2017
Escribo… de forma caótica dentro de un orden. O bien ordenada dentro de un caos. No sabría decir.
Sí sé que la idea, el enfoque, ese clic que le dará sentido a un texto puede llegar en cualquier momento. En la calle, en el metro o haciendo la cola del pan.
Entonces es urgente anotarlo. De ahí que no me separe de mis herramientas: un boli y un cuaderno.
Luego viene el trabajo de coser, modelar, dar forma a las ideas. Hilar un relato, hacerlo consistente.
Ese momento suele ser por la tarde. Acabados compromisos profesionales, encarrilada la logística en casa… llega mi momento. Necesito concentrarme rápido, pues el dulce paréntesis puede durar poco.
2032
Soy metódica, me gusta la rutina, aunque mantengo algo del desorden que me ha acompañado siempre. Ahora, con menos obligaciones, puedo dedicarle más tiempo a la escritura.
El momento ideal es por la mañana… después de un largo paseo y un buen desayuno que incluya un café cargado, me siento frente a mi máquina Hemingwriter 4035. Me gusta más que el anterior modelo, la 4030, pero es verdad que ha perdido algo de la gracia del teclado.
Una vez diseñado el escrito, lo genero y automáticamente viene conectado a internet. El documento es de textura similar al papel, así que me recuerda a mi viejo oficio de periodista. Aunque ese olor a tinta del diario recién traído de imprenta no lo ha logrado ni siquiera la Hemingwrite 4035, a ver si pronto lanzan la 4040 y mejoran esa característica.
Ya publicado el texto, lo reviso y reviso, pues soy perfeccionista. Ortografía, estética, enlaces… me gusta que el texto esté redondo.
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