Presagiando el amor.

Presagiando el amor.

Victor Fuentes

03/11/2017

Domingo por la mañana, Benecio se despertó de su húmeda cama, invadida por litros de testosterona, su largo rostro y pronunciadas ojeras delataban posado frente al espejo aquel irritante y excitante sueño, entonces recordaba. El sueño se posa en un otoño del 84, Benecio lucía una radiante juventud, mirada encendida y abundante cabello, Benecio corría y volaba atreves del vecindario, riendo y observando los lánguidas sonrisas de los perros y los ensangrentados rostros de una familia, pero a Benecio no le importaba, el seguida contemplando su sombra que se incendiaba sobre el suelo y su aura seguía arrojando tales explosiones que hasta el gran sol envidiaría. El joven hombre seguía caminando y el entorno pintado de rojo le traía nostalgia y recuerdos a la vez, él vivía su ilusión de volar bajo un eterno eclipse y charlar con los perros con la punta de los dedos, su violento pasado aun manchado de sangre le resultaba muy lejano para recordarlo. Benecio seguía volando y dilapidando felicidad asesinando bruscamente a todo perro que le preguntara su siniestro pasado, litros de sangre escurrían sobre su negra ropa, los arboles envidiaban la manera en la que él se pudo deshacer de sus raíces cortándolas violentamente y poder volar libremente, hasta el vecindario por primera vez lo saludaba con la misma sonrisa que hace un niño ciego al ver caer el sol, hasta aquel vecino de escasos dientes mostraba sus rojas encías llenas de comida podrida de la noche anterior y el anciano gritaba: “quisiera ser una roca para vivir una eternidad y los perros sigan meando sobre mí”.

El horizonte y todo el entorno seguían pintados de rojo y los pájaros sobrevolaban la zona y buscando aquel amor que se perdió y el joven Benecio no podía encontrar. A lo lejos se escuchaban cantos y agudos chillidos, entonces se acercó para acabar con esa duda y solo se observaba un tumulto de personas cambiando su corazón por un a bolsa de monedas de oro y bronce y algunos por amixtle, entre tanta gente parecía un agradable ritual, todos cantaban de felicidad por deshacerse de sus viejos corazones y clavar ese afilado cuchillo en su pecho, niños vomitando sangre y dibujando estrellas con el vómito, las mujeres incendiándose el cabello entre si y arrancándose la cara la una a la otra y los hombres golpeándose hasta la muerte el uno al otro. Entonces Benecio retrocedió y al dar el primer salto logro ver la luz en la eterna oscuridad, su limpio y luminoso rostro se pintó de color blanco al ver semejante luminosidad, entonces ella se acercaba, corriendo por ese pasillo lleno de horribles criaturas, odio, furia y oscuridad y en aquel momento Benecio quedo empapado de miedo y el nerviosismo se apoderaba de cada parte de su cuerpo, entonces emprendió la huida y todo el camino analizo y repasaba cada instante dudando de la autenticidad del instante vivido “tal vez sea una alucinación” pensaba el hombre mientras seguía ingiriendo anfetaminas para calmar sus problemas de ira narcisista “debo estar loco”, pensaba a cada instante y fue cayendo poco a poco sobre el piso laminado de la habitación, pensando en aquel esplendoroso momento y conforme más analizaba, el efecto de las drogas se hacía notar.

Desde aquel día, persistentemente siguió su rastro, todos los días al correr por la playa platicaba con las medusas y les contaba de su enorme sentimiento y la desesperación por encontrar aquella esplendida luz igual a la de su más grande sueño, preguntaba a las aves, al viento, a los sonrientes perros, pero parecía que todo había sido producto de su imaginación.

A la siguiente oportunidad en que tuvo sus alas, volvió a tomar su viejo abrigo y regreso a aquella cueva donde encontró esa bella y translucida luz que le robo el habla y el conocimiento de aquel colorado entorno, al volver a buscar tal luz y encontrarla sintió un gran incendio en su interior y los fuertes latidos resonaban fuertemente en sus oídos y vibraban sobre todo su frio cuerpo, apenado y extasiado no podía notar la realidad, su sueño de aquel otoño se hacía notar, Benecio seguía temblando y las lágrimas corrían sobre aquella nueva y sólida piel frotando suavemente y provocando un fuerte incendio, se acercó sigilosamente a aquella mujer; era una mujer vestida de negro con inmensurable y blanca sonrisa, que despedía luz de aquellos maravillosos y quiméricos ojos que lograban iluminar su largo y callado rostro de aquel joven hombre.

Tomo todo el valor que aún le sobraba en su interior y logro intercambiar palabras con dicha mujer llamada Noelia, el inocente hombre sin dudarlo le entrego su corazón en ese instante sin precisar el uso que le daría y cada momento que latía, era cada instante que el miserable Benecio alucinaba con la gran belleza que ella despedía llena de colores.

