Silencio: Permiso para escucharme

Silencio: Permiso para escucharme

PAOLA MONSALVE

30/10/2017

Escudriñando durante los últimos 10 años de mi vida, logré darme cuenta que muchas situaciones se estaban repitiendo. Entendí el ¿por qué? de ciertas situaciones, pero para eso tuve que darme el tiempo necesario para escucharme.

Nunca una tarea se me dio más difícil. Pero por gracia divina tuve ayuda externa. Ayuda que son espejos de mi misma que al ser observados ayudan a encontrar lo que uno mismo tiene que cambiar para mejorar su vida.

Las personas y situaciones que se ven reflejados en la vida de una persona nacen de creencias que no sabemos que tenemos y que muchas veces vienen de nuestros ancestros.

No somos conscientes de estas creencias y eso nos hace débiles ante ellas.

Debe ser un compromiso con nosotros mismos el buscar su origen para descubrir como podemos trascender esta información.

Existe mucha ayuda externa, hay libros donde podemos apoyarnos, personas especializadas en el tema, pero sin duda alguna la mejor ayuda que podemos tener es la propia.

Si estamos considerando darle un vuelco a nuestra vida porque algo no nos gusta, porque algo no nos satisface, es realmente necesario bucear en nuestro interior para encontrar que es lo que exactamente nos esta haciendo ruido.

Solo entonces seremos capaces de trascender la información, integrarla, y llegar a ser un ser humano UN POCO más libre de condicionamientos mentales.

Solo entonces tendremos el espacio disponible para crear la vida que queremos vivir. La vida que soñamos crear. La vida que vinimos a crear.

Suerte en el camino.

Santiago, 30 de Septiembre de 2016

Después de casi un año, retomo este proyecto. Pero con la convicción que esta vez será para ver la luz del día.

Esta mañana conversé con la que hoy se transformará en mi terapeuta (durante un par de meses). Primera entrevista, después de un par de preguntas, me emocioné. No había caído en la cuenta que hay un mundo interior que no acabo de conocer. No tenía idea que los abusos a los que fui sometida habían de repercutir hasta hoy, y más aún, se dejaban ver en la relación con mi hijo. Motivo por el cual estaba en esa consulta.

No me había dado cuenta que aún me emocionaban. Y después de exponerlos en voz alta, no creí que aún fueran importantes. Nunca creí que lo fueran. Pero ésta vez, que hablé de ellos con una completa extraña y que me sentí acogida y escuchada, logré sentir que en realidad sucedieron y que en realidad me habían afectado. Peor aún, seguían afectándome.

Dijo que ella tenía las herramientas necesarias para pasar mis bloqueos ¿bloqueos?….no supe bien a que se refería, pero ciertamente muchas veces sentía que estaba bloqueada, que no avanzaba…..como podía saberlo ella si yo no le había contado nada….. El próximo viernes continuamos con eso.

Mientras tanto…. Escribo.

RECUERDOS

Hace unos años que lo hago. Hace unos 9 años con exactitud. Cuando me dirigía al trabajo en mi auto. Cada mañana cerca de las 8 am y cada tarde cerca de la misma hora, me detenía en el mismo semáforo, y era capaz de vislumbrar la luz de un faro mental, que no se de donde alumbraba, pero lo hacia, y gracias a esa luz me cuestione por primera vez. Fui capaz de permitirme hacerle caso. Fui capaz de mirarla por el minuto que estaba en rojo ese semáforo. Y en mi mente siempre el mismo pensamiento durante una semana. Durante la cual fui testigo de un cambio que comenzó en forma repentina y que no ha dejado de moverse hasta el día de hoy. En ese semáforo, se detenía el tiempo, y en esos segundos que transcurrían uno tras otro me hacía las mismas preguntas. ¿Cómo pasó el día sin darme cuenta?, ¿Qué hice hoy?, ¿Por qué me siento de esta manera, como si hubiera desperdiciado mi hermoso día? Me cuestionaba estar encerrada en una oficina durante tantas horas, tenía problemas con los trabajadores debido a mi mal carácter, no me llevaba bien con nadie, solo mi jefe sentía que me comprendía. Y que me ayudaba. Solo quería trabajar para optimizar ese trabajo. Pero sentía que luchaba contra todo, y que el esfuerzo no era suficiente. Sentía que nadie más me ayudaba en el esfuerzo. Sentía que me odiaban pero no me importaba su opinión. Simplemente porque pensaba que ellos estaban en lo incorrecto. Y que lo que yo hacía era importante y real. Pensaba que eran unos flojos por llegar tarde e irse a dormir una siesta entre las planchas de cartón después del almuerzo. Ellos vivían una vida muy diferente a la mía. Yo ganaba bien. Ni siquiera me preocupaba cuanto dinero entraba en mi cuenta corriente. Sabía perfectamente que era más que suficiente para lo que quisiera. Nunca pensé en ahorrar. Para mi era más importante tener lo suficiente para gastarlo cuando quisiera. Gastaba el dinero a manos llenas porque sabía que a fin de mes tendría más. No me preocupaba como ganarlo. Y nunca me faltó para pagar las cuentas. Que curioso, solo ahora me doy cuenta de eso. Nunca me faltó.

Un día quedé embarazada. Pero no lo supe hasta que volví de mis vacaciones en Brasil. Me conocía tan poco que no fui capaz de darme cuenta de mis cambios. Tan obvios para mi amiga de aquel entonces. Marcela, se dio cuenta que solo comía verduras y nada de carne. Y que no podía ver las naranjas. Además de las manchas que marcaron mi cara como si fuera un mapache. Pero yo no las note. No me di cuenta de ninguno de mis cambios. Que locura. Mientras yo paseaba por las calles de Blumenau bebiendo cerveza, caipiriñas y fumando como loca. Bailando en las noches durante una frenética semana. Gozando la vida. La soltería momentánea. Mis vacaciones. Cuando volví, me di cuenta que tenía un atraso en mi período. Solo entonces compré un examen de los que te dicen si estas o no embarazada.

Sorpresa para todos. Considerando que no tenía pololo conocido, mucho menos una relación. Mi mundo literalmente cambio del cielo a la tierra. O de la tierra al cielo. No se bien. Lo que tengo claro es que cambio totalmente. De no tener que preocuparme de nada, comenzó a preocuparme todo. Mi jefe estaba molesto conmigo. Mi mamá quedó en estado de shock, no hablo nada cuando le mostré en una ecografía a su nieto, peor aun cuando conoció al papá de mi hijo. Simplemente no lo podía creer. Quedo muda un tremendo rato. Los minutos fueron eternos. ¡La cagué! Metafóricamente. Por suerte mi hermana diplomáticamente ayudo a pasar el susto. Con ella

siempre todo sale en forma correcta. Ella es un bálsamo para las malas noticias. Tiene la particular capacidad de transformar las palabras y los tonos de voces en bellas armonías. Es una alquimista de palabras. Entiende lo que quiere decir el emisor y el receptor del mensaje, sin transformar el mismo.

Mi rendimiento laboral disminuyó notablemente, no fue malo, solo fue normal. Estaba tan acostumbrada hacer todo perfecto, durante tantas horas al día y tantos días a la semana, y ahora solo hacía lo justo. Tuve problemas en el embarazo. Mi hijo Gabriel Alejandro, murió a las 21 semanas. Muy pequeño para poder resistir la vida. En mi mundo, que paradójicamente no estaba en este mundo, no había tiempo para llorar. Como estaba acostumbrada hacer, sacudí mis rodillas, me puse de pie, enjugué alguna que otra lágrima que se digno a caer, y pasado una semana, volví a retomar mis estudios en la universidad y a mi adorado trabajo. Todo rápido, para evitar traumas, para no perder tiempo innecesariamente. Por fin podía volver a ser la misma de siempre. La que cumplía con todo lo encomendado.

De vez en cuando, sentía tristeza y lloraba, escuchando la música de una artista española. Ese disco fue mi compañero fiel para sacar afuera las emociones tristes que a veces me ahogaban pero que negaba a dar rienda suelta. Sola la mayoría de las veces. Algunas con el papá de mi hijo. Él no me entendía. Yo podía ser fuerte como quisiera, pero tan frágil otras veces. Ahogaba mi tristeza entre sus brazos. No lograba consolarme, pero cada vez que lloraba yo evitaba juntar energía que pudiera hacer explotar el volcán dormido. O que yo creía estaba dormido.

Evitaba llorar estando con él porque sentía que no era comprendida. Sabía que no podía consolarme. Sabía que no podía contenerme. Nada era suficiente. Solo yo. Siempre yo. No pensé en su dolor. Él nunca lo demostró, y yo estaba tan ensimismada que ni siquiera pude ser capaz de preguntar por como se encontraba él. Como vivía su dolor. En silencio absoluto. Tanto que me convencí que no le dolía nada. No se si fue egoísmo de mi parte, ni aún puedo percibirlo. Solo en este momento me doy cuenta que no me importó él. Solo me preocupaba de estar bien para que mi mamá y mi hermana no sufrieran tanto.

Pasó el tiempo, seguí más o menos igual. Trabajando cómo loca. Ciega, sorda y muda a mis emociones. Mientras más cosas tenia que hacer, mejor era. Me llevaba trabajo para la casa, dormía poco. Entre la universidad y el trabajo casi no tenía tiempo para mi dolor. Ese dolor que me negué a sentir hasta el final. Ese dolor cuyo rostro no conocía, estaba en frente de mí pero no era capaz de verlo. Solo porque estaba acostumbrada a pelear con una venda en los ojos a mis propios dolores. Porque si los hubiera visto no habría sido capaz de enfrentarlos y podrían haberme destruido.

Pero la vida me tenía deparada más sorpresas. Algunas dolorosas. Es increíble la forma en que nos hacemos tontos y no somos capaces de oírnos a nosotros mismos.

Tanto así, que la vida se encarga de hacernos doler hasta que le prestamos atención.

Después de más o menos un año y medio, logré convencer a mi pareja para tener otro hijo. Sentía que necesitaba cerrar un ciclo. Y creía que la mejor forma de hacerlo era teniendo otro hijo.

No recuerdo muy bien en que fecha, cerca de Diciembre del 2007 quedé embarazada. Cuando lo supe, mi hermana y mi mamá estaban tan aterrorizadas que perdiera nuevamente mi bebé, que se les notó en la cara. Pero yo, acostumbrada a controlar todo, sabía que esta vez, eso no sucedería. Llevada de mis ideas como siempre, se me ocurrió que mi pensamiento podía controlarlo todo. Ilusa yo. Aunque no tanto.

Para evitar los problemas que ya había tenido (incompetencia cervical), me sometí a un procedimiento llamado cerclaje que consistía en “corchetear” el cuello del útero para evitar que éste se dilatase antes del tiempo requerido. Esta vez la sorpresa fue doble. Locura total, estaba decidida a que esta vez todo saliera perfecto. Me cuidé más. No lo suficiente. Me alimenté de mejor forma.

Todos estaban muy asustados. Pero nadie me lo decía. No me interesaba lo que pensaran. Yo solo quería salirme con la mía. Quería un hijo, en este caso dos. No me interesaba nada más.

Un día de verano peleamos con el papá de mi hijo. Ese día nos íbamos de vacaciones a La Serena. Pero la discusión hizo que cada cual tomara un camino distinto, en realidad yo más porfiada que una mula, como me decían, me daba lo mismo que él no estuviera conmigo. Yo iba a La Serena si o si. Con él o sin él. Y comencé mi viaje sin saber como llegar, daba lo mismo. Con mi panza. No estaba sola, iba con ellos. Que irresponsabilidad. Mi embarazo anterior había sido de riesgo, y ahora embarazada se me ocurría irme conduciendo 6 horas. Pero nada importaba. No me detuve a pensar. Era como un caballo loco. Sin razonar en nada. Sentía una molestia en el vientre, pero ni eso me detuvo.

Recuerdo en estos momentos las sensaciones de rabia, de dolor que tenía en ese instante. Ahora lo entiendo. Estaba teniendo complicaciones, pero no me daba cuenta. Y seguí hasta mi destino. Sin decir nada. A mitad de camino nos detuvimos en una bencinera. Ahí estaba él, seguramente sus amigos lo habían convencido de pasarse a mi auto.

Cuando volví a Santiago después de una semana en que no había descansado, el médico me dijo que el cuello del útero se estaba dilatando nuevamente y que debía guardar reposo relativo. Estúpida de mí. Nuevamente hice caso omiso a las instrucciones. Reposo relativo para mi significaba no ir a trabajar y pasearme por el Homecenter comprando las cosas para preparar el dormitorio de mis niños.

Fue tanto el esfuerzo que comencé con las contracciones una semana antes de cumplir 24 semanas. Me internaron de urgencia. Estuve una semana en la maternidad en modo urgencia, rogando para que los niños no nacieran antes de las 24 semanas. Mientras llegaban y salían otras parturientas. Muchas se quejaban. Yo nada. Los exámenes eran constantes de cada día. Pero me dediqué a leer durante los días que para mi significaban una pérdida de tiempo por no tener que hacer «nada”.

Ni siquiera en esas circunstancias fui capaz de darme cuenta de lo que estaba sucediendo.

Tan desconectada de mi misma. De mi vida, de las de mis hijos, de mi historia, de mi dolor. Yo bromeaba con los médicos y con los amigos que iban a verme. Mientras ellos me visitaban continuamente.

A medida que aumentaban los días yo estaba más aburrida de no tener que hacer. No me entregué nunca. Solo quería controlar lo que sucedía.

¡Pero absurdo! No podía controlar nada, no me daba cuenta. Hasta que a las 11 de la noche del 06 de Mayo del 2008, comencé con las contracciones. Estuve una hora, sin dar aviso, creyendo que yo podía controlarlas, cuando dieron las 12, tenía contracciones muy seguidas y di aviso a la enfermera. Su cara me lo dijo todo, traté de mostrarme calmada, corrió para avisar a los médicos, me llevaron a tomar exámenes, el cuello del útero estaba dilatado, los niños nacerían esa noche. Llamaron a Rodrigo en algún momento. Entre contracciones me daban instrucciones de subirme a la camilla, bajarme de la camilla, subirme a la silla de ruedas, una ecografía, un tacto…..ya no recuerdo los detalles. Tampoco el paso del tiempo. Solo me dejé llevar por los acontecimientos. Por fin, los niños nacerían, y ya ellos sabrían si resistían o no. Yo ya no tendría esa pesadez dentro de mí, ya no tenía que esperar.

Esa sensación tremenda de estar agotada por los dolores. Ese aburrimiento, esa idea loca de no hacer nada útil.

Después de la epidural, todo fue mejorando. Ya no sentía ni un solo dolor. Era maravilloso, Después de tanto tiempo, estaba libre de dolor. Los médicos en lo suyo. Yo un poco nerviosa. Recuerdo la cara de una enfermera que me tomó la mano con dulzura, solo veía sus ojos, me pareció que era un ángel. Me miró con infinita ternura. A mi me pareció que habló, pero ahora no estoy segura. Solo sabía que me estaba asegurando que todo estaría bien. Le dije que parecía un ángel. Luego comencé a bromear con los médicos nuevamente. Sentía como movían sus manos dentro de mi cuerpo. Justo antes de que sacaran a los niños llegó mi pareja, con una cara de terror. Sus ojos, nunca los vi de esa manera antes y tampoco nunca los volví a ver de esa forma.

Estaba realmente asustado. Yo me sentía tan aliviada de ya no sentir dolor.

No pude ver a mis niños. Dos equipos especializados los esperaban. El primero en nacer fue Miguel Ángel, después de 6 minutos Catalina.

Se los llevaron rápidamente a las respectivas incubadoras. Luego limpiaron y cerraron mi cuerpo. Después, a descansar.

Pero no dormí nada. No podía hacerlo. Cerraba los ojos y escuchaba todo. Estaba tan cansada pero no podía dormir. Era capaz de escuchar hasta el más mínimo ruido de aquellos pasillos de la clínica.

No recuerdo los sucesos posteriores. No sé que pasó. Solo recuerdo que después de dos días me dijeron que debía comenzar con las técnicas para estimular la producción de leche materna.

Seguí las instrucciones. Me dedicaba a leer revistas para no perder el tiempo. Nuevamente estaba en un mundo paralelo. A mi no me estaban sucediendo esas cosas. Por lo menos yo no acusaba recibo.

Un día un pensamiento pasó por mi cabeza. Otra vez ese faro mental que me decía “pon atención”. Mientras veía una revista de moda, me di cuenta que algo andaba mal. Mis vecinas de cama recibían sus bebes felices, yo no estaba interesada en ir a ver a los niños. Me dolía todo el cuerpo especialmente el abdomen. Pero ese día decidí bañarme e ir. Pedí la silla de ruedas, porque no podía caminar, estaba muy débil, ahora me doy cuenta que no pensaba con claridad.

Cuando estaba lista para ir a verlos a la UCI, me avisaron que Catalina había fallecido esa mañana a las 10 am. No alcancé a verla viva. Me llevaron a verla. Era tan pequeñita, en esa incubadora que parecía una enorme cuna. Entre esos paños verdes. Estaba su cuerpecito, pequeño, morado, negrita mi niña. Peluda. Como un monito. Tan frágil. Pero no era ella. Su alma no estaba ahí. Lloré. Sin ganas, con gemidos, lloré. Me di cuenta que lo hacía fuerte porque sentí las miradas de las personas. Pero era como si no fuera yo. Sentí dolor, pero como si fuera visto desde afuera.

Recién comenzaba a sentirme. Solo entonces comencé a sentir que me estaba pasando a mí. Pusieron unos biombos, y nos dejaron solos, para que llorásemos a nuestra hija. No se cuanto tiempo estuve ahí. Así. Luego sentí un cansancio tremendo y volví a mi habitación. Todos los papeles los hizo mi pareja y sus amigos. Mi hermana vistió a mi hija. Luego la enterraron. Yo no fui a su entierro. No quería hacerlo. No podía hacerlo.

