Walter es el mejor cocinero de un pueblo pequeño alejado en San Juan, Argentina. El se especializa en asados, choripanes, locros, guisos y empanadas. Toda la gente del pueblo siempre le va a comprar.
Es un pueblo donde siempre se va la gente y hay menos habitantes cada día, no saben bien porqué pero tienen algunas teorías.
Hay un policía que es despreciable en ese pueblo, se llama Joaquín y se destaca por ser mala persona, tal vez por eso la gente se va y no vuelve más.
También está Herminia, una viejita que siempre compra los locros de Walter, aunque no sean fechas festivas, dice que es el mejor que probo en su vida y le recuerda a su madre, ya muerta.
Carmen que le encanta llevarle sus asados a su marido y pasar un lindo momento juntos.
Un martes Walter abre al mediodía como todos los días y se sienta Joaquín contándole que tuvo un día de trabajo muy cansador; a su lado estaban Carmen y Herminia. Walter lo odiaba porqué siempre le pedía coimas, a lo que Walter le sigue la corriente. El policía pide un guiso de lentejas con carne, mientras charlan de la vida. A la media hora Walter se lo trae al mismo tiempo que Joaquín se toma una cerveza bien fría en servicio. El policía termina de comer ese exquisito guiso, y Walter le pregunto si le gustaba, Joaquín dice que es un manjar de los dioses, Walter le responde esta hecho con carne humana, lo insulta y lo escupe. Joaquín lo detiene, lo arresta, le pisa la cabeza hasta dejarlo sin aire y se lo lleva agresivamente como era de costumbre. Herminia y Carmen salen corriendo al ver tal agresión.
A la hora, hacen un allanamiento en lo de Walter y efectivamente tenía la particularidad de que hacía toda su comida con carne humana. Todos esos platos ricos eran con gente del pueblo, por eso es que desaparecían.
Llega al pueblo el detective Julián para investigar junto con el este caso.
Buscan la gente faltante, había cuarenta y cinco personas desaparecidas en total que fueron parte de su comida, cortada y destrozada. La gente del pueblo empieza a vomitar porqué todos habían probado aunque sea alguna vez esa comida.
Walter en la comisaría se pone loco, nada que ver a como lo conocían, aquel hombre tranquilo y amable. Julián dice que puede tener algún trastorno compulsivo y que es muy peligroso.
Dos semanas después lo llevan a un juicio de tres horas, donde por falta de pruebas lo sueltan. Walter hizo la coartada perfecta, desinfecto los cuchillos, quemo toda la ropa de los muertos y con sus cadáveres hacía comida; con el resto, uñas, pelo etcétera lo incinero todo. Francamente no tenían ninguna molécula de prueba, quedo libre de culpa y cargos por los que se le imputan pero el alivio que sintió al darle esa comida a ese hijo de puta corrupto no se la saca nadie. Hasta el día de hoy Walter sigue haciendo su rica comida por toda Argentina.
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