan cerca de mí, hace que la vida sea más feliz.
Se va uno de mis amigos y aprovecho una excusa tonta para acercarme a ti. Nunca me había encontrado tan cerca de ti, casi puedo oler tu perfume sin siquiera acercarme. Me preguntas algo y me acerco más, nuestras mejillas están a un palmo de distancia. Dentro de mí algo se abre de emoción. Hablamos de muchas cosas, sin centrar el tema en nada concreto. Empezamos a hacer planes y quedamos para dentro de tres días. No me lo termino de creer. Es como si no pararan de realizarse milagros, uno detrás de otro, mientras más tiempo pasamos.
Nos dejan irnos solos a casa, y me invento que no voy a coger el autobús, que me apetece ir andando porque hace una tarde estupenda, cuando en realidad, sabía que iba a comenzar a llover 10 minutos más adelante. Pero cada segundo extra merece la pena.
Con una sonrisa boba en medio de la cara voy caminando por la calle, pensando que sé con certeza que no tengo posibilidades contigo, pero estos momentos me llenan de alegría. De hecho, pensar que puedo llegar a conseguirlo sería menospreciarte y subestimarte, algo que nunca tendría el valor de hacer.
El solo hecho de que podamos quedar de vez en cuando e imaginar que estamos más cerca que nuncame es suficiente para terminar sonriendo otro día más.
MATÍAS
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