Posterior a eso, no recuerdo en que orden exacto comencé a tener fiebre. Los medicamentos no hacían efecto. Duró un par de días, recuerdo que cada mañana venía el Dr. Parisi y me hacía la misma pregunta: ¿cómo estas chiquilla?, yo respondía “bien po’ doctor, ¿Cuándo me puedo ir a mi casa? Él decía: “cuando pases 24 horas sin fiebre”…y pasaron los días. No se cuantos fueron.

Hasta que un día en especial, yo estaba realmente agotada, ninguno de los remedios hacía efecto, alguien habló de sacarme el útero, sentía las voces, veía recorrer una y otra vez los médicos, prestaba atención a su idioma hasta que logre aprender varios términos que no sabia, cuando alguien tenia dudas, yo repetía las mismas palabras y ellos solo me miraban incrédulos, casi sin prestarme atención. Ese día, no se a que hora, me quedé sola, después de una de las visitas, me sentía mal, sabia que la fiebre había subido nuevamente. Por fin, logré percibirme. Después de todo lo que había pasado, me estaba comenzando a percibir. Cuando noté el cambio de temperatura, le avise a la enfermera. Me dio un medicamento que puso en el suero. Me dejé caer en la cama. Suavemente, entre las sabanas. Apoye mi cabeza en la almohada. Sentía la suavidad de las sábanas que no pesaban nada, lo blandito de esa almohada.

Sentía miedo, no quería cerrar los ojos, pronto no pude soportarlo más, mi cuerpo estaba tan cansado y solo pude entregarme a esa cama de hospital.

Comenzaron las visiones. Estaba delirando. Tenía 39,6 grados. Lo sabía porque la enfermera lo dijo en voz alta.

Sentí un canasto de mimbre sobre mi cabeza, sentía que rondaban por el piso cientos de ratas, me había puesto ese canasto para que no subieran hasta mi cara. Me daba cuenta de mi delirio, pero no podía hacer nada. Entonces, decidí que no podía más.

Me entregué a esa situación, sentía el dolor en mi cuerpo entero, no podía más de dolor, de fiebre, de todo y de nada. Y simplemente decidí que era mejor morirse. Sentí que podía estar muriendo. Y de pronto, el dolor acabó. En un momento ya no sentía nada. Era como cuando me pusieron la anestesia. No sentía más dolor, y sentí un alivio tan grande. Tanta paz. Era el fin del dolor mas tremendo que había sentido. Quizás era el momento en que el medicamento estaba haciendo efecto. No lo sé. Yo tengo mi propia creencia al respecto.

Entonces percibí en una especie de ensoñación, a seres vestidos de blanco, que estaban alrededor de mi cama, eran médicos, no hablaban, pero vestían sus ropas blancas luminosas, sus caras eran limpias, me miraban, me sentía bien con ellos ahí. Sentí que me dijeron, sin hablar, que yo podía quedarme si quería o podía irme. Era mi decisión. Pensé en mi hijo. Y decidí quedarme. Luego me dormí. Después de aquel día, la fiebre comenzó a ceder. Así estuve 3 semanas hospitalizada.

Sabía que Miguel Ángel me necesitaba. Me obligue a visitarlo cada día. Al comienzo fue muy pocos minutos, no podía sostenerme en pie. Estaba realmente débil. Las enfermeras de la NEO procuraron tener una silla para mí para estar al lado de mi hijo. No podía tocarlo. Solo estar ahí, a su lado. Cada día lograba estar más y más tiempo a su lado. Luego se hizo una necesidad ir a verlo. Estar mas y mas tiempo con el.

Si me cansaba volvía a mi habitación, me acostaba, cuando me sentía capaz de nuevo volvía. Y así día tras día. Hasta que pude estar muchas horas a su lado. El seguía con su lucha y yo con la mía. No preguntaba nada. Solo como estaba, y la respuesta de siempre “ESTABLE”. Esa fue la palabra que escuche durante todo ese tiempo, la única que se atrevieron a decirme. Llevábamos una pequeña competencia con otro bebe que estaba internado por motivos similares. Cada día veíamos cual de los dos había subido más de peso. 10 gr, 50 gr, 100 gr, bajó de peso, ¿cuánto? 120 grs, sentíamos tristeza pero decíamos, “no importa mañana estará mejor”. Así pasó el tiempo.

Después de 3 semanas, me dieron el alta. Pude volver a mi casa, pero de ninguna forma a mi vida anterior. Era un cadáver ambulante. Pesaba 46 o 48 kilos. 1, 70 cm. Toda la ropa me quedaba grande. Pálida. Un cadáver. Todos me miraban con miedo de verme en ese estado, pero yo no era capaz de darme cuenta de mi propio estado demacrado. No me miraba en el espejo siquiera.

Un día, por casualidad, me mire en el espejo antes de entrar a la ducha. Lo que vi me produjo una sensación desagradable. Una imagen horrible que ni siquiera hoy puedo detallar, no había cuerpo, solo era un montón de huesos. Me dio asco. Me di asco. Y procure no volver a mirarme desnuda. Por lo menos por un buen tiempo. No quería intimidad. No podía entender como él pensaba en eso. Nuestro hijo sobreviviente hospitalizado, yo en ese estado lamentable, asqueroso y él queriendo intimar. Sentía odio por todo, por mí, por él. Por esa rutina a la cual estaba sujeta irremediablemente. Solo quería volver a mi trabajo. A lo que conocía perfectamente. Solo quería que nada de eso estuviera pasando. Solo quería no seguir con eso.

Cada día, durante 4 meses fue igual. Sacándome leche cada dos horas, estrujando esos senos que suponían algo de alimento para mi hijo, el ritual de limpiarlos para no infectar la leche, el levantarse temprano para llevar la leche extraída durante la noche, las visitas del hospital. Él después de ver a nuestro hijo se iba a trabajar, yo pasaba el día en el hospital, no quería estar en esa situación así que le pedí a mi jefe que me enviaran trabajo vía email en el que podría distraerme y responderlo por la misma vía desde el hospital.

Solo quería mi vida de vuelta al mismo tiempo que trataba de estar con mi hijo. Cada día le cantaba canciones. Le explicaba como eran los árboles, las nubes, el sol.

Le hablaba que tenia que ponerse fuerte porque afuera la vida era hermosa. Le hacia cariño con un solo dedo, el pulgar en su cabecita, lo único medianamente grande como para lograr una caricia.

Un día me lo dieron para ponerlo en mi pecho. Su olor. Ese olor fue el mas maravilloso que he podio sentir. Ese olor me hizo cerrar los ojos y sentir un amor tan grande. Vi a Rodrigo olerlo como lo hace un animal con su cría. Sentí tanta emoción. Entendí ese ritual que hacen los animales con sus crías. Eso de olerlos. Era un olor tan maravilloso.

Lo cargaba en mi pecho. Cerca de mi corazón. Para que se acostumbrara. No podía despegarme de él. Las visitas duraban hasta cerca de las 8 pm. Casi no podía dejarlo ahí. Al otro día solo quería llegar pronto para seguir con la misma rutina. De vez en cuando hablábamos con la psicóloga. Fue un enorme apoyo para mi, solo por ella me sentía escuchada. Con mi pareja las cosas no iban muy bien.

Pronto nuestro hijo mejoró lo suficiente para sacarlo de la UCI, a la UTI. Fue un tremendo paso, Luego a la sala de menores cuidados, hasta que subió de peso lo suficiente para darlo de alta un 13 de Septiembre de 2008. Con indicación de usar oxigeno en la casa. Por fin nos iríamos a nuestro hogar. Mi casa, un despelote. Nadie la cuidaba. Más roces con mi pareja.

Así pase un año. Asustada en extremo, sin saber si los cuidados que tenia con Miguel Ángel eran suficiente para que no se muriera. A veces despertaba en las noches para saber si estaba respirando. Lo peor era cuando se enfermaba, tratando de controlar al papá de mi hijo porque no sabía como reaccionar, y tratando de actuar de la mejor forma para que no se fuera a morir Miguel Ángel. No lo sacaba ni a la esquina para que no se enfermara. Yo solo tenía cabeza para mi hijo, pasaba todo el día con sueño, estaba tan cansada. No podía volver a mi trabajo. Pero esta nueva realidad me obligaba a estar en esto y no en lo que yo creí que quería.

Entonces él comenzó a beber mas seguido. Salía cada fin de semana con los vecinos. Volvía después de las 3 de la madrugada, yo comencé a sentirme cada vez mas sola, no conversaba con nadie, y mi vida se limitaba a mi hijo y yo encerrados en mi habitación.

Cuando llegaba del trabajo yo solo quería descansar un rato y él quería otra cosa. No tenía fuerzas ni energías para pensar en nada más. No teníamos temas de conversación en común.

De vez en cuando coincidíamos y salíamos fuera de la casa, lo pasábamos bien, pero al volver, la rutina nos hacia presos nuevamente. Y volvían las discusiones.

La rutina era abrumadora.

En enero del 2009 Miguel Ángel ya no necesito mas el oxigeno, fue un tremendo alivio para todos. Pero aun yo vivía asustada por si el respiraba correctamente.

Los siguientes 2 o 3 años fueron un paseo constante entre los doctores que ya nos conocían, y la casa. Volví a trabajar pero ya no era lo mismo. La abuela paterna de mi hijo lo cuidó durante un tiempo, luego decidí ponerlo en un jardín infantil, decisión odiada por todos en esa casa. Yo me sentía culpable. En Octubre del 2010 me despidieron. Fue terrible para mí, perdí todo mi mundo, el escaso territorio que creía haber recuperado de nuevo.

No tenia estructura alguna. Quede en el vacío absoluto, dependiendo completamente del sueldo de mi pareja. Lo peor era que él era mi único cable a tierra. Era lo que me protegía de la nada misma. Con un hijo enfermo, frágil, sin trabajo, sin ingresos, con deudas que se iban acumulando. Los problemas con él eran cada vez más evidentes. Algunas veces no llegaba a la casa. O si lo hacía era de madrugada. Cuando llegaba me buscaba y yo me negaba, recuerdo que más de una vez me dijo que buscaría a otra mujer porque yo no le daba lo que él quería. Y yo le respondía que ojala lo hiciera para que a mi me dejara tranquila.

En Diciembre de 2011, me enteré de su engaño, había encontrado con quién, una compañera de trabajo. Él lo comentó con un amigo y terminó por llegar a mis oídos.

Recuerdo muy bien la sensación en mi cuerpo cuando lo supe. Un peso tan grande, que no podía respirar, no podía moverme, las piernas especialmente, los brazos, una sensación que no recuerdo haber tenido alguna otra vez. Sentí que me moría de tristeza, de rabia. Después de todo lo que habíamos pasado, él me traicionaba de esa manera.

Decidí encararlo. Cuando llegó, le hice algunas preguntas. Pronto lo acorralé. Ya no tenía escapatoria. No le dije quien me había contado. En vez de eso, le pregunté por qué una tal Loreto me estaba llamando. No dijo nada, bajó la mirada sentado en el sillón. Sin decir nada. Cuando lo hizo, confesó. Yo ya no sentía esa pesadez. Me puse a llorar. Lloré de rabia. No de dolor. Lloré y me aseguré que él sintiera culpa por sentirme yo de esa manera. Se lo refregué en la cara. Le di una cachetada, dos o tres…no recuerdo. Él no hacía nada.

En silencio absoluto. Aguantando el castigo por portarse mal. Lo volví a golpear para que reaccionara. Esta vez con los puños cerrados. Pero era como si los golpes no le dolieran. No reaccionaba. Rompí los adornos que él había comprado para la casa. Los hice mierda. Tenía rabia.

No se si durmió en la casa o si se fue. Solo recuerdo que se fue una semana de la casa. Finalizado ese tiempo, le pedí que volviera. Yo estaba sin trabajo. No tenía ingresos y las deudas me sobraban. Tenía un miedo bárbaro de no saber qué hacer. Sentía que dependía de él no solo económicamente, peor aún, mi dependencia era emocional.

Mi mundo se había reducido tanto. Ya no tenía contacto con mis amigas. Y la única que tenía se había alejado porque me había dicho que yo debía ser una huevona por seguir con un tipo como él. Ella era mi confidente y muchas veces recuerdo haberme quejado y llorado con ella por las cosas que me pasaban. Nunca más hablamos.

El papá de mi hijo volvió, nuestra relación fue de mal en peor si es que se podía estar peor. Había días que trataba de pasarlo por alto, pero otros días sentía odio. No duró mucho tiempo, cuando comenzaron los celos. Él seguía saliendo por las noches, bebiendo cada vez más. Comenzaron los insultos.

Lo echaba de la casa a menudo y él me decía “estás loca, si yo me voy quien te va a querer, nadie te va a dar lo que yo te doy, mírate….” Eso en forma coloquial, porque las palabras que usaba eran mucho más groseras y dolían tanto, que me convencí creo yo que era verdad lo que él decía.

Pasaba del miedo al odio extremo. Recuerdo que trataba que eso sucediera cuando mi hijo no escuchara. Pero más de alguna vez debe haber escuchado.

Un día, cuando Miguel Ángel tenía unos 3 años, yo bajé a buscar un cofre de madera donde guardaba algún dinero. No tenía más que $ 200 pesos. Me sentí tan vulnerable, subí al segundo piso, y en la mitad de la escalera me senté y solo lloré, amargamente, tratando de silenciarlo para que mi hijo no se diera cuenta. Fue un dolor, una desesperanza tan grande, un vacío, una soledad tan horrenda y devastadora, una tristeza de sentirme de esa manera, y no poder hacer nada para poder cambiarlo. Lloré, no se cuanto rato, hasta que sentí una mano pequeñita en mi hombro, alcé la mirada y era él. Mi niño me miro y con su voz dulcecita me dijo:” no llores más mamita, no te preocupes ahora estoy yo contigo”, lo abracé, tanto.

Como si fuera la tabla de salvación que me servía para no morir ahogada en un naufragio.

Él con su ternura infinita, había sanado mi corazón de un plumazo. Enjugué mis lágrimas. Y decidí que no volvería a llorar por esa tontera nunca más. Le di las gracias y subí a jugar con él. Ese pequeño niño, era la fuerza que yo necesitaba en ese momento.

En Abril de 2011, me diagnosticaron una enfermedad inmunológica, era celíaca.

En los momentos de tranquilidad era capaz de darme cuenta de los problemas que estábamos teniendo. Entonces, trataba de conversar con él, para pedirle que asistiéramos a una terapia de parejas. Un día me dijo que él estaba bien, que era yo la que no funcionaba. Así que el no iría a ninguna parte.

Me sentí completamente sola.

Las peleas fueron cada vez más constantes. Lloraba por cualquier cosa. Nos manipulábamos mutuamente. Recuerdo un día que robé dinero de su billetera. Él se dio cuenta. Buscaba porque pelear. Lo detestaba y al mismo tiempo pensaba que lo quería. No era capaz de pensar con claridad. Llegaba ebrio de quién sabe que parte.

Cuando llegaba ebrio me encerraba en mi pieza con llave para que él llegara al otro cuarto a dormir la borrachera sin que nuestro hijo lo viera y yo no sintiera el asqueroso olor del trago.

Durante una madrugada llamaron los carabineros, avisando que lo habían asaltado y que le habían dado una paliza tremenda, que apenas hablaba por la borrachera y que lo fuera a buscar a Maipú. No tenía idea como ir. Pero fui. Con mi niño en brazos. Jamás había estado en una situación así. Fue una de las cosas más denigrantes que he tenido que pasar. Llamé a mi suegra, a mi cuñado, pero nadie contestaba el teléfono. Nadie me pudo ayudar. Ni pensar en mi familia, ¡que diría mi madre!

Fui. Y cuando lo vi, pensé que se trataba de una película de terror. No hablaba. No habría los ojos. Tirado como un montón de trapos sucios en un asiento. Los carabineros lo levantaron y me lo entregaron. Como quien entrega un bulto. Uno de ellos, me dijo en palabras muy duras algo que no recuerdo. Le pedí que tuviera cuidado con sus palabras por mi hijo, que en ese momento estaba a mi lado y que era tan pequeño. Me miro con desdén, y dijo: “va, que sepa al tiro la caga de padre que tiene”.

Sentí pena, sentí rabia. Sentí susto. La autoridad me hablaba en el peor de los tonos posibles, como si fuésemos delincuentes. Como si yo fuera la pareja de un delincuente. A duras penas lo pude llevar al auto, era un día sábado. Lo llevé al médico de urgencia. Le tomaron una radiografía que descartó que tuviera una fractura de cráneo. Le cocieron el cuero cabelludo y me dijeron que lo llevara a dormir. No tenía olor a trago. Pero parecía que hubiera bebido dos días seguidos. Cuando llegamos a la casa, durmió muchas horas. De vez en cuando lo observaba por si estaba respirando. Despertó en la noche. Me contó que iba pasado de tragos cuando se equivocó de micro, se había dormido y despertó cuando unos tipos trataron de robarle. Se puso a pelear con ellos. Se bajó, y lo encontraron los carabineros. Pero como estaba ebrio los insultó y éstos le dieron una paliza enorme.

Desde ese día, me alejo de ellos.

Al día siguiente su familia apareció. Su hermano me llamó para pedirme disculpas por las cosas que me hacía pasar él. Que lo sentía muchísimo. Que chiste. Como si sirviera de algo.

Me sentía tan dependiente de él, como lo había sido mi hijo de mi.

Recuerdo una noche, cerca de las 3 de la mañana, yo miraba por la ventana mientras Miguel Ángel dormía, paseaba por la habitación en completa oscuridad, mirando de vez en cuando, llorando, sintiendo un odio profundo, por esa persona que decía amarme, y que me causaba tanto daño.