El volvió a emprender el vuelo con esas desgastadas alas despidiéndose con una forzada y sincera sonrisa que después de años volvió a hacer. Cada paso que daba era inútil para avanzar por que el mismo suelo lo detenía, horas después llego a su sucio y descuidado apartamento con paredes pequeñas, una vieja mesa de madera, fotos familiares vacías como las botellas de licor por doquier, un vaso partido por la mitad con el que intento matar días antes al escuálido y tenebroso ser que cada noche le robaba la intención de volver a ser el mismo, solo se respiraba la soledad y el miedo en cada rincón. La ansiedad devoraba cada milímetro de su piel y el irritante sabor de la duda lo hacía regurgitar tanto dolor que había guardado por todos esos años y sus noches eran eternas en cada segundo que el insomnio hacia su aparición y era cada segundo que pensaba en Noelia y los pasaba escribiendo largos poemas en su vieja libreta aun salpicada por rojo y viscoso liquido de aquel vergonzoso y desesperado intento de suicidio de unos meses antes que le recordaba su miserable vida llena de eterno dolor, desamor y decepciones.

Cada mañana la escribía a Noelia y la esperaba con persistencia en la entrada de esa grande cueva, hasta que la suerte ilumino su oscuro camino; Benecio volvió a encontrar a la bella mujer que despedía luz y colores por doquier, se acercaba a él como en una pasarela rodeada de hombres de mal rostro y mujeres aterrorizadas por su radiante belleza y al acercarse; Noelia por fin le concedió la deseada cita por la que Benecio no podía esperar un segundo más.

Su día tan esperado llego, su rostro se mostraba lleno de emoción como un niño cuando recibe el regalo que tanto anhelaba, pasaron horas hablando y el solo contemplaba su extravagante belleza y esperaba el momento para invitarle a volar a su lado para tocar las estrellas, incendiar el cielo a besos y hacer realidad el sueño de su vida. Temeroso se acercó a Noelia y solo observaba esos ojos que le robaban el habla y de algún modo no lo dejaban pensar en nada que no fuera el preciso momento en el los miraba y se hundía en un abismo; tal efecto no lo había podido conseguir ni con la heroína, era como volar abrazado del transbordador a través de todas las galaxias y era algo muy cálido lo que sentía en su interior por primera vez, aun temeroso tomo su mano y con la ayuda del viento le hablo sobre su amor con tal miedo que expulsaba litros de frio sudor por todo su rostro y la radiante Noelia no hizo más que un bello gesto y en un instante estaba friccionando sus labios con los de Benecio sus rostros se incendiaban y expulsaban lava de sus bocas, brindándole la anhelada oportunidad de entrar en su vida y en ese momento Benecio estallo en millones de pedazos, es la misma sensación que percibes cuando la brisa del mar empapa tu rostro con agua salada y rasposa arena, entonces ella le dio la espalda y se fue sin decir una palabra, nunca hubo una despedida entre los dos sujetos.

El hombre extasiado de felicidad regreso caminando a su casa despidiéndose de esas viejas alas, fumaba un cigarrillo que le recordaba al dulce sabor de los labios de Noelia para así nunca perder el cautivador sabor de sus labios, conforme más fumaba más sentía ese sabor, al llegar a su casa tomo un poco de gasolina y decido la froto en su boca y siguió fumando, toda su boca ardía y era tan agradable el ardor y ese caliente sabor que el hombre reía e involuntariamente conseguía millones de orgasmos conforme más corría el incendio; tomo el garrafón de dos litros y lo derramo sobre toda la habitación, riendo a carcajadas incendio la habitación, ardía su desgastada mesa de madera, pero a el no le importaba, solo disfrutaba el extasiante olor del amor.

Minutos después, alguien tocaba la puerta y al abrirla encontró a Noelia aun empapada por la lluvia, empujo a Benecio hacia su quemado sofá, fumo sus cigarrillos y le arranco su poca ropa que no se logró incendiar, beso cada milímetro de su cuerpo lleno de ceniza y el no podía respirar y tampoco hablar, Noelia solo llevaba puesto un viejo abrigo rojo, invocando todo deseo sexual de Benecio, lo arrojo por la ventana y tomo a Benecio por la espalda arañando las yagas que el fuego había dejado, el color negro de la ceniza y el rojo de la sangre quedaron manchados en toda la casa.

Al terminar el coito los dos sonreían y Benecio tomo el cuchillo y corto su palma y enseguida la de Noelia para posarla una sobre la otra para apretarlas fuertemente y así compartir su viscoso fluido el uno con el otro, su testigo de tal boda solo era la vieja mesa que ahora solo era ceniza con su solitaria foto familiar.

Entonces Benecio al despertar del sueño aun mojado de frio sudor y con un fuerte olor a cigarrillos baratos giro bruscamente y a su lado estaba una mujer igual a la de su sueño, espantado la despertó y ella no se movía, corrió a la cocina para servirse un café y encender otro cigarro; sigilosamente tomo el cuchillo y fue a tomar un baño; la mujer se acercó serenamente a la bañera, tomo la empuñadura y se dispuso a atacarlo a diestra y siniestramente, sangre y agudos gritos acompañaban el hermoso ruido que produce la fricción de la piel con el acero, enseguida Noelia clavo el cuchillo en el pecho de Benecio y extripo la mitad de su viejo corazón y comenzó a devorar cada pedazo, asi el viejo y arrugado con cáncer terminal vivirá para siempre en ella y al devorarlo, la mujer murió por asfixia con ese hermoso sabor del amor en su boca, callo sobre la bañera con una gran sonrisa pintada de rojo sobre el cadáver de Benecio.

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