Vi una foto mía de un viaje a Brasil, y preste atención nuevamente a esa vocecita que me hablaba de vez en cuando….la misma del semáforo en rojo…que me decía, ¿qué me paso?….donde esta esa Paola que era feliz, cuando viajo a Brasil…..no podía reconocerme….me miraba en el espejo y no sabia quien era esa persona en la que me había convertido.

¿Quién era esta sombra de mujer? ¿Qué me había pasado?…recuerdo haber llorado durante lo que a mi me parecieron horas….desde ese día, busque mis fotografías…..las observe durante horas….trate de recordar a esa Paola, puse una foto en mi velador para verla a cada momento y no volver a olvidar quien era. Quién había sido.

Poco a poco, comencé un proceso que me permitió tener una relación conmigo misma.

En realidad, comencé a sentirme por primera vez.

Me pregunté que me gustaba, me volví a mirar en el espejo, procuré fijar la atención en mí de nuevo, pinté mis ojos, mis labios como solía hacerlo antes, intenté vestir mejor a pesar de mi delgadez extrema, traté de alimentarme de mejor forma.

No era ni la sombra de lo que había sido, pero estaba decidida a no seguir siendo la sombra en la que me había convertido. Decidí dormir en otra pieza, porque no quería seguir compartiendo la cama con ese hombre que se había convertido en mi enemigo.

Lo odie tanto. No planche más sus camisas. No lave más su ropa. Era para mí, un mueble indeseable. Un día decidí arreglar esa situación y converse con él durante horas para arreglarnos, era la ultima vez que lo haría. De lo contrario, estaba decidida a separarme.

Curiosamente me dijo que estaba de acuerdo. Lo había logrado. Había conseguido que me escuchara, y comprometerlo a ir a una terapia de parejas. Después de las vacaciones lo haríamos. Era el verano del 2013.

Eso entendí de lo que me dijo. Pero no estaba preparada para lo que se me venia encima.

Durante esos 15 días de vacaciones, lo veía lejano, me observaba, preguntaba que pasaba pero no me decía nada.

Dos días antes de volver, tuve sueños que me inquietaron pero que no supe interpretar. Miguel Ángel tenía 4 años y medio. En uno de ellos lo veía frente a mí, pero no podía verlo porque un velo nos separaba. En el otro, me veía llorando en un lugar en las montañas donde iba a ir para recuperarme de las heridas del alma, había otras personas que estarían cuidando a los que iban a sanarse, mi pena duraría un par de años, me veía en períodos alternados de tristeza y tranquilidad.

El día que volvimos de nuestras vacaciones, en Febrero de 2013, día 16 o 19, me dijo que él se iba de la casa. Yo quede en shock. ¿Qué había pasado?

Si habíamos quedado de acuerdo en ir a terapia juntos. Porque me traicionaba de esa forma. No podía comprender lo que estaba pasando. Le rogué, lo putee. Estaba tan enojada por su traición, una vez más. No comprendía. Le pregunte, lo obligue a responder. Me dijo que no me quería.

¡Que buena jugada había hecho! Fue perfecta. En silencio absoluto. Maricón. No fue capaz de decirme nada. Lo había pasado tan bien. Teníamos tantas fotos, tan buenos recuerdos de esas vacaciones.

¡Que mierda!….quería una semana para irse en paz. Tomé toda su ropa, sus discos, sus libros, sus zapatos, los arroje en bolsas fuera de la puerta de mi casa. ¿Quieres irte?…entonces ¡te vas de inmediato! Una semana ¡seguro! Volvió a la casa de sus padres.

Ese primer mes, fue horroroso. Sentía un dolor durante las noches en mi pecho, pensé que moriría de dolor. Pensaba que era una especie de ataque. Llore, llore, llore, como nunca lo había hecho….llore, llore, llore. Lo maldije, me maldije. Llore, llore, y llore.

Estuve mal durante mas de un año….no dolía tanto como al principio….pero dolía sin lugar a dudas….

Mientras tanto, trabajaba desde mi empresa, la que había formado antes de que me despidieran….no fue nada fácil, fue el peor momento de mi vida. El aportaba con bastante dinero lo que me permitía estar medianamente bien.

Mi mente estaba en un periodo de confusión absoluta. No había posibilidad de pensar en nada más. Caminaba por el mismísimo infierno.

Pensar en algo que no fuera respirar no era opción. Con suerte tenia tiempo para Miguel Ángel, y para el odio que sentía por ese desgraciado que me había traicionado después de haberme cagado con otra mina y luego hacerme cargo de sus exigencias para presentarle a su hermana chica a mi hijo. Mi vida era literalmente una mierda. Lo peor de todo, no sabía como salir de esa condición.

Fueron días de oscuridad absoluta. No podía darme cuenta de lo mal que estaba. No hacia nada por mejorar. No sabía en realidad que estaba pasando conmigo, pese a que estaba mucho mas conectada conmigo misma. Aun vivía en un caos total de la que era participe principal.

Después de un buen tiempo, comencé a leer nuevamente, era mi vía de escape. Comencé a realizar talleres que me gustaban, donde conocí a mujeres maravillosas que me permitieron abrirme al mundo nuevamente, sin conocerlas, me sentía acogida por ellas, comencé a sacar la mierda que tenia adentro, y a transformarlos en arboles de vida, comencé a leer, a pasear por el Cajón del Maipo, asistía a cumpleaños, a talleres de ancestrología que provocaron un cambio inconmensurable en mi vida. Esos talleres lograron sanarme y sanar la relación con mi padre.

Después de mucho tiempo sintiendo una rabia extraña contra él, un día decidí quererlo pese a todos sus aspectos, positivos y negativos. Él era mi padre y no me importaba nada más. Decidí simplemente quererlo. Sin juzgar sus decisiones.

Mis reuniones con mi amiga de Universidad, Alexandra me ayudaron muchísimo, pero el proceso fue muy lento. Me di cuenta que me quejaba mucho. Y las lecturas que tenía de autoayuda decían que no había que quejarse. Así que intente no hacerlo. Después de un tiempo fue más fácil. Aunque a veces recaía, especialmente cuando Rodrigo hacía tambalear tan fácilmente mi delicado equilibrio emocional.

Leía todo lo que caía en mis manos de autoayuda de la biblioteca cercana a mi casa. Todo me permitió mejorar mi actitud frente a la vida. Comencé a sentir cariño por mi misma, luego amor, incondicionalidad. Pronto renací de entre las cenizas. Podía mirarme al espejo y verme bonita, sentirme linda, deseable. Entonces descubrí que mi cuerpo comenzó a sentir nuevamente. Estaba comenzando a vivir de nuevo. En realidad no me había muerto. Ese cuerpo estaba sintiendo de nuevo.

Entable relación con alguien. Una relación informal. Después de 3 años. Tenía tiempo nuevamente para mí.

Me di a la tarea de buscar trabajo, porque las deudas ya no me dejaban respirar.

Había estado tanto tiempo en estado de pausa. Que no me había dado cuenta del caos que existía en mi cuenta corriente. Dos préstamos por pagar, imposiciones sin pagar, proveedores pendientes y una disminuida drástica de mis clientes, me hicieron reaccionar frente un inminente estado de catástrofe en mis finanzas. Sumado a la disminución critica del dinero que me aportaba el papá de mi hijo.

En algún momento encontré a Enric Corbera, descubrí un mundo nuevo, el mundo de las emociones no expresadas que se transforman en enfermedad. Entendí muchas cosas y comencé a bucear en mi árbol genealógico.

Hace pocos días me di cuenta que me conocía mucho mas. También descubrí que me había hecho fuerte. Que me conocía mas de lo que me había conocido alguna vez en la vida. El amor por mi misma había logrado cambios impresionantes en mí. Hace unos años no podía pensar en buscar trabajo, ahora ya había enfrentado un proceso completo de selección en una fundación que ayuda a personas en situación de calle.

En estos días, me he dado cuenta de lo mucho que he crecido. Y solo hoy pude escuchar la voz nuevamente diciendo ESCRIBE. Esa voz me acompaña mucho mas seguido. La escucho a menudo y le hago caso. Pero esta vez fue diferente. Esa orden que decía ESCRIBE. Y me senté a escribir. Y no me dolió. Recordé por primera vez todo lo que ha pasado en estos 9 años sin dolor, sin rabia, sin odio. Solo observando, viendo todo lo que ha pasado. Sintiendo un cariño inmenso por mi misma y por mí camino. Hoy mi hijo esta grande, tiene 8 años. Esta sano. Hemos vivido muchísimas cosas. Algunas tristes otras felices.

LAS CREENCIAS

Las creencias que tenemos crean nuestra realidad.

De ahí la importancia de prestar atención a lo que creemos porque será lo que creamos en nuestras vidas.

Pienso en los miedos. ¿A qué le temes tú? Sabías que la mayoría de los miedos no existen en realidad. Piénsalo. Se trata de miedo de algo que aún no ha sucedido (y probablemente nunca suceda) o algo que no existe en realidad. Y al no existir no es real. Por lo tanto, es ilógico tenerle miedo.

Miedo a morir. Miedo a crecer. Miedo a comer demasiado. Miedo a no pertenecer. Miedo a no ser libre. Miedo a ser muy gordo o muy flaco. Miedo a perder el trabajo. Miedo a que te roben. Miedo a las sombras. Miedo a la incertidumbre. Miedo a que te maten. Miedo a que no te quieran. Miedo al ¿qué dirán? Miedo a que le pase algo malo a alguien que tú quieres. Y el peor de todos, el miedo a vivir.

Les hemos dado demasiado poder a los miedos, tanto que por su culpa no podemos hacer lo que más queremos.

Para mí, el miedo que más molesta es el de no saber como pasaran las cosas. Del futuro. ¡Del futuro! Que aún no llega. No dejo mucho espacio para que las cosas sucedan, ¿verdad? Hay tantas cosas que pueden suceder, porque pensar siempre en lo peor, porque no pensar en algo maravilloso, en algo divertido, grandioso, optimista.

Porque no pensar que cada día es un milagro.

Simple: Por Costumbre.

Eso, por costumbre, porque nos enseñaron a tenerle miedo a todo. Para obedecer órdenes sin cuestionar nada. Y eso en parte, es necesario cuando somos pequeños, para evitar que nos hagamos daño. Pero pronto, en la medida que crecemos tenemos que investigar, experimentar, para aprender, no solo para seguir con los mismos conocimientos limitantes que tuvieron todos los que nos enseñan. ¿Cómo vamos a aprender más cosas y salir de éste esquema único al que estamos condicionados por los límites de conocimiento que tienen quienes nos enseñan si no somos capaces de investigar por nuestros propios medios y para nuestro beneficio y el de todos?

¡Que pregunta tan larga!

Si observamos, todo a nuestro alrededor nos limita. El sistema de educación, nos enseña en ciertos ámbitos, ¿quiénes son los que decidieron cuales son las materias que debemos aprender? ¿Y de tal o cual forma? ¿Acaso no existe otra forma de hacerlo? Yo no lo se, solo me cuestiono.

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Claro, es más fácil hacerlo de esa forma porque es la que está aprendida. Es más cómodo. Pero, ¿Es realmente la mejor forma de hacerlo? ¿Es la mejor cantidad y calidad de enseñanza que podemos tener? ¿Por qué? ¿Con quién nos comparamos para saberlo?

Acaso en todos estos siglos, ¿no hemos descubierto ninguna enseñanza diferente que pueda aportar más conocimiento a nuestras mentes? ¿Por qué están ocultas? o ¿Por qué no nos interesamos en saberlo? Acaso ¿no estamos preparados para tener más conocimiento? ¿Quién decide si lo estamos? ¿Por qué no puedo decidirlo por mi misma? ¿No soy capaz de determinar si puedo o no puedo aprender algo nuevo? o ¿de una manera diferente? Acaso ¿somos todos iguales? ¿No debería existir una forma diferenciada de estudio? Un sistema que permitiera potenciar nuestras habilidades en vez de estandarizarlas, y sí, existe, pero simplemente no está al alcance de todos los bolsillos.

¿Acaso no es mejor que en la unidad exista variedad? ¿Acaso no nos enriquecemos de las diferencias? ¿Por qué debemos ser todos iguales si no lo somos? Tenemos creencias similares, pero no son iguales. ¿Por qué no podemos decidir libremente en qué creer? ¿En qué pensar? ¿Qué nos gusta realmente?

Ni las células de nuestro cuerpo son iguales, son todas especialistas en lo que hacen y el cuerpo funciona en forma perfecta. ¡Funcionamos a la perfección!

¿Quién dijo que debíamos estar enfermos si somos viejos? ¡Creencia!

¿Quién dijo que debía costarnos el sudor de la frente el conseguir dinero? ¡Creencias!

¿Quién dijo que hemos venido para ser infelices mientras hay un tirano al que algunos le dieron el nombre de Dios que nos observa para castigarnos cuando llegue el día del juicio final? ¡Creencias!

¿Quién dijo que yo tenía que pensar de la misma forma?

Yo no lo dije. Cada vez que me permito pensarlo, estoy en más desacuerdo con esa creencia.

La vida es perfecta. La salud es perfecta. El amor es perfecto.

Pero no hablo de la vida como se ve normalmente, o la salud de cada día, o el amor que pensamos que es amor pero que es una dependencia emocional que permite controlar a otro individuo con chantajes emocionales.

Justamente porque no hemos sido enseñados correctamente, entiéndase que estamos en un error, es que vemos la vida como una mierda, porque tenemos que levantarnos temprano cada día, e ir a un trabajo de mierda, y soportar a un jefe de mierda, para ganar un sueldo de mierda que nos limita en esta vida de mierda. Y llegar cansados a la casa para soportar a otra vieja o viejo de mierda.

Pero esto no tiene por qué ser así, eso es un error. Vivimos la vida que hemos elegido vivir. Vemos las cosas que hemos decidido ver, basadas en nuestras creencias. Basado en las creencias de

nuestros antepasados que no comprendían que sucedía y que eran esclavos de su forma de vida, herencia de sus propios antepasados.

Ahora que entendemos más, que somos capaces de ver un poquito más allá de nuestras narices, podemos decidir que vida queremos llevar. Es nuestra vida. No tenemos por qué vivirla del modo que le parezca a otra persona, simplemente podemos decidir vivirla como más nos guste.

Todas las creencias te condicionan. Pero te has preguntado si esas creencias te sirven de algo. Algunas claramente están caducas. Otras ya no se ajustan y hasta molestan en tu vida. ¿Y si no tuviéramos creencias que seguir? Acaso, ¿no nos sentiríamos libres? O si nos permitiéramos ponerlas en duda, podríamos saber cuales mantendríamos en nuestro sistema de vida basándonos en que nos ayudan a ser felices. ¿Cómo vamos a preferir ser infelices? ¡Es absurdo!

Nosotros podemos elegir que creer. Nosotros podemos elegir que vida queremos vivir. No es una utopía, es una decisión.

Aclaremos algo. Si a una persona está viviendo una vida difícil en particular, lo primero que debe hacer es preguntarse para qué está viviendo esto. Porque no debemos olvidar que las experiencias a las que nos vemos sometidos representan un conocimiento en sí. Por ejemplo: si estamos casados con un hombre golpeador, y nosotros no hacemos nada más que aguantar esa situación, debemos preguntarnos ¿Para qué vivo ésta situación? ¿Qué es lo que aprendo de esta situación?

Posiblemente sea justamente a no golpearte a través de él, puedes aprender a valorarte más, puedes aprender a quererte más. Cuando te das cuenta que eso no es lo que quieres para tu vida, logras salir de esa situación y eliges una vida diferente. Sin juzgar. Sin importar lo que los demás crean. Si soportas eso porque tienes miedo a no ser capaz de vivir sin su “ayuda” económica, o porque te han dicho tantas veces que no vales nada, que no encontrarás a otra persona que te ame tanto como él, o cualquiera de sus variantes; entonces pregúntate, ¿de dónde nace esta creencia?, ¿quién dijo que era verdad?, ¿por qué tu lo crees? Sabes que, podrían ser creencias de tus padres o de tus abuelos que ahora están impidiendo que tú seas feliz. Trata de averiguar de donde proviene esa creencia, ¿por qué le estás dando valor?, un valor que no tiene, porque la única que es capaz de decidir en que creer eres tú. La única persona válida para decir que creencias creer en tu vida eres tú. Nadie más.

En última instancia, la única que puede decidir en tu vida y en cómo decides vivirla eres tú.

Cuando sepas de donde salió esa creencia, puedes disolverla, tan fácilmente como dejando de prestarle atención. Tu no crees y punto. Remplázala, diciendo: “Yo no creo esto, decido creer esto otro”. Y punto. Cambiaste de creencia. Y cada vez que vuelva ese pensamiento a tu cabeza, los miedos a equivocarse, a que no eres capaz, a que nadie te va a querer, a que no eres lo suficientemente buena, etc. Te detienes y vuelves a repetir tu nueva creencia. Yo si valgo, Yo si creo en que soy capaz, Yo si puedo hacerlo, etc. Poco a poco esto se hará habitual, y tu misma cambiarás porque has decidido creer en algo diferente, en algo que te hace feliz.

No me creas a mí. Haz la prueba. Inténtalo. Es tú vida. Tú sabes si vale la pena para hacer el esfuerzo. ES TU ELECCIÓN.

LOS SUEÑOS

¿Por qué no seguimos nuestros sueños? ¿Por qué pensamos que son solo sueños y que no podemos vivir de ellos? ¿Qué es lo que nos hace no creernos el cuento? ¿Por qué no podemos elegir cómo vivir?

¿Quién nos ha condicionado a creer que no podemos vivir de aquello que nos apasiona y por qué preferimos elegir un trabajo que nos parece arduo, rutinario, y que nos deja con una sensación desagradable cuando llegamos al lugar de trabajo?

¿Quién dijo que tenía que ser de esa forma? ¿Quién dijo que tenemos que creer que es así? ¿Por qué no nos cuestionamos siquiera que eso no es parte natural de la vida? ¿Por qué no vivir de los sueños? ¿Por qué no elegimos vivir felices haciendo lo que más nos gusta? ¿Por qué creemos que la vida es tan aburrida y qué no somos capaces de lograr lo que realmente queremos?

¿Cuándo es que perdemos esa capacidad de soñar en grande como lo hacen naturalmente los niños? ¿En qué momento nos transformamos en zombies en vez de vivir una vida apasionada? ¿Cuántas personas viven con sus parejas que ya no aman, y en vez de separarse prefieren vivir con ella o él? Solo porque es lo que les tocó vivir. ¿Por qué no somos sinceros con ellos? Mejor aún, ¿Por qué no somos sinceros con nosotros mismos? ¿Quién eligió por nosotros?

¿Quién dijo que no podíamos decir lo que realmente pensábamos? ¿Quién dijo que era malo decir lo que queremos? ¿Quién dijo que era ridículo? ¿Por qué no nos cuestionamos?

¿Por qué preferimos quedarnos callados cuando tenemos esa sensación de vacío que nos arranca el alma? Viviendo o mejor dicho sobre viviendo en algo que no nos parece, pero a lo que estamos acostumbrados, porque ya sabemos como comportarnos. Y nos quejamos de lo que nos tocó sin decidir cambiarlo.

Estamos tan dormidos que no somos capaces de darnos cuenta que no nos gusta la vida que estamos viviendo y solo nos quejamos cuando somos capaces de verlo, pero de todas formas no hacemos nada para cambiarlo.

¿Qué podemos esperar? Si nosotros no hacemos nada, entonces no esperemos que suceda nada.

Es absurdo, nadie vive nuestras vidas, solo nosotros. ¿Para qué nos quejamos? Para culpar a otro, porque si tenemos la excusa que nuestros males son culpa de otro no nos queda más que aguantar lo que nos sucede porque no es culpa nuestra, no es nuestra responsabilidad .Y sí depositamos la culpa en otro, seguimos viviendo una vida que no nos gusta, y nos justificamos porque no es nuestra culpa, es lo que nos tocó, es lo que hicieron de nosotros otras personas; nuestros padres, nuestro violador, nuestras circunstancias, el presidente, los planetas que no estaban alineados de mejor forma cuando se me ocurrió nacer, etc. etc. etc.

Lo que no hemos entendido es que nosotros somos quienes vivimos de esta forma porque lo hemos decidido, solo que no nos damos cuenta porque no nos observamos, nadie nos lo dijo, nadie nos lo explicó.

Nosotros hemos tomado decisiones que nos han llevado a esta forma de vida. Nosotros tenemos la responsabilidad de cambiar nuestras vidas, no los otros. Y eso es una responsabilidad enorme para quienes nos hemos convertido en un inmaduro emocional. Porque da un susto tremendo saber que nuestras vidas pueden cambiar siempre y cuando nos hagamos cargo de nuestras propias decisiones. El problema, y grande, es que ya no podemos culpar a otro por nuestros errores. Ahora me pregunto: ¿Quién dijo que es malo equivocarse?

Es la única forma de aprender. Equivocarse no es malo, es parte de la experiencia de vivir. Nunca nos equivocamos de decisión, porque siempre aprendemos algo de nuestras decisiones.

Tenemos una creencia de tener que hacer todo en forma correcta puesto que nos pueden castigar. Y el castigo duele. Puede ser castigo físico o castigo emocional. De todas formas duele. Pero duele porque creemos que la opinión que tiene un externo a nosotros es más importante que la valoración que tenemos de nosotros mismos. Si no fuera de esa forma, daría exactamente lo mismo equivocarse, puesto que tengo la paciencia suficiente conmigo mismo para aprender, y errar es parte del aprendizaje. Pero como creemos que no podemos fallarle a la mamá, al papá, a la sociedad, al jefe, a la pareja, a los hijos, a la comunidad, a los amigos…..etc.…. ¿Por qué? ¡¿Que van a pensar estas personas de nosotros?!

Nos amamos tan poco. Que damos preferencia a la opinión de los demás, para que ellos sean felices a través de lo que nosotros hacemos o lo que dejamos de hacer, que se nos olvida lo que nosotros queremos realmente. Y después nos quejamos por la vida de mierda que no nos gusta pero que llevamos de igual forma porque de esa forma los demás son felices. ¡Qué estupidez!

¿Y nosotros cuándo?

¿Cuándo seremos felices nosotros? Por favor, no me vengan a decir: “no importa: yo soy feliz haciendo feliz a mi madre” Y mientras tanto nos comemos la rabia de saber que me tengo que poner el regalo que me carga por hacerla feliz a ¡ella! Cuando en realidad quisiera vestir otra cosa.

Luego cargamos con una enfermedad de las que aparecen cuando nos dejamos de lado por hacer feliz a otra persona y no sincerarnos con nosotros mismos y le mentimos a ella o a él, y a nosotros, y a todo el mundo. Y como nuestro inconsciente sabe perfectamente que estamos mintiendo a todo el mundo; es decir, que estamos con una falta enorme de coherencia, nos enfermamos. Y nos preguntamos ¿Pero por qué a mi?, ¿Por qué tengo esta enfermedad?, si yo soy tan bueno, si yo hago feliz a mi madre, a mi padre, si yo dejo todo de lado por los demás, si yo soy tan caritativo, pero lo que realmente quieres hacer son otras cosas, pero las dejamos de lado por hacer feliz a los demás para tener su aprobación, su cariño, porque no creemos que somos suficientemente buenos para que nos quieran tal cual somos, porque no nos amamos lo suficiente

para decir, no gracias, no quiero. Porque es mucho más importante la opinión que tienen los demás de nosotros en vez de la opinión que tenemos de nosotros mismos.

Despertemos por favor, hay que darse cuenta de la locura de esta forma de pensar. No somos felices, ellos tampoco lo serán porque tarde o temprano sabrán que nuestras decisiones (que influyen en su felicidad) nos está enfermando, y estamos mintiendo, a ellos y a nosotros mismos. No somos felices. Pero podemos serlo si solo decidimos ser consecuentes con lo que pensamos. Pensar, sentir y hacer. Va de la mano. No lo he inventado yo. Mucha gente lo dice. La única forma de ser feliz, de estar sano, es siendo coherente. Y si no lo crees, experiméntalo. Es la única forma de saber si es verdad o no.

La coherencia es base fundamental para lograr el camino a la felicidad. Para estar completo. Para no estar en error. Para no necesitar la opinión de los demás para ser más o menos feliz.

Yo me doy permiso para ser feliz. Porque yo me amo. Porque yo hago las cosas que hago cuando quiero, y porque quiero. Bueno, estoy tratando, con ganas, con intención. Porque quiero ser feliz. Porque quiero lograr estar en paz conmigo misma, porque quiero lograr ser la persona que quiero ser. Y no la persona que quieren los demás que yo sea. Cuesta. No digo que no. Cuesta. Hay días que más otros días menos. Pero poco a poco me doy permiso, si recaigo en la actitud anterior, me siento mal, me observo, me perdono, continúo, de nuevo con más ganas. Porque sé que un hábito cuesta adquirirlo, y porque quitarse otro mal hábito cuesta más tiempo. Pero no importa. En algún momento será automático. Hacer solo lo que tengo ganas de hacer.

Por otra parte, no estoy diciendo que debemos ser groseros con nuestra madre que nos ha dado ese regalo tan especial para ella. Estoy diciendo que cuando decidamos hacerlo lo hagamos porque queremos y no por obligación con ella. Porque cuando lo decidimos de forma libre, se transforma en un acto de amor. Ella no nos ha obligado, nosotros lo elegimos, y como lo hemos decidido, no nos enfermamos. Es un acto libre de culpa, lo hacemos por amor. Y al hacerlo por amor, sin obligación, lo hacemos un acto de libertad. ¿Se entiende?

Nuestra decisión. En última instancia, no ha derivado de una regla puesta por ella, por tanto no la podemos culpar, lo hemos decidido nosotros. Por tanto, es nuestra responsabilidad.

Retomando, si la vida que estamos llevando no es la que nos gusta, entonces la cambiamos. No culpo a nadie. Porque la responsabilidad de nuestras decisiones son nuestras. Y no de los demás. Tampoco pedimos la opinión a los demás de lo que deberíamos hacer o dejar de hacer, porque es nuestra vida. Ellos no saben como nosotros la queremos vivir, a lo sumo nos darán la opinión de lo que deberíamos hacer con nuestra vida desde su punto de vista, basado en sus creencias de lo que debe ser mejor o peor para un ser humano. Es su experiencia, no es la nuestra.

Yo se como quiero vivir mi vida. Pero para saberlo, debo ser capaz de escucharme. De salir de mis creencias, y sentirme. Necesito conocerme a mi misma, para saber que me gusta y que no me gusta. Si no tengo una comunicación conmigo misma no puedo saber que me gusta y que me disgusta. No puedo saber que me hace feliz o que me pone triste. Para escucharme debo ser capaz

de acallar el intenso parloteo de mi mente. Lo que suceda a mí alrededor no puede interferir en lo que siento. Es decir, lo externo no puede afectar a lo interno. De lo contrario, mi estado de ánimo siempre dependerá de algo más y no de mi misma.

Yo elijo sentirme de una u otra forma, a pesar de lo que suceda a mí alrededor. No depende de los demás, depende de como yo quiera sentir. Y tampoco debo justificarlo. Es simplemente una decisión. Mi decisión. Quisiera transmitir este mensaje a mi hijo. Aún no se como hacerlo. Solo se, que de mi ejemplo el aprenderá. Si es eso lo que él decide hacer.

LOS HIJOS

Tratamos de cuidar a nuestros hijos de todo peligro existente. Le advertimos de hablar con extraños, de correr, de subir a un árbol, de comer dulces, de fumar, de tomar alcohol, de tomar poca agua, de juntarse con otros niños. Tratamos, en base a nuestras creencias, de formar su vida, de modo que sean mejores que nosotros. De modo que no pasen las tristezas que nosotros hemos vivido. De modo de evitarles sufrimientos innecesarios.

Pero, nos olvidamos que la vida que están viviendo es de ellos, no nuestra. Vienen a través nuestro, pero no son nuestros. No son robots a los que podamos entregarle un programa determinado a seguir. No me mal entiendan, es obvio que debemos enseñarles que cruzar la calle corriendo podría significar un accidente o muerte. Eso es distinto a obligarlos a cruzar la calle solo con nuestro permiso a los 18 años. De esta forma no le estamos entregando las herramientas necesarias que le permitan tomar las mejores decisiones cuando deban hacerlo.

¿Cómo aprenderán a seguir sus instintos, a escuchar a su corazón, si nosotros no los escuchamos?

¿Cómo podemos esperar que ellos tomen las mejores decisiones (para sus vidas) si no confiamos en ellos?

Tenemos que enseñarles a confiar en ellos mismos. No podemos vivir la vida por ellos, así que lo mejor que podemos hacer es mostrarles las diferentes opciones disponibles y confiar en que hagan una elección que les haga felices. Sin culpa. Sin manipulación. Son nuestros hijos, lo que más amamos en el mundo. ¿Por qué querríamos manipularlos?

¿A nosotros nos gusta que nos manipulen?, me parece que no.

Nuestras creencias pueden afectarlos en una medida que no somos capaces de aceptar ni reconocer. Nuestros miedos pueden paralizarlos si son traspasados. ¿De qué manera podemos evitar hacerlo? Confiando en ellos. Confiando en la vida. Confiando en que todo tiene un por qué. Y que cada experiencia que hemos vivido ha sido para mejor. Nuestro camino, aun cuando no lo percibimos, nos lleva a aprender. A mejorar. A ser mejores de lo que fuimos antes.

Es mi percepción. Es mi forma de creer en la vida. No lo escribo para que tú me creas. Lo escribo porque para mi es real. No es mi intención hacerte cambiar de opinión. Mi única intención es hacer que te hagas preguntas. Nada más. Simplemente que te cuestiones. Que lo cuestiones todo. Que no creas nada de lo que digo. A fin de cuentas, esta vida que decidí seguir es mía. No tiene que ser igual para nadie más. No intento que lo sea. Solo escribo por el mero hecho de sentir placer al hacerlo. Además me permite pensar. Cuando escribo, es como si hablara conmigo misma. Me converso, me leo, me percibo, me escucho, me cuestiono. Me disfruto.

Santiago, 04 de Octubre de 2016 (16:36 horas)

DEPENDENCIA

De todo este proceso que he vivido en los últimos años, lo peor ha sido la dependencia. Creo que es lo único que no debí permitir que sucediera. Comprendo porque sucedió. La falta de amor por mi misma causo un vacío caótico que solo podía ser llenado por lo que yo creí era amor. Ese mal entendido cariño que las personas llamamos amor y que solo puede compararse con su sombra si es que pueda compararse con algo. Esa dependencia emocional sino es lo más horrible debe estar muy cerca del caos.

Esto no tiene nada que ver con el amor real.

Por una parte tú quieres que tu contraparte entregue lo mismo, quieres en realidad manipularlo hasta tal forma que ambos queden enlazados con una cadena y un grillete al pie, de modo que no puedan separarse.

Esto está lejos del amor. Esto proviene del egoísmo.

De querer “algo” solo para nosotros y que ese “algo” no mire, no necesite nada más.

El amor no es esto, el amor no es dependencia emocional o económica, ni cualquier otra forma de dependencia.

El amor es libertad. Cuando tú elijes estar con alguien y eres correspondido, de ninguna forma tienen una obligación adquirida.

Lo hacen de común acuerdo. En forma libre y espontánea, que durará hasta que ambos decidan.

Y si eso se acaba, que sea de la mejor forma posible. Siempre conlleva un aprendizaje. Hay que ser lo suficientemente maduro para darse cuenta si se está bien o mal en una relación y de la misma forma hay que ser consciente si se está por comodidad (o costumbre) o porque aun existe un auténtico deseo de permanecer unidos.

Más aun, siempre nos cruzamos con alguien por un motivo superior además del aprendizaje mutuo. Cuando el aprendizaje llega a su fin se hace necesario revisar si esa relación sigue aportando algo a tu vida.

Puede que sí, porque unidos son más que dos. O puede que no, porque nada queda en común.

De la forma que sea, es importante darse cuenta de lo que sucede realmente entre ambos.

Por otra parte, si fue una relación basada en manipulación, siempre terminará mal. La parte manipulada siempre se sentirá traicionada y quién manipuló puede o no sentir culpa. De cualquier modo, tratarán de buscar la misma instancia para repetir lo mismo una y otra vez.

De esta forma es muy difícil continuar con la vida. Porque se vive en una ilusión difícil de superar.

Solo en un estado de silencio, que te permita mirar dentro de ti, saber quien eres, conocer tus sueños, quien eras antes del cambio o quien deseas ser a partir de ahora, solo entonces puedes retomar el camino.

Pero en este proceso se va tiempo, y quedan cicatrices que más tarde pueden interferir en tus relaciones. De ahí la importancia de dedicar tiempo, intención y esfuerzo en sanar heridas que pudieran quedar en tu corazón, en tu alma.

Como sea que decidas vivir, la mejor forma es siendo transparente.

No solo con tus futuros compañeros, si no contigo misma.

No hay peor engaño que el autoengaño. Después buscas culpables fuera de ti. Entonces les entregas poder sobre tu vida a otros. Te vuelves dependiente y justo aquí es cuando pierdes tu poder. El poder de cambiar tu vida. Porque te has creado la ilusión que en tu vida los demás deciden por ti. Deciden si eres feliz o no, deciden que opinión debes tener sobre un asunto, deciden si estás gorda o flaca, si estás en lo correcto o equivocada. Toman el timón de tu barco, mientras tú te quejas y esperas que ellos tomen decisiones por ti.

Recuerda. Si no eres feliz con tu vida. ¡Cámbiala!

No pidas que el otro cambie porque no lo hará. En tu mundo tú eres el que decide.

No permitas que tú vida se te escape de las manos a pasos agigantados. Porque un día podrías darte cuenta que han pasado los años y no has hecho nada de lo que tú querías solo por culpar a los demás, a las circunstancias, a la vida o al que prefieras. No existe ninguna razón para que se te vaya la vida en algo que no quieres.

¿No te gusta tú trabajo? ¡Busca otro o créalo tu!

¿No eres feliz con tu pareja? ¡Haz algo al respecto!

¿No te gusta tu vida? ¡Hazla mejor!

No necesitas la excusa de la falta de dinero. Porque no es ese el motivo por el cual estás viviendo del modo en que lo haces. Cuando elegiste todo lo que has decidido lo hiciste sin estar consciente, ahora que ya lo sabes, hazlo con consciencia. Si por el momento no puedes hacerlo, tómate tu tiempo. Un paso a la vez.

Ámate, ama lo que no puedes de momento cambiar. Acéptalo. No intentes cambiar a los demás, porque es tu percepción la que debe se modificada, es la forma en que vez lo que vives lo que debe ser modificado, con eso automáticamente cambiará lo demás.

Puede que continúes con la misma pareja pero parezca “cambiada”, porque ha cambiado tu actitud hacia él o ella, y eso le permitió cambiar su actitud. O bien, puede que esa pareja ya no entré en tu vida, porque ha dejado de ser lo que tu quieres en realidad. No lo sabes.

Pero la consciencia sabe lo que es perfecto para ti en determinado momento. No dejes que los demás influyan en ti, ni siquiera yo. No soy ejemplo de nada. Lo que escribo está basado en mis experiencias, es lo que vivo día a día y que me complace en entregar si sirve a alguien, pero no porque desee cambiar a esa persona sino por el mero hecho de entregar a conocer mi historia, mis conversaciones conmigo misma. Si sirve o no a alguien, no es mi problema, está fuera de mis pretensiones.

La vida pasa rápido, no quiero levantarme un día y descubrir que no hice lo que tanto quería por perder el tiempo confundida porque alguien me dijo algo que no me gustó, o porque el papá de mi hijo no se comporta como yo quisiera que lo hiciera. O porque según yo, no tengo el dinero suficiente para pagar lo que pienso que me hará feliz. No se puede perder el tiempo por si acaso sucede algo.

Si decido hacerlo tengo que tener la claridad de lo que me motiva hacerlo, para luego no culpar a otro por lo que suceda. No sería justo. Si hago algo es porque quiero hacerlo no por obligación.

Al final de cuentas, cada quien se hace cargo solo de aquello que decide hacerse cargo.

No solo hablo de la dependencia emocional.

Has todo lo posible por no depender económicamente de nadie. Más aun, cuando has sido independiente toda tu vida. Si te acostumbras pierdes mucho tiempo. Y si sucede, bueno, aprende. Observa ¿para qué estoy viviendo esta situación?, intenta descubrirlo. Cuando lo hagas podrás salir de esa situación extrema que has decidido vivir para aprender algo.

Algo que no habrías aprendido de otra forma.

Ya sabes lo que dicen, decisiones extremas para situaciones extremas.

SOLEDAD

La soledad más terrible es la del alma.

Pero la soledad como decisión autónoma y soberana no es un problema. Puedes estar rodeado de muchas personas y aún sentirte solo.

No tiene que ver con cuantas personas estés. Tiene que ver con lo que llena tu alma. Tiene que ver con el amor que tienes por ti mismo. Tiene que ver con si las decisiones que tomas a diario te hacen o no feliz. Tiene que ver si vives la vida que quieres vivir o una prestada, o peor aun una autoimpuesta.

¿Como vives? ¿Eres feliz? ¿Estás viviendo la vida que quieres vivir?

ALGUNAS VECES ME PREGUNTO LO MISMO.

En estos años decidí mantenerme al margen de las relaciones amorosas. Tenía miedo y sentía que no estaba preparada para comprometerme con nadie que no fuera yo misma.

Me había descuidado tanto, que no sabía quien era esa del espejo.

A pesar de la presión social que me indicaba buscar una pareja, porque ya había pasado suficiente tiempo, decidí esperar.

Porque aún no estaba preparada. Porque quería sanar cada herida. Porque no estaba segura de mi misma. Porque aún no me amaba como deseaba amarme.

Porque no quería volver a cometer los mismos errores y quería estar segura de no hacerlo.

Porque aún vivía con miedo.

Porque aún faltaban cosas por solucionar.

Así fui buceando en mis antepasados, en mi historia y en la de mis padres y abuelos. Conocí historias que no tenía idea que habían sucedido, me interese por la forma de vida que tenían ellos, y entendí porque vivía de la forma en que lo hacía. Comprendí de donde vienen mis miedos y mis creencias. Entendí porque tomé decisiones que me parecieron correctas en algún momento. Las que más tarde logré erradicar o cambiar.

Si no hubiera hecho este recorrido no habría entendido cual es el origen de mis problemas actuales. Todos ellos se han convertido en posibilidades de mejorar mi vida. No han terminado.

Y agradezco su existencia, porque me han ayudado a entender. A comprender mí historia.

Santiago, 14 de Octubre de 2016

MIEDOS

Entendí que el peor enemigo que puedo tener, soy yo misma.

He dejado de tomar decisiones mil veces en mi vida. Las más importantes me han obligado a actuar, en vez de tomarlas con tiempo, paciencia, calma, me he dejado estar, y solo cuando las situaciones son extremas logro tomar una decisión urgente. Que por supuesto no es para nada inteligente y me ha llevado a un problema peor o a un panorama nada aconsejable.

Si tan solo lo hubiera hecho antes. ¿Por qué no lo hice?, porque tenía miedo.

Miedo a todo, miedo al que dirán, miedo a lo que piensan los otros, miedo al ¿qué pasará?, miedo al futuro, miedo a estar perdida en mi mente, miedo a perder, miedo a ganar, miedo a soltar, miedo a equivocarme, miedo a todo.

Cuánto más miedo menos capacidad de respuesta. Cuánto más miedo menos reprimendas.

Cuánto más miedo más control. Cuánto más miedo menos cambios. Más estabilidad.

Cuánto más miedo conocido, menos miedo por conocer. Porque evita hacer cosas que son necesarias, a veces nos facilita el seguir sobreviviendo. Pensando que si no tomamos una decisión, las cosas quedarán intactas, las situaciones y las personas no se moverán, y el no cambio que se produce permite estar en un estado de PAUSE. Porque no decidir implica que no hay cambio de la situación, y no se produce un posible error.

Miedo a equivocarse. “¡Si no vas hacer algo bien hecho, mejor no lo hagas!”, la frase retumba de vez en cuando en mi cabeza. La frase que taladraba en mis oídos desde que tengo uso de razón hasta que me permití no escucharla más. Pero quedó ahí, como un fantasma. Que se activa cada cierto tiempo. La reconozco perfecto. La evito. La detesto. La escucho. Dejo que se oiga como un eco y luego se desvanece.

Pero estamos equivocados. El estado en el que nos encontramos requiere tomar decisiones. Porque si nos estamos quejando de algo que nos sucede es porque no nos gusta. Y la única forma de cambiarla es tomando decisiones. Aun cuando esto nos provoque un estado de angustia, un estrés por el cambio. Por no saber que sucederá. Por no tener la certeza de que todo cambiara para mejor. Porque no sabemos que podemos estar mucho mejor de lo que estamos y tenemos miedo de lo desconocido. Porque a pesar de todo, si las cosas no cambian, estamos en un estado de mediano confort por saber precisamente a que atenernos. Es un estado conocido. En ese estado nos hemos movido durante bastante tiempo. Y nos acostumbramos.

Lo peor es acostumbrarse, porque no podemos ver lo mal que estamos. Solo sabemos que lo que vemos o sentimos no nos gusta. Sabemos que queremos otra cosa, pero no sabemos que es con exactitud. Porque no vemos con claridad las cosas. Distorsionamos lo que vemos. Lo que percibimos. No somos capaces de darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo con solo sobrevivir.

Los miedos vienen de las inseguridades. Las que fueron enraizadas en nuestro inconsciente cuando fuimos niños. Las que deben ser reconocidas y aceptadas para poder integrarlas y superarlas. Porque solo de esa manera podemos destruir su efecto maléfico. Son fantasmas mentales solamente. No son reales. Pero nosotros las vemos reales porque están ahí desde siempre. Sin darnos cuenta de su existencia, hasta que en algún momento ponemos nuestra atención en ellas. Y las descubrimos. Luego tenemos que ver de donde nacen. ¿Quién las puso ahí?, ¿Desde cuándo viven en nuestra mente?, ¿Cómo nos afectan?

Si logramos mirarlas cara a cara, si tan solo vencemos el miedo de mirarnos en un espejo, se nos mostrará la verdad de las mentiras en las que hemos vivido durante nuestra vida.

¿Cuáles mentiras?, las de creer que no somos valiosos, las de pensar que somos malos, que nos equivocamos cada vez que nos atrevemos a decidir algo, o que no valemos nada, o que no somos queribles, apreciables o adorables, las que nos hacen pensar en lo pequeño que somos y lo mal preparados que estamos. Las que nos engañan cuando creemos que no somos importantes para nadie.

Las que nos dicen que no podemos hacer lo que queremos, que no podemos vivir de lo que soñamos, que no somos suficientemente buenos para alguien o para algún cargo. Esas que nos mienten mientras se ríen a carcajadas de nuestra pequeñez, de poder engañarnos. Con mentiras. Esas pequeñas creencias que se vuelven grandes por sus efectos solo porque les damos el poder para creerse verdaderas, reales. Pero que en realidad son solo fantasmas. Porque es falso que somos pequeños, poco valiosos, malos.

La verdad es mucho mejor que eso.

La verdad es que somos maravillosos, perfectos, grandiosos, que somos capaces. Que somos queribles, amables y adorables. La verdad es que nuestro potencial es tan real y tan enorme que no podemos ni creerlo. La verdad es que no existe equivocación sin aprendizaje. La verdad es que un “error” solo puede ser una oportunidad de cambio.

La verdad es que somos merecedores de todo lo bueno que seamos capaces de imaginar. Hemos estado tan perdidos, tan ocultos de nuestras propias capacidades, que nos cuesta mucho imaginar algo mejor para nosotros. Pero en cuanto tomamos una decisión, comenzamos con el cambio. Estas capacidades, esta creatividad se hace cada vez más grande. Y comenzamos a recorrer un camino maravilloso que solo creíamos posibles en nuestros mejores sueños.

No permitas que nadie intervenga con sus creencias basadas en el miedo cual es la mejor forma de cambiar tu vida. No te permitas ponerte trampas para realizar tu camino. Porque lo hacemos sin darnos cuenta, condicionados por nuestras antiguas creencias. Cámbialas, porque es la única manera que conozco para vivir una vida mejor. No me creas. Solo experiméntalo por ti misma.

Aun cuando sientas miedo. Aun cuando sientas angustia y ansiedad. Deja que estén ahí, es la forma que tienen tus antiguas creencias de aferrarse a lo que queda de tu yo antiguo. Porque ahora estás cambiando. Porque ahora estás tomando nuevas decisiones que te harán un ser humano libre.

Un ser lleno de alegría por vivir. Un ser con ambiciones, con perspectivas, con proyectos, con hambre de vivir. Un ser que ya no se conforma solo con lo que le tocó vivir, sino que es capaz de crear su propia realidad.

Deja que sigan ahí, tus miedos pronto se harán nada, dejarán de existir. A medida que avances, se esfumarán y despertarás un día sabiendo perfectamente que no existen. Y en su lugar habrá sin lugar a dudas, la certeza de que todo en tu vida es perfecto. Porque has decidido lo mejor para ti. Sin importar lo que opinen los demás. Solo sabiendo que lo que has decidido es para tu bien- estar.

Sabiendo que son tus decisiones las que han creado tu nueva vida. Una vida plena y llena de alegría, porque está basada en tus decisiones, en tus nuevas creencias. En esas que te permiten optar por una vida mejor en todos los sentidos. Esas creencias que te dicen cada vez que te miras en el espejo lo hermosa que estás, las que te susurran al oído al dormir que estás con la persona correcta porque el amor no duele, porque el amor no hace daño, porque el amor no golpea, no insulta, no engaña, porque el amor saca lo mejor de ti. Porque te hace una mejor persona.

Aquellas creencias que te hacen llegar lejos porque la primera persona que cree en ti eres Tú.

Esas creencias que te permiten entender que no tienes límites. Que todo lo que seas capaz de imaginar es posible crearlo. Que todo aquello que quieras en tu vida es factible de tenerlo, solo porque tú crees que así es. Y no se trata solo de creer. Es certeza de que así es.

No porque yo lo diga. Si no porque tu lo crees posible. Y esa sola instancia es la que permite que sea real. Tendrás la vida que te has podido imaginar cuando creas que es posible. No con magia, no por casualidad. Sino porque todo es posible cuando tu crees que es posible.

COMUNICARSE CON UNO MISMO

Existen diferentes formas de comunicarse con uno mismo. Tú debes aprender cual es la forma que te acomoda a ti. A mí por ejemplo, me sirve escribir. Cuando lo hago el mundo se acaba literalmente, solo existe el computador y yo. Las palabras surgen solas y ni siquiera soy consciente de ellas. Se escriben automáticamente la mayoría de las veces. Otras, cuando lo hago para votar las emociones que me atosigan, solo escribo y las palabras dicen todo, yo no hago nada.

De alguna manera sale todo expresado de esa forma. Cuando no tengo tiempo o no soy consciente de lo que me pasa, lloro. Pero esa forma de desahogarme es temporal. La escritura para mí, resulta mas intenso, más duradero.

Hay quienes les resulta expresarse a través de la pintura. Les encantan los colores, y logran obras de arte. Los niños naturalmente lo hacen, luego lo olvidan condicionados por lo que decimos los adultos. Si tan solo los dejásemos crear a sus anchas.

Pero la pregunta es ¿Que te motiva a ti? ¿Con qué vibras? ¿Qué es lo que te hace más feliz? Lo has pensado alguna vez, ¿te has detenido a pensar? Hoy en día cuesta mucho hacer esto dicen algunos, por todo lo que significa la vida actual.

Pero, te has preguntado ¿por qué te permites entrar en esa locura?, te has cuestionado si ¿esta vida es lo que quieres?, ¿en serio quieres llevar esta vida? ¿De ésta forma? Si te gusta está bien, es tu decisión. Yo no digo que sea buena o mala. Es tu vida. Y punto.

Pero para aquellos que no están de acuerdo, para ellos que se quejan por levantarse de madrugada, llegar corriendo a un trabajo que no les agrada mucho, por un sueldo que les agrada mucho menos, para poder pagar las cuentas del mes y dedicar tantas horas a un trabajo que ni siquiera te hace feliz, que te hace llegar tarde a casa no pudiendo disfrutar de tus hijos, si no estas de acuerdo con eso, entonces vamos a cuestionar que para eso sirve la cabeza, entre muchas otras cosa.

¿Estás mal humorado, a, con frecuencia? ¿Sientes cansancio la mayor parte del tiempo?, ¿sientes que estas estresada?, ¿sientes que no quieres hablar con nadie de nada y ojala no hacer nada?, o eres de las personas que se levantan cada mañana felices, miran por la ventana y sienten la luz del sol, ven el paisaje maravillosos del árbol fuera de tu casa, y escuchas a los niños sonreír y sientes deseos de reír con ellos.

Si eres de los primeros, entonces hay que echar un ojo a lo que esta pasando en tu vida. ¿Que es lo que te tiene de esa forma?, pregúntate, cuestiónate, ¿estas haciendo lo que mas quieres hacer en tu vida? ¿Vives con la persona que te hace feliz? ¿Entregas lo mejor de ti?, o solo entregas una parte de ti.

¿Sientes que te falta tiempo para hacer todo lo que quisieras? Y ¿sabes lo que quieres?

Si no lo sabes es tiempo de dedicarte tiempo de calidad contigo mismo. Descubre que es lo que te hace feliz. Si, ya se, pero es que hay cuentas que pagar y no puedo dejar de trabajar porque perderé tiempo, lo entiendo.

Pero, si tú no tienes tiempo para ti mismo, que eres la persona más importante para tu mundo, porque tú eres el que crea tu mundo, entonces ¿quien crees que tendrá tiempo para ti?

Todo comienza por casa. Es decir, por uno mismo. Tú tienes que hacer un espacio mínimo todos los días para ti. Para disfrutarte, para conocerte. Para hacer lo que quieres hacer. Para descubrir que es lo que te gusta hacer. Si tú no te conoces, no esperes que los demás te conozcan. Porque lo que estas representando es solo una parte de ti, quizás la imagen que te guste proyectar, pero esa imagen no eres tu ni en una milésima parte. Así que mírate, obsérvate, como reaccionas ante los demás, que haces cuando un niño llora, o ríe, que haces cuando caminas y el sol te pega en la cara, que haces cuando el viento desordena tu pelo, que haces cuando el agua del mar te moja los pies, ¿te gusta?…¿te disgusta?….¿por qué?…¿es agradable o no?…¿te gusta caminar descalzo en el pasto?…¿te permites caminar descalzo por el agua o por la tierra?….¿te sacas los calcetines para sentir el viento en tus pies después de correr?…¿corres?…¿andas en bicicleta?…¿hace cuanto tiempo no haces esas cosas?….¿que haces cuando llueve?…¿te molesta la lluvia?…¿y los días de verano que te parecen?…¿cuando encuentras un libro lo hojeas? ¿Lo terminas?…¿por qué?…¿cuando te vas de carrete con los amigos…te embriagas hasta no recordar como llegaste a tu casa?…¿con que frecuencia lo haces?….al día siguiente….si te has emborrachado….¿te levantas después de las 2 de la tarde?….¿alcanzas a recuperarte?…porque recuerda el lunes vuelves a la rutina. ¿O no?

Como sea, ¿sabes quien eres? Tú no eres solo tu nombre. El nombre es el que te pusieron tus padres. Pero tú sabes ¿quien eres?

Si no lo sabes, ya tienes por donde comenzar.

Sabiendo quien eres, algunas decisiones en tu vida serán más fáciles. Porque poco a poco harás más cosas que te gusta en realidad, y menos que te hacen daño.

¿Has sentido lo rico que es comer un pan con palta?….a mi me encanta. Puede que a ti no te guste tanto como a mí. Pero, ¿tu sabes que te gusta saborear?….El helado de vainilla es mi favorito, junto con el de menta, albahaca y naranja…..Y el tuyo…¿cual es?

Después de conocerte a ti mismo, desarrollas una especie de instinto que permite darte cuenta que es lo que les gusta a las demás personas que te rodean. Es agradable porque ellas notan el cambio.

Otra forma que tienes para descubrir quien eres, es observar a tu alrededor. Por ejemplo, la gente que te rodea, ¿es relajada?, ¿es agresiva?, ¿es amorosa? ¿Tienes buenos vecinos? ¿O son todos peleadores?, tu jefe o tus compañeros de trabajo, ¿son personas honestas? ¿Agradables? ¿O no?

Tu pareja, ¿como es?, ¿te miente?,¿ te roba?, ¿es floja?…..¿o es una persona maravillosa?….Tus hijos, ¿como son?…¿desordenados, rabiosos, tranquilos…?

Todos ellos son espejos de ti. Observando que hay a tu alrededor, te darás cuenta que estas proyectando. Todos ellos son bendiciones que te permiten ver que es lo que tienes que trabajar en ti. Agradece su existencia, su permanencia en tu vida, porque ellos permiten ver afuera lo que tú no puedes ver adentro.

Gracias a que tú piensas de uno u otro modo, ellos se manifiestan en tu vida. Si tu quieres que cambien de actitud, eres tu el que debe hacerlo, porque ellos son solo espejos tuyos.

Si siempre te encuentras con personas amables, sonrientes, agradables. Es por que tú estas proyectando esa imagen al Universo y este te responde con lo mismo que tú estas generando.

Si tu andas por la vida pateando la perra como se dice en buen chileno…¿que crees que te llegara de vuelta?

Yo solía pensar que el papá de mi hijo tenía una mala actitud ante la vida, vivía pensando que todo el mundo lo quería perjudicar, que nadie era honesto, que todos los trabajos buenos ya estaban elegidos para alguien más. Ahora me sonrío. Porque no me daba cuenta que era mi actitud la que estaba viendo reflejada en él. Y él estaba ahí solo para mostrármelo porque yo no era capaz de ver esa actitud en mí. Vuelvo a sonreírme porque me doy cuenta de nuevo, que la que estaba pensando en eso era yo. Cuando lo dejo de hacer (aún caigo en lo mismo un par de veces al año), Él cambia…..su actitud cambia…y me da risa, porque me pregunto ¿y a este que le pasó?, ¿estará enamorado?….cuando en realidad, la actitud que cambio fue la mía, y el recibió el mensaje de mi cambio de actitud.

Esto sucede porque todos estamos conectados. Y al estarlo cada pensamiento que emitimos modifica la actitud de los demás. Es decir, todo lo que pensamos SI afecta a los otros.

Por este motivo es de suma importancia cuidar, vigilar, con atención los pensamientos que tengamos hacia los demás y hacia nosotros mismos.

No te ha pasado alguna vez que llegas a una parte y sientes que la persona que te está mirando es desagradable, y te acercas por algún motivo y efectivamente es desagradable.

Que pasaría si en vez de emitir ese mensaje, ese pensamiento, dijeras en tu mente, que agradable, todas las personas se ven felices, espero que esta persona que me atenderá tenga un hermoso día, se ve muy agradable.

Has la prueba, solamente hazlo. Te darás cuenta del resultado, como modificas la forma de ser de esa persona tan solo porque tu pensamiento fue diferente, y ella recibió el mensaje. Porque todos estamos unidos, todos somos uno. Si tú emites un juicio contra otra persona, de igual forma te enjuiciaran a ti.

Has la prueba, nada más. No tienes por qué creerme.

Santiago, 05 de Octubre de 2016

ESPEJOS

Cada día que pasa no dejo de sorprenderme por la veracidad de los espejos. Después de mi reunión el día de ayer con Priscila fue más patente todo.

No siempre estoy impregnada con la conexión que quisiera, pero hay momentos en los que nada me desconecta. En esos momentos me siento unida al todo. Así de simple. Unida y el tiempo desaparece. El tiempo se dilata o deja de percibirse de tal forma que las horas ya no existen.

Tengo tiempo para todo, alcanzo hacer más de lo normal. Existe una sincronía perfecta que permite una estrecha colaboración entre lo que sucede y lo que hago. Hasta los semáforos están alineados. Es cuando uno dice: ”todo fluye”. Las palabras son adecuadas, las personas que topas son las precisa, las sonrisas están a pedir de boca…todo es sencillamente perfecto.

Cuando logro ese nivel de conexión, puedo ver con suma facilidad los mensajes del otro, que no es otra cosa que yo misma. Incluso mi mente se aclara, y no necesito ver espejos. Porque todo está claro en mi mente.

Cómo quisiera estar siempre conectada. En este mundo es difícil. Por la cantidad de distracciones a las que uno trata de hacer el quite.

De todas formas, los espejos son herramientas útiles para ver lo que tenemos que modificar en nuestras vidas. Son mensajeros de la consciencia, que nos permite ver en otro lo que nos sucede a nosotros. Si tenemos que tomar una decisión por ejemplo. Porque nos permite ver desde afuera el problema (como pensamos que le esta pasando al otro) es más fácil ver desde afuera, sin emociones comprometidas, una situación que requiere solución urgente. Claro está, que para darnos cuenta de esos espejos, debemos permanecer alertas. Porque cada persona es un espejo.

Existen otros mensajeros, como una canción en la radio, un letrero que llama nuestra atención, una película en la televisión, una oración en una revista, una llamada cuando pensábamos en alguien, etc.

Si tomamos consciencia, de que es lo que estábamos pensando, sintiendo o diciendo en el momento en que percibimos el mensaje, podremos tomar atajos que nos lleven a un estado de bien estar. En vez, de tozudamente pasar mil y una vez por la misma situación sin darnos cuenta del para qué sucede esa situación.

Santiago, 11 de Octubre de 2016

DECISIONES

A pesar de todo lo expuesto, debemos considerar que cuando hay que tomar decisiones, hay que hacerlo de la mejor manera posible.

En mi vida las peores decisiones que he tomado han sido en épocas de confusión mental. Cuando siento rabia, dolor, cansancio, euforia, o a la rápida. Jamás tomes una decisión importante en cualquiera de estos estados. Cuando no podemos hablar desde la razón mucho menos del corazón.

Hay días oscuros, todos los hemos tenido. Pero también hay de los otros. Los días buenos. En ambos casos, existe una tendencia natural a seguir y en ninguna de las dos podemos considerar un estado óptimo para tomar decisiones drásticas o importantes. Por lo tanto, lo que debemos hacer es serenar nuestra mente, nuestra actitud debe ser la que se dispone a tomar una decisión (no podemos esperar tomar una decisión friendo papas fritas), porque o nos quedaran crudas las papas o tomaremos una pésima decisión.

No pasa nada si te sientas, te relajas, dispones un lápiz y un papel por si acaso los necesitas, y te dispones a tomar esa decisión que a veces quitan hasta el sueño.

No hay nada más perturbador que los problemas económicos. Pero no puedes esperar solucionar estos problemas si en medio de ellos, están los chicos gritando como si se fuera acabar el mundo, o en medio de una fiesta de los vecinos, o en medio de una crisis de llanto por lo desafortunado de tu estado.

Siempre debes considerar una forma tranquila, un espacio en el que te permitas ser creativo. Porque de lo contrario verás solo las calles sin salida de un laberinto. Y para tener una mente creativa se hace necesaria la tranquilidad, la paz mental que añoras.

Puedes considerar darte un pequeño permiso mientras dura tu meditación que te permitirá una forma diferente de ver las cosas. O dejar de pensar en el problema por este tiempo en que te permites conectarte contigo misma. Tú eres la única persona capaz de saber exactamente el tamaño del problema. Pero sin duda otros podrían facilitarte el proceso. Siempre y cuando consideres que ellos no son la solución del conflicto, aunque si facilitan el termino del mismo. Personas de confianza que te quieran pero que no quieran manipularte. Quizás alguien que sea profesional del área.

Si cierras los ojos a los problemas, te aseguro que no desaparecen. Hay que tener la confianza necesaria para saber que son temporales, y que no son el fin del mundo. Siempre puede haber más de una solución a los conflictos, pero en medio de nuestro caos mental es muy difícil ver las posibles soluciones. Y terminamos llorando en un cuarto sin que nadie nos vea, abrazados de un cojín, mientras nos quejamos de lo que nos está pasando.

No olvides que fueron nuestras propias decisiones las que nos llevaron a ese estado y serán nuestras mismas decisiones las que nos saquen de él. Buenas o malas, con o sin querer, somos nosotros los creadores de estas circunstancias. Pero también somos los que daremos solución al mismo. Entender nuestra responsabilidad en el conflicto nos empodera para poder darle solución.

Muchas veces me sentí superada por mis problemas económicos. Creyendo ver unos monstruos enormes que me venían a visitar mientras dormía y que me despertaban con crisis de pánico, o peor aun convirtiendo mis miedos en crisis asmáticas, que apenas lograba contener con los inhaladores de turno.

Hoy me percate que son todas somatizaciones de mi cuerpo por el estrés que estoy viviendo. Siempre me enfoqué en lo que me estaba sucediendo, en lo que tenía que pagar, y en los días de atraso, en los intereses a cancelar, en lo mal que me estaba yendo al conseguir trabajo fuera de mi casa o la baja exponencial de mis clientes en mi propia empresa. Pero solo hasta hoy, me doy cuenta que mi atención estaba mal enfocada. La atención debe siempre estar puesta en la solución del problema. Y que este problema no es un problema en si, sino la oportunidad de cambiar de forma de pensar, la maravillosa posibilidad de poder explorar áreas de mí que no conocía. La forma de trasmutar un problema en una posibilidad radica en la creencia que tengo en mis propias habilidades. Todos podemos trasmutar los problemas en posibilidades. Pero solo algunos creemos que podemos hacerlo. Otros simplemente no lo saben. O lo han olvidado. Yo tuve que escuchar a mi terapeuta decir: “En lo profesional te has desarrollado muy bien, pero lo has olvidado”….para darme cuenta que en realidad yo nunca me había creído el cuento, que a pesar de todo lo que había estudiado, de todo lo que había experimentado estos años laborales, en mi propia vida, no habían servido para nada. Tan poca consciencia de mi misma, que no me había permitido ver el cuadro general y solo me enfocaba en los problemas que había tenido en uno u otro lugar. Mis recuerdos habían sido siempre seleccionados con cuidado, y solo permitían observar una parte de todo lo que he vivido. ¿Cuál parte?, la negativa. Ahora que lo veo con claridad estoy decidida a cambiar mi rumbo.

¿Por qué solo elegir ver esa parte negativa?, Simple condicionamiento familiar. Sin darse cuenta todos tenemos programas asociados que ejecutamos cuando nos encontramos en ciertas situaciones en la vida. No somos conscientes de ello, pero cuando se combinan ciertas situaciones, de pronto son activados nuestros programas y tomamos las mismas decisiones que acostumbramos, provocando las mismas situaciones a las que nos enfrentamos. La única forma de romper con ésta forma de actuar, es tomando consciencia de nuestros programas. La única forma de darnos cuentas cuales son los programas que nos condicionan es observar cuales son las situaciones que se repiten en nuestras vidas. Y preguntarnos de donde vienen estas formas de actuar.

Por lo general, no somos conscientes de la forma que tenemos de actuar o responder ante un estímulo. Pero es de vital importancia preguntarse ¿Qué me hace responder de tal o cual forma? ¿De dónde nace ésta creencia? ¿Por qué siempre repito este mismo panorama? ¿Por qué siempre me pasa lo mismo? ¿Para qué vivo esta situación?

Solo si somos capaces de observarnos, aprenderemos de nuestro comportamiento, y podremos cambiarlo.

No podemos conformarnos con vivir la vida pensando en que esto es lo que nos tocó vivir.

Nosotros creamos estas situaciones. Nosotros podemos modificarlas. Nosotros podemos elegir.

Resumiendo:

Primero modifico mi lenguaje. No existe un problema, existe una posibilidad de hacer las cosas distintas de la forma en que las hacía. Para obtener mejores resultados por supuesto.

Segundo, dispongo de la información que me permita ver claramente los antecedentes que son objeto de la situación en cuestión. Junto con esto debo definir que es lo que quiero lograr.

Tercero, teniendo claro el panorama general, podemos enfocarnos en las posibles soluciones. Sin juzgar, sin cuestionar, sin implicar emociones. Sin poner límites. Una cascada de ideas nos permitirá encontrar soluciones creativas que no habíamos considerado anteriormente. Si logramos ver más allá de nuestras limitaciones mentales, estaremos dando un paso sumamente importante.

Cuarto, elegir una de esas opciones y ejecutarla.

El poder de elegir entre una forma de actuar y otra, es solo nuestra. No endosemos a otros nuestro poder.

Santiago, 19 de Octubre de 2016

ALGO DE CALMA

De pronto, todo en calma.

Un espacio tiempo inexistente. Infinito, perdurable, que me sirve en su extensión. La paz de mi alma, ni el cansancio de las horas trabajadas ha mermado el silencio en el que mi alma se encuentra en este momento. Ni el frío ha alcanzado mi corazón. Me siento en concordancia conmigo misma y con el Universo.

Mientras manejaba esta mañana, de pronto me di cuenta del ¿por qué? de la experiencia de falta de dinero que experimento. Justo después de haber escuchado por enésima vez a Corbera. Simplemente se cayó el velo de mis ojos. De los ojos de mi entendimiento. “Si la vida me da limones, me hago limonada” Y, como él dice, solo supe. Entendí. Y como le agrada a mi mente, pensé, pensé y pensé, hasta que de tanto hacerlo, comprendí.

Vengo a transformar la información de mis antepasados. De mi padre, de mi abuelo paterno.

Hace unos meses, cuando hablé con mi padre de su vida, cuando me dediqué a escucharlo y conocerlo, porque nada sabía de su vida, me comentó que cuando era pequeño, salía con mi abuelo sin decirle nada a mi abuela, y se iban de paseo por las putas del pueblo. Eran más que padre e hijo, eran amigos inseparables. Compinches. Aliados. Ninguno contaba nada. Los dos eran hermanos de juerga. Y eso, no era aceptado por sus hermanos menores. Pero a él, le daba lo mismo. Estaba con la venia de su padre y era todo lo que importaba. Recuerdo que cuando era pequeña me pedía que le prometiera que mi primer hijo se llamaría Gustavo. Por suerte para mi, mi consciente o inconsciente lo olvidó por completo, y antes que tuviera la pequeña posibilidad de ser mamá, me alejé de él.

Vengo a reparar la información de mi padre. Él que nunca tuvo dinero en su vida, porque cada vez que llegaba su sueldo, lo despilfarraba. Mi madre solía decir que mi hermana era igual que él, que cada vez que recibía dinero tenía que pagarlo todo porque lo debía. ¡Cuánto horror me da tan solo ser consciente de las frases que mi madre decretaba para nosotras! Sin saberlo, por supuesto.

Trasciendo esa información al ser consciente de donde proviene esta forma de actuar. Aceptando la situación sin juzgarla, sin posicionarme en ella. La acepto y la observo sin juzgar. Solo con eso he trascendido la información. He modificado mi vida en un instante solo al ser consciente de la información que estaba escrita en mi ADN. Sin negarla, sin decir que no me gusta, que no la quiero. Porque si la rechazo volverá a mi una y otra vez.

Porque para eso me pasó a mí. Estar en quiebra. Para eso es que tomé las decisiones que tomé, para llegar hasta la situación que hoy me aqueja. Pero que ya no me quita el sueño. Porque logré encontrar la salida del laberinto. De ésta forma me libero, pero más importante, libero a mis hijos. Libero a mi árbol.

Ahora, atenta en adelante. Las consecuencias de éste acto de toma de consciencia.

Para describirlo de la mejor forma posible.

Están ahí, para trascender esa información de mi padre, mi abuelo, mi madre y quien sabe si alguien más. Sin importar, sin cuestionarlo, sin juzgarme. Lo acepto. Están ahí, y los acepto. Y curiosamente me siento en paz.

Estas decisiones de hoy, son las que me permiten estar en un estado de calma profunda. Siento el frío pero no molesta. No siento cansancio después de todo el día de trabajo. Siento que tengo fuerzas extras. ¿Esto es estar en coherencia? No pienso en el futuro ni en el pasado. Solo estoy aquí. Escribiendo, haciendo lo que más me gusta hacer. Tranquila.

Santiago, 26 de Octubre de 2016

VERSION SIN MIEDO

¿Quién soy yo sin miedo?

Mientras manejaba el día de ayer, no pude sacar de mi mente esta pregunta. Que parece muy simple, pero que cuando te la haces, abres una puerta difícil de volver a cerrar. La pregunta nació de la película que vi la noche anterior, con Will Smith y su hijo, una película que mencionó más de una vez Enric Corbera en su vídeos. Y que habla del miedo. Dice que el miedo es una invención que hemos puesto en nuestra mente. Que el peligro que enfrentamos es real, peligroso, pero que el miedo es una opción.

Todo el día le di vueltas al tema.

Me pregunto ¿qué puedo lograr sin miedo?

El miedo paraliza. Te pone una venda en los ojos y te hace dar vueltas en redondo sin dejarte avanzar. El miedo no te deja vivir, no te deja respirar, no te permite amar, te llena de prejuicios, te impone límites irreales, te convence que no eres capaz hasta tal punto que no haces nada por tu vida.

Dejas de soñar, dejas de creer, dejas de desear, dejas de pensar. No te das cuenta, pero cada día no vives, escasamente sobrevives. El miedo hace que culpes a otros de lo que te pasa a ti. El miedo que inventaste hace responsable a otros de tu bien-estar o de tu mal-estar. El miedo no te permite ser feliz. Simplemente no te permite SER.

No tienes ni la más remota idea de todo lo que puedes alcanzar, solo porque el miedo tapa tus ojos, cubre tus sentidos, y si tienes suerte lo identificas y te preguntas ¿qué pasaría si este miedo no existiera?, solo entonces puedes cuestionar su existencia. ¿Para qué lo has puesto ahí? ¿Para qué te sirve? ¿Cuál es su objetivo? ¿Es tuyo realmente? Si tan solo pudieras darte cuenta de todo lo que te limita.

Y sigo con la misma pregunta en la mente. ¿Quién soy yo sin miedo?

Algunas imágenes se vinieron a mi mente.

Poderosa. Creadora. Infinita.

Más preguntas. ¿Quién puedo ser sin miedo? ¿Qué puedo lograr sin miedo? ¿Quién soy realmente? ¿Cuál es mi potencial? ¿Hasta dónde puedo llegar? ¿Qué puedo sentir? ¿Qué puedo experimentar? ¿Qué puedo aprender? ¿Qué puedo imaginar? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo conocer? ¿Qué puedo crear?

¿Hasta dónde soy realmente capaz de llegar sin miedo?

No lo sé. Pero esas preguntas hacen que sienta deseos de comerme el mundo. Me da una sensación agradable de ser más. Como si algo dentro de mí se expandiera. Sin entender demasiado lo que sucede conmigo, decido experimentarlo. Decido crearlo en mi vida. No sé cual camino tomar, solo sé que deseo sentir más de lo que estoy sintiendo hoy. Más amor, más creación, más satisfacción, más de todo lo bueno que hay en este mundo. Es como si quisiera experimentar esta vida que tengo de una forma diferente, más a concho. ¿Más consciente? Y al mismo tiempo eliminar del menú el miedo a vivir.

Me pregunto entonces, ¿qué deseo experimentar?

Y viene a mi mente: LA VIDA.

Cuando cierro mis ojos solo veo caos. Miles de pensamientos de deudas pendientes, de llamados sin hacer, de juicios que no han sido hechos pero que yo creo que serán, cosas que creo debería estar haciendo en vez de perder el tiempo cerrando los ojos, personas y situaciones que no me gustan, escenas de películas, sonidos de gente trabajando y de los pájaros, motores en marcha, dolor de estómago, frío en mis pies y el sonido de mi respiración. Deseos de secar mi pelo y dormir mientras el sol comienza a entrar por mi ventana. De nuevo juicios.

Comprendo. Es angustia. Es la espera de que no llega el dinero que le pedí prestado al papá de mi hijo para pagar todas mis deudas. Para tener un respiro mientras logro entender este mundo y me decido a ganar dinero para poder pagar. Esa es la causa de este estado. Este no es un problema, este es una oportunidad maravillosa para trascender una información herencia de mis antepasados. Es la oportunidad que tengo de mirar la vida con otros ojos. Para crear una vida diferente.

Mi abuela materna era una persona sumamente frágil a mí entender. Sin embargo, con el paso de los años, me he dado cuenta que es imposible esa afirmación para vivir tantos años con esa calidad de vida y no morir antes.

Ciega desde que tengo uso de razón, pasaba sus días en soledad absoluta, mientras sus hijos y esposo trabajaban la tierra. Sus únicos acompañantes, las gallinas, patos, pavos y gansos, perros y gatos que junto a ella permanecían prácticamente todo el día. Ella cocinaba (la comida más sabrosa que he probado jamás), lavaba y mantenía todo listo a la hora de la llegada de los hombres. Era una empleada. Solo cuando llegaban las visitas de Santiago ella era libre de mandarlos a ver si las gallinas habían puesto huevos, o que le pasó al caballo del abuelo que relincha tanto. O ir a buscar agua al bajo en los baldes para poder tomar te. No le gustaba que salieran las visitas de paseo. Su soledad era tan grande. Y ese poderoso hombre que la maltrataba tanto. Mi tata.

Muchas veces le pegó, según lo que cuentan mis tíos. No es posible que esa mujer tan menuda, delgada (mucho más que yo), ciega, indefensa, fuera una mujer frágil. No habría podido resistir los embates de la vida que vivió. Habría muerto hace muchos años. Y mucho menos podría haber resistido los últimos años de su vida, postrada en una cama, con diabetes y neumonías a repetición, usando pañales, sin una pierna debido a la diabetes, sin hacer nada, casi sorda, con pocas visitas.

Mi abuela. De ninguna manera pudo ser una mujer frágil. ¿Cuántas lágrimas habrá derramado? ¿Cuántas palabras no habrá podido decir? ¿Cuánta soledad habrá sido testigo de sus golpes? Pienso que fue violada más de una vez. No lo sé con certeza. Solo lo imagino.

Recuerdo una vez, cuando tenía cerca de 14 o 16 años, me hizo prometer que yo jamás me casaría. También recuerdo que me bendijo, besando mis manos cuando llegué en auto por primera vez a su casa.

Esa mujer no puede haber sido frágil. Nadie que lo sea puede resistir lo que ella vivió.

La vida es como un laberinto. Cuando tomas decisiones se abren o cierran diferentes compuertas que llevan a otros lugares, o niveles de laberinto. Cada uno es diferente de otro, pero algunas veces se abren las mismas puertas en las que hemos estado y volvemos a pasar por el mismo pasillo, hasta que tomamos una decisión diferente y solo entonces podemos cambiar el camino.

Solo así trascendemos la información. Como somos tan inconscientes del camino que recorrimos no nos damos cuenta de las decisiones y mucho menos de las experiencias de ese camino.

Seguimos como una bola loca rodando y rodando hasta chocar con una muralla que nos hace levantar la vista para ver donde nos encontramos. Con suerte nos bastará solo una pared para chocar. De lo contrario tendremos que hacerlo varias veces hasta que percibamos que no nos gusta chocar. Y decidamos hacer algo para cambiarlo.

Cierro los ojos nuevamente, pero pareciera que hay más caos que antes. Decido dormir. 5 minutos nada más.

Dormí una hora. Era necesario. Estaba cansada.

Santiago, 17 de Octubre de 2016

TOMANDO CONSCIENCIA I

Hoy, decidida a buscar, tomar consciencia e integrar, logré recordar algo que había pasado por alto sin querer.

Desde los 6 meses y hasta los dos años de mi vida, viví en casa de mis padrinos. ¿Me pregunté durante mucho tiempo por qué? ¿Qué le pasó a mi mamá que tuvo que dejarme ahí? ¿Cómo me dejó tanto tiempo en esos brazos? ¿Cómo se habrá sentido esa pequeña, extrañaría a su madre, el olor, las palabras, que se yo? Y después ¿Qué sintió cuando de nuevo la separaron de esas personas con las que vivió sus primeros años? ¿Sintió el dolor el desapego de esas personas? ¿Cuánto tiempo sufrió? ¿Sufrió?

¿Dónde estaba mi papá que no hizo nada para impedirlo? Y después de llorar tristemente muchos minutos, pensé en la tristeza que sentía. No entendía ¿Por qué? Solo sentía tristeza, y me permití sentirla hasta que se pasó y pude unir pensamientos al respecto que conformaron una historia algo coherente. Y la sorpresa fue grande, porque me di cuenta de varias cosas.

Recordé la sensación de un abrazo de ese hombre que me cuido y me dio su amor durante ese tiempo. Cuando cierro los ojos aun lo percibo. Es el abrazo que algunas veces he soñado. Hasta que me dormí en sus brazos, apoyada con la cabeza en su hombro izquierdo. Como si me estuviera acunando. Me sentí protegida. Amada. Contenida.

Pensé en la falta de estructura de esa niña, primero al alejarse de su madre, tan pequeña, para irse a vivir al campo, y luego volver a sufrir otra separación para vivir en Santiago.

Trate de sentir lo que sintió esa pequeña. Su falta de estructura, de respaldo, de familia. Viviendo un tiempo aquí y luego allá. Es extraño, pero sentí congruencia por como me sentía en algunas situaciones actuales. Me había estado dando cuenta de lo grande que me parecía el mundo, de lo inseguro, de lo sola que me sentía, de lo abandonada que me sentía a pesar de sentir a personas a mi alrededor.

Como no sentirlo, si la persona más importante de mi vida, mi madre, me había dejado en manos de otras personas, siendo tan pequeña. Solo para, en un par de años más tarde desestabilizarme nuevamente para llevarme a un lugar desconocido para mí. Sola de nuevo. Las circunstancias que rodearon esta decisión, no las tengo clara. No la juzgo, pero por fin comprendo esa sensación de sentirme sola en el mundo expresada como falta de seguridad, como miedo a la oscuridad, con miedo a la vida a pesar de tener todo a mi favor muchas veces. De tener la necesidad de una familia. Siempre quise una familia muy grande. Como la de mi madrina.

Entendí entonces, que el primer amor de la vida fue ese hombre, mi padrino, que me cobijó en su hogar. Muchas personas me hablaron de él hace años atrás, me contaban lo mucho que me quería, pero para mí era un completo extraño.

Incluso, recuerdo que cuando fui al cementerio de Villa Prat la primera vez a visitar su tumba, sentí un vacío de no saber quien era esa persona. No me cuadraba lo que me decían de él. Yo no lo recordaba para nada. Y sin embargo, si considero otras variables, mi inconsciente si que lo recordaba.

Santiago, 28 de Octubre de 2016

TOMANDO CONSCIENCIA 2

Siento una gran tristeza. Estoy en medio de un proceso de mediación familiar pero Rodrigo no llegó.

Escuchar a ese desconocido (mediador) decirme que lo estaba justificando, hizo que volviera la mirada a mi interior, me di cuenta que hay una parte de mí que no conocía. Y me asusté.

¿Quién soy entonces? Me doy cuenta que realmente me conozco muy poco. Pensaba que no era así, darme cuenta que estoy conviviendo con alguien que no conozco me asusta.

Cuando el mediador comenzó a entrevistarme, me di cuenta, al igual que con la sicóloga que me observaba, y en la medida que lo iba haciendo, yo era capaz de darme cuenta de lo que estaba observando y me podía ver a mi misma con sus ojos. Desde fuera. Y fue fuerte. Porque vi mi lenguaje físico pero esta vez peor aun me di cuenta de las palabras que estaba diciendo.

Vi como estaba sentada, en la punta de la silla, con los hombros hacia arriba, y la cabeza un poco escondida entre ellos, agarrándome con fuerza de los brazos, mi mano derecha por sobre la izquierda, mientras una se escondía la otra apretaba con fuerza. Vi a través de sus ojos mi ansiedad, mi nerviosismo, mi falta de tranquilidad y él me lo hizo ver con sus preguntas.

Le dije que en realidad estaba nerviosa porque no quería que él se molestara con este proceso. Sus palabras fueron directas, sin adornos, y más que eficientes. Se acercó a mi, directo a quemarropa y me soltó la pregunta ¿Te agredía?, y yo no alcancé a justificarlo, simplemente solté, si. Violencia sicológica.

Entonces solo dijo, no te preocupes, aquí no puede hacer nada. Aquí va a chocar con la realidad. Y otras cosas que pese que las entendí no recuerdo. Ahora si podía justificarlo. Ahora si podía defenderlo. ¿Cómo ese hombre podía hablar así, si ni siquiera conocía al papá de mi hijo? , Don Juan, no se quede con una mala impresión de él, porque si da plata, pero menos de lo necesario. STOP!!!!, automáticamente, me respondió mirando mis ojos “no lo justifiques”, “tienes que hablar con tu sicóloga para que escuche tu discurso”

Si bien es cierto no es la primera vez que lo hago nunca me había dado cuenta de lo que decía como hasta esta mañana. Cuando el mediador me dijo inmediatamente después de mis palabras: “no lo justifiques”. Y caí en la cuenta que sí. Siempre lo hago. Después de quejarme o de hablar de algo que ya ni siquiera me sorprende, lo justifico. Peor aun, vi la similitud que había con mi mamá. También la justifico.

Y aunque la justificación no tiene nada que ver con el perdón, con la falta de rabia, lo hago. Simplemente lo hago. Y me dio miedo percibir que estoy teniendo una actitud típica de víctima de agresión. Y me dolió y quise llorar, pero me aguanté una vez más. ¿Por qué?, porque me doy cuenta ahora sentada, frente al computador, segura, dentro de mi casa, que reacciono de la misma forma que siempre ante un problema de éstos. Llorando en soledad, en silencio, sin que nadie me vea ni se percate, sin molestar a nadie, para desahogarme, sin recibir un abrazo ni un hombro pese a que los tengo, y después de llorar me auto-consuelo, recojo mis pedazos, los acomodo de la mejor forma, sacudo mis rodillas y sigo caminando. Lo mismo que hacía mi mamá. Nunca la vi rendirse, muy pocas veces la vi llorar. Jamás derrotada. Siempre auto – contenida. Y sin darme cuenta, aprendí lo mismo. Ahora, ¿qué implica esto? No lo se.

Pero sé que tengo más pena que miedo. Lloré, lloré y lloré hasta que ya no me quedaron lágrimas en los ojos. Y seguí llorando mientras preparaba el almuerzo antes de ir a buscar a Miguel Ángel a su colegio, y continué haciéndolo mientras escribía, y aun cuando me daba cuenta de que sentía pena y no podía contenerla a pesar de ser controlada por el paso del tiempo. Me permití llorar pero no a destajo, seguía siendo operativa, seguía haciendo las cosas que tenía que hacer. Y recordé un sueño. Ese que tuve cuando Rodrigo se fue de la casa. Ese en el que me veía llorando después de un tiempo, y luego seguía con mi vida. Y mi sueño se convirtió en realidad.

No puedo seguir de esta forma. Las cosas deben cambiar ahora mismo. No puedo caerme al suelo porque cada vez que lo hago pierdo mi enfoque en asegurar mi futuro económico y el de mi hijo. No puedo seguir perdiendo energías en esta pena eterna que viene de vez en cuando a visitarme y cada vez con más frecuencia.

Terminando de escribir, me llega un wsp de una amiga de la Universidad, Karina, me ofrece una oportunidad de trabajo. Tengo que enviar mi curriculum vitae, ahora lo envío.

Me pregunto ¿hasta qué punto estamos condicionados por nuestras creencias?

Hoy me di cuenta también que vemos el mundo de una manera. Que no necesariamente es la real. Por fin entiendo lo que he leído tantas veces y a lo que no le encontraba sentido alguno. Veo mi mundo a través de mis ojos. De lo que yo creo que es real. Según mi percepción. Según mis creencias y valores. Según mis propios condicionamientos emocionales, físicos y quién sabe que mas. Hoy me vi desde fuera y logré entender como se producen las diferencias de pensamiento entre dos personas sobre una determinada situación. Entonces, ¿cuál es la realidad?

Si el mundo en realidad no es este que estoy viviendo o experimentando, entonces ¿cuál es el mundo real? ¿Quién soy en realidad? ¿Qué puedo aspirar a experimentar? ¿Cuáles son las posibilidades que no estoy percibiendo por mis condicionamientos? ¿Cuáles son las posibilidades que estoy dejando pasar por tener una venda en los ojos, por tener límites mentales? ¿Cuáles son mis límites mentales?

Por ahora, solo puedo caminar a ciegas mientras me aprendo a conocer, mientras logro ver más allá de donde ven los ojos. Mientras tanto no me queda más que ver mi reflejo en los demás para poder darme cuenta de ¿quién soy? Y de ¿cuáles son los límites que me he auto-impuesto?

Mientras, solo puedo dar palos de ciego, y en cada paso tratar de ser consciente para identificar los detalles, que me mostraran una cara de mi que no soy capaz de ver porque no he identificado cuales son las zancadillas que me hago. Y que solo percibo porque veo que me mantengo en la misma situación de siempre. Como si fuera un reflejo.

Me he dado cuenta por ejemplo, que entorpezco el envío de mis antecedentes a las empresas que ofrecen trabajo. Aun cuando podrían significar una ventana a mi situación económica actual.

¿Por qué?, aún no lo se.

Santiago, 02 de Noviembre de 2016

VISITANDO EL PASADO

Después de casi 10 o 15 años, entré sin permiso en el terreno donde vivían mis abuelos antes de cambiarse a La Villa. Entre pinos ya grandes, estaban los cimientos de esa casa. La casa donde visite a mis tíos y abuelos por muchos años cuando era niña. Sola, confiada y atemorizada. Entre telas de arañas y moras crecidas, recorrí varias veces tratando de encontrar algún vestigio de lo que había conocido de niña. Pero solo los cimientos, un par de palos en el suelo y mis recuerdos eran capaces de mostrar parte de lo que hubo.

Sentí miedo, era el lugar perfecto para un asesinato. Jamás podrían encontrarme ahí. Y sin embargo, solo había vegetación espesa y parte de los antiguos caminos por los que jugaba con mis primos. Lo que más quería hacer era subir el cerro para ver Huaquén desde lejos. Pero era imposible. Si lo hubiera hecho es muy probable que me hubiera perdido entre esos pinos tan altos.

El miedo o quizás la prudencia me ganó la partida y me conformé con pasar una y otra vez por el lugar donde antiguamente se encontraba la casa. Me pareció lejana. No podía creerlo, de esos recuerdos solo quedaba lo que mi memoria eligió, nada más.

Cuando me fui, me despedí con cariño de ese lugar. Pero sentí alivio de irme.

No tengo claro para que necesite ir ahí. Desde todo punto de vista lógico no era necesario e inclusive resultaba peligroso. Sin embargo, lo hice. ¿Acaso nuestras decisiones dependen de algo que nosotros no tomamos en cuenta? ¿Quizás de algo que ni siquiera sabemos que existe?

Solo teniendo el plano completo de mi vida podría responder a esas preguntas y quizás solo sea capaz de entenderlo con otro grado de consciencia.

De la misma manera tengo que decidir si me quedaré con el puesto de trabajo que me ofrecen.

Por una parte lo necesito para pagar mis deudas. Por otra no quiero porque perderé mi libertad. Si lo pienso bien, la libertad que tengo no es real. Porque dependo de los ingresos que logre crear.

Pero tampoco quiero dejar a Miguel Ángel de lado. ¿Cuál es la excusa que inventaré para no aceptar este trabajo? Por otra parte pienso ¿Qué puedo aprender en este trabajo? ¿Cuál es la puerta que me abrirá este empleo? Porque si está aquí es por algo. Esto me inquieta. ¿Quién ganará? El deseo de aprender o el miedo. ¿Los deseos de mejorar mi situación económica o la zona cómoda en la que me escondo?

Acaso ¿será real este problema económico? O es algo que me invente para ver como sortearlo.

No me mal entiendan. Mis ingresos han disminuido hasta casi estancarse, pero aun así no siento el ahogo que otras veces sentí. Que hace años sentía. En estas circunstancias estaría volviéndome loca. Sin embargo, sé con certeza que esto no existe, que no es real, que todo pasará, esto también. Que en menos de lo que me de cuenta, esta experiencia que elegí desaparecerá y cuando suceda miraré hacia atrás y diré:” pensar que me demoré tanto en darme cuenta” y sonreiré porque todo ha cambiado. Mi hijo estará feliz. Yo estaré feliz. Porque ya no es necesario seguir con esta experiencia.

APRENDIZAJE

¿Qué aprendí?

Mi valor. Eso.

Mi valor no depende de otra persona. Mi valor lo digo yo (no se confunda con precio). Mi valor no necesita ser demostrado, siempre está, no necesita ser reconocido para existir. Porque es, sin necesidad de nada más. Mi valor es infinito, mi valor no tiene precio. Mi valor es inconmensurable. No se puede perder, pero si puedo dejar de verlo por razones equivocadas. Por ejemplo creyendo que alguien más me da valor. Mi valor no se mide en una balanza. No se vende ni se compra. No me sostiene sino que yo sostengo a mi valor. Porque pese a no poder verlo en días tristes sigue estando. No se extingue.

Mi valor permite que yo fluya, que yo crea, que yo cree Universos completos si así lo prefiero. Mi valor reconocido por mí hace que yo sea la reina de mis reinos, la protagonista de mi vida. El no ver mi valor me hace reina de mis carencias.

Mi valor reconocido por mí es el que permite dejar los vicios. Incluidos aquellos que creemos nos hacen más fuertes y que en realidad solo nos quitan tiempo y espacio. Me permite avanzar todos los pasos a la vez sin siquiera darme cuenta. Me da confianza. Me permite trascender toda la información de mis ancestros. Me permite ver en la oscuridad como si fuera la luz del día.

Reconocer mi valor, implica audacia sobre las creencias de la sociedad en la que hemos crecido. Indica preferencia por mí. Por no acatar lo que todos creen para crear mi propio mundo.

Ver mi valor representa como dice mi amiga maestra y compañera de vida, Margarita, es ver caer todos los paradigmas que hemos guardado por tantas vidas, ver que es lo tóxico para mí y dejarlo partir. No sin antes agradecer su permanencia por el tiempo que fue necesario para darme cuenta de lo que no podía ver.

Eso aprendí de estos años oscuros.

He caminado por el infierno a oscuras tratando de buscar algo que nunca había perdido, solo que lo había olvidado. Ahora que lo entendí, puedo volver a crear lo que dejé a medias para hacerlo brillar como siempre debió pero ahora con más fuerza aun. Y con la certeza de saber que es lo correcto para mí.

Han sido años duros, los miro hacia atrás y sí, fueron duros. Pero ¿de qué otra forma podría haber sido para entenderlo?

Ahora, después de recordar el sueño de aquella noche después del último taller que hicimos con Margarita, puedo entender con claridad la última parte del sueño. Cuando veía toda esa vegetación. Aquellos edificios que habían sido tan altos y que ahora bajaban de nivel para permitir reconstruirlos. Sin autos en las calles, como si se retomara el trabajo de un pintor dejado a medias para continuar creando. Solo hasta este momento preciso me he dado cuenta de lo que me indicaba el sueño.

Sueño: Durante la noche posterior al taller que asistí con Margarita, Rossana y otras dos mujeres más tuve un sueño que hasta hoy recuerdo con nitidez. Paso a describirlo:

Estaba en una pieza oscura, de madera, precaria, pequeñita, donde solo se encontraba una cama de una plaza, sin hacer, pero con las frazadas estiradas. En esta habitación se encontraba Claudia, la pareja de uno de mis tíos. Sentada en la orilla de la cama, lamentándose de su suerte pero sin hacer nada. La cama estaba en el lado de la pieza donde había una madera rota por donde se colaba el frío, también había una gotera directo sobre la cama. Yo le hablaba directamente a ella, y le decía ¿cómo es posible que tu no te des cuenta donde estás y que no hagas nada para cambiarlo? Puedes mover tu cama hasta el otro extremo para que no te de ni el frío ni caiga la lluvia sobre la cama mientras que obtienes algo mejor.

Ella alzaba su mirada, molesta, y se abalanzaba sobre mí. Esta mujer más corpulenta que yo, podía tirarme al suelo fácilmente y si lo hacía yo no tendría escapatoria. Entre las dos nos hacíamos resistencia, ella me decía que era más fuerte que yo, pero yo le respondía al oído que era verdad, pero yo soy más inteligente que tu. Y retrocedía un paso con el cual ella se desestabilizaba y perdía el equilibrio, de esta forma lo hacíamos 3 o 4 veces hasta que se daba cuenta que si seguía con lo mismo perdería ella y caería al suelo. Volvía a su posición en la cama y ahí se quedaba.

En eso veía a dos mujeres, (que para mi eran Rossana con Margarita) pero que tenían rostro que no conocía. Me ofrecían hacerme parte de un experimento de un terremoto tan grande como los que sucederán en los días del final del tiempo. Yo lo pensaba y respondía que sí. Y preguntaba que tendría que hacer. Ellas respondían que solo debía acostarme en la cama como si estuviera en mi casa, y dejara que llegaran los movimientos del terremoto durante 10 horas. Me sorprendía muchísimo la cantidad de tiempo, pensaba que me aburriría y que no tendría que comer, y como iba a entretener a Miguel Ángel, que estaba ahí conmigo. Sin embargo, aceptaba de igual forma.

Me acomodaba en esa cama sin hacer, trataba de sentirme cómoda, lo lograba. Y comenzaba el terremoto, yo lo sentía muy suave. Para ser un terremoto grado 10.

Durante el transcurso del terremoto, veía a las mujeres que me habían invitado adoptar una posición específica junto a uno de los muros de la casa, lo que servía para soportar de la mejor forma el evento. Yo las imitaba. Acercaba a mi hijo y le decía que hiciera lo mismo. Al rato, cambiábamos de posición y eso permitía que el terremoto que estaba sucediendo fuera de la casucha no se sintiera tanto dentro de la misma.

Cuando terminaba, se caían las paredes de madera, y aparecíamos sobre un edificio de Providencia. Solo que aquellos edificios antiguamente tenían sobre 15 pisos, ahora no era ninguno más alto de 3 pisos. Desde ahí podíamos ver lo hermoso del paisaje que había quedado. Mucho silencio. No habían autos, ni smog, muchísimos pájaros cantaban mientras volaban a nuestro alrededor. Todo el paisaje era verde, tantos árboles en tan buen estado. Era como que si los edificios habían retrocedido para dar paso a la cantidad de vegetación que alguna vez hubo. La cordillera se veía perfectamente nevada. El cielo azul libre de smog. Las personas que quedaban eran pocas, y estaban apareciendo poco a poco. De pronto escuchaba al papá de mi hijo, mientras observábamos él comentaba que ahora sería más peligroso aun caminar por las noches porque ahora no había luz. Yo fijaba la mirada donde él lo hacía, y le encontraba razón. Pero volvía la mirada a paisaje y nuevamente me encantaba. Hasta que oía nuevamente al papá de mi hijo esta vez con otra observación: “pero que vamos a comer”, su voz era realmente de preocupación, y yo me daba cuenta de su queja y la comprendía, pero también sabía que su negativismo me llevaría a pensar como él, así que decidía que teníamos que alejarnos. Así que, le decía a Miguel ángel que teníamos que bajar de aquel edificio para explorar. Y lo hacíamos con mucha facilidad.

Durante la noche hablé con Rossana, la persona que realiza los talleres. Hablamos de mi sueño, y cuando le expliqué lo que había entendido del final del mismo, me respondió: “ese es el mensaje de la mejor versión de ti misma, el entusiasmo. Ahí esta la clave, re encantarte con tu plan divino”

COMPRENSION

Este proceso no ha sido fácil y ha tardado mucho para mi gusto. Sin embargo, ha valido la pena en toda su extensión.

Creo que si me hubiesen dicho lo que pasaría en mi vida, no lo habría creído. Mucho menos habría pensado que era capaz de soportar todo lo que he vivido.

Hoy miro hacia atrás y no comprendo como demore tanto. Solo puedo sentir que fui tozuda. Una cabeza dura. Pero tenía que ser de esta forma para comprender lo que hoy entiendo.

Agradezco todo lo que me ha sucedido porque gracias a esos sucesos hoy soy otra mujer.

Una mujer más fuerte.

Me siento orgullosa de mi misma porque a pesar de todo lo vivido sigo aquí, y doy gracias a todos los ángeles que me acompañaron en este proceso largo y duro. Porque sin duda alguna, ellas y ellos han servido para no volverme loca. Para endulzar mí camino. La mano que se extiende, el hombro que sirve para apoyarse a llorar, la oreja que escucha atentamente.

He comprendido que nunca estamos solos. Todos aquellos que han aparecido por uno u otro motivo en nuestras vidas tienen lecciones y son espejos de nosotros mismos. Podemos acortar camino observando. No es casualidad que alguien se nos atraviese en el camino. Desde ahora procuro observar con atención por qué o para qué esta persona está en este momento en mi vida o estoy viviendo esta situación. No siempre lo logro, pero cada vez me doy cuenta con mayor facilidad cuando no lo hago.

La vida se ha vuelto más llevadera y las tristezas se han alejado de mi vida. En buena hora.

Sin embargo, si sucede un evento que me desmotiva o que me pone triste, me pregunto en breve ¿para qué me sirve esta situación?, ¿qué no he visto?, ¿de qué no estoy siendo consciente?, ¿De qué no me estoy haciendo cargo?

He logrado identificar formas de actuar heredadas de mis antepasados. Procuro estar atenta. Para no tomar las mismas decisiones. A veces es más difícil. Porque siento una compulsión natural a seguir un determinado camino. Pero cuando lo logro, me doy cuenta que se abren nuevos caminos, nuevas formas de pensar, de alguna manera el hacer las cosas de una forma diferente a la que los hacía, abre nuevas puertas en lugares que no existían.

Es como un laberinto que se abre con cada nueva opción que tomas. Y está en diferentes niveles.

No solo son caminos físicos, opciones diferentes, sino también formas de pensar diferentes. Sensaciones diferentes, certezas de cosas que antes no lo eran. Es como jugar un video juego, en donde vas acumulando experiencias y obtienes herramientas nuevas cada vez que vences a tu enemigo. En este caso, en la vida, el enemigo es uno mismo con sus vicios.

En la medida que observamos nuestro entorno sabemos mejor como reaccionar. Como obtener cosas mejores de la vida. A fin de cuentas, es lo que queremos todos, vivir de mejor forma.

Este proceso está lejos de terminar. Creo firmemente que es solo el comienzo.

Aún no he tenido respuesta de mi postulación al trabajo, pero mientras más espero, más escribo, y más estoy segura de no aceptar ese trabajo. Para dedicarme a Mujeres Conectadas.

Ese proyecto que nació en un café con mi amiga Alexandra, del que estoy segura que debe tener una forma y brillar para que sea la luz del faro de otras miles de mujeres que en situaciones similares necesiten una guía en el camino, solo por ver que no están solas en el mundo, que hay otras que como ellas estamos en el camino.

Que si bien puede ser diferente, estamos unidas de alguna manera. Quizás como indica la física cuántica. Creo que al ayudar a los demás en realidad me estoy ayudando a mi misma de una forma diferente, porque no entiendo como ayudarme a mí, pero cuando lo hago con los demás, resulta más fácil. No hay emociones comprometidas y eso libera mi juicio. ¿Se entiende?

Sé que ese es parte de mi camino. Por lo menos una de las opciones.

Siento que debo hacer algo con sentido. Pero que tenga sentido para mi.

Y sé con certeza, que si me dedico a lo que mi corazón quiere, el dinero que necesito para vivir llegará solo. Estoy cada vez más segura de que eso sea así. Estoy tratando de ser consciente de mis decisiones, de que sean coherentes con lo que pienso, siento y quiero.

Es un trabajo arduo, pero hermoso. Quiero que mi vida y la de mi hijo estén en concordancia con el Universo. Deseo que la vida se me de fabulosamente. Y siento que si me hago caso, si escucho mi voz interior, esa vocecita que me dice HAZLO, que me indica todo el tiempo que debo solo creer que es posible, y que no tenga miedo, voy a lograr todo lo que me proponga, solo por el hecho de escucharla.

Santiago, 03 de Noviembre de 2016

EN EL CAMINO

Ayer fui a la entrevista de trabajo. Siento que me fue bien. La próxima semana llaman para la entrevista sicológica. Cuando me explicaron de qué se trataba el puesto, de pronto me sentí identificada. Mi mente exploraba las posibles soluciones al conflicto que los aqueja. Conseguía encontrar en mi biblioteca mental posibles soluciones de los gastos en flete. Disminución de gastos, explicaciones, de pronto me vi en una reunión con los ejecutivos explicando mientras mostraba las estadísticas de la disminución de gastos y respaldo de los otros que no podían disminuirse.

Luego me vi aprendiendo cosas nuevas, los informes al INE. Dijeron que era una lata hacerlos, pero yo sentía que para mi no era de esa forma. Me vi conversando con las personas de producción para pedir más información que permitiera hacer mejor mi trabajo. No conozco a estas personas, pero durante la entrevista me vi sentada con ellos trabajando. ¿Una idea loca?, yo creo que es más que eso. Creo que de cierta forma pude crear en ese instante un futuro posible, que convergerá si es lo mejor para mi en estos momentos. No me preocupo demasiado. Es una de las tantas posibilidades que existen. Pero quería compartir esa experiencia. Contigo.

¿Para qué? Ni idea. Hace un tiempo ya no me preocupo el para que hago las cosas o dejo de hacerlas. Hace un tiempo me doy cuenta que alguien me lleva por la vida y si no intervengo todo resulta de forma armoniosa, como si todo fluyera. Cuando me opongo, causo caos. Se me revuelve el estómago, me pongo nerviosa y al final pasa de todas formas lo que tiene que pasar.

Entiendo que existe un plan superior que me mantiene donde me encuentro. Y trato, en cada momento de ser consciente, de que este es el único momento perfecto que existe para mí en ese instante. Mientras conduzco, mientras lavo la loza, si cocino o si escribo. Todo es perfecto y ese es el lugar donde debo estar. No solo es el lugar. Sino que es el mejor lugar donde debo estar en todo el universo. Justo aquí es el mejor momento y lugar donde puedo estar. Haciendo justo lo que estoy haciendo. Y doy gracias. Porque de alguna manera eso es también un milagro.

Antes, creaba imágenes y situaciones en mi cabeza, pensaba que estaba en un lugar equivocado y perdiendo mi valioso tiempo. Ahora siento que no es así. No imagino nada. Las cosas se dan solas. Y es sencillamente perfecto. Dejé el estrés. Porque baje mi nivel de ansiedad, porque deje de exigirme crear cosas que no siempre eran las que yo quería pero que en teoría podrían haber servido para sustentarme económicamente. Sé que comencé un camino distinto. Pero solo lo logré porque deje a un lado la creencia de no tener. De no saber. De no ser suficiente. De no tener suficiente.

Veo a mi lado pasar autos que me fascinan, pero ya no me complico la existencia. Me gusta verlos, y pensar que un día voy a buscar a mi hijo a su colegio en uno de ellos. Pero ya no me angustio pensando en que mi auto es chiquito. Y en cuanto cuesta uno de los otros.

No es para nada falsa humildad, es solo que ya no me atormento con pensamientos tontos que hacían que perdiera mi equilibrio. Si de pronto me encuentro con alguien que no le gusta mi forma de conducir y me increpa con palabras poco bonitas, no engancho, simplemente vuelvo la mirada como si no existieran, y olvido. Por supuesto, hay días en que me cuesta más no hacerlo, pero dentro de mi aprendizaje, creo que voy mejor que antes. Y con eso me basta. No me comparo con los demás. Sino conmigo misma.

Siento la libertad de hacer lo que quiera hacer sin tener que pedir permiso o sin sentirme culpable. A veces no les agrada a los demás, pero si no lo comprenden es su parte del trabajo. No el mio. Yo estoy cumpliendo con mi parte. La de serme fiel. La de ser coherente con lo que siento, pienso, digo y hago. Y eso en sí ya es un trabajo.

No me mal entiendan, no he tirado la esponja o la toalla, no me he conformado con lo que me tocó vivir. Es solo que ya no lucho contra nada ni nadie. Vivir en pelea constante por tener la razón quita mucha energía, yo elegí ser como el agua. Si se topa con una roca, no va a chocar con ella, simplemente pasa por su lado y continúa su camino. Nada la detiene porque no le hace resistencia a nada. Simplemente fluye.

Me he detenido a leer lo escrito hasta este momento. Siento que ya es tiempo de imprimirlo. O realmente falta muy poco para sacarlo a la luz. Para verlo nacer. Me he visto desde afuera y comprendo muchas cosas. La más importante, ya no duele. Y eso ineludiblemente me indica que es hora de avanzar al próximo curso.

Me siento satisfecha conmigo misma. Estoy contenta y siento más amor por mí que antes. No sé que viene, pero algo intuyo por el sueño que me despertó esta madrugada antes que sonara el despertador. Tiene que ver con el amor. Quizás ya sea tiempo de enfocarme en eso de una vez por todas y descubrir los diferentes laberintos por los que me he estado moviendo durante esta vida que me ha llevado a la situación en la que estoy. Quizás es hora de revisar esas creencias antiguas que están dormidas esperando a ser modificadas y otras erradicadas porque realmente no son mías. Quizás es el momento preciso para comenzar de nuevo otra historia, que quizás cuente en alguna otra oportunidad.

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