Imbatible, inquebrantable, bien altas se levantan las murallas de su fuerte, te recibe con cánticos que recuperan mentes ausentes, una mujer diferente, consecuente, la vida le hizo creer que era un ser inerte, y ahora el sol siente celos de su calidez cada mañana cuando se levanta desde el oriente.
Desde el primer día que abrió sus ojos su belleza se tornó sempiterna, y así creció sana e inocente, se asemejaba a una laguna espejo con aguas cristalinas y llena de pureza, conoció amistades como estrellas que aún brillan en su vida y en su familia siempre está la llama que su ser aviva.
Llegó la adolescencia con su mochila llena de hormonas, su corazón deseaba enamorarse sin perder horas, encontró un hombre que retrataba personas y al retratarla a ella su corazón se volvió un as, y se lo entregó a él, pero tiempo después en un callejón el as dejó caer, ella le vio deleitándose con otra mujer, le brindó su himen por amor, amor que a él no le importó, amor que ya nunca floreció, ese fue su primer dolor.
Ese dolor su belleza no opacó, cada vez era más claro el avistamiento de su nobleza, y creyó que su gran amor vendría después de su primer experiencia, me atrevo a decir que ella pensó que eso en verdad pasaría, que él era el indicado, pero no se imaginó lo que depararía, ni la repercusión que eso traería a su vida, una relación tóxica, sin respeto y con desdicha, algo que ninguna mujer merecería.
En su cuerpo no quedaron marcas porque su bella cara no puede ser mancillada, aunque eso no importó y no pudo evitar sentirse ultrajada y desaprovechada, grandes sombras de duda tocaban su puerta y al dejarlas pasar su imagen famélica se tornaba, una época gris, pero hasta del barro florece belleza, y como una flor de loto desde la adversidad renació su grácil silueta.
Hoy en día es diferente, está llena de una hermosa vitalidad que enajena mentes, podrías navegar entre sus curvas a través de suaves corrientes, recorriendo sus lunares impares, deseando que esa sensación nunca se frene ni se pare, sus áureos cabellos resplandecen bajo la luz del día o de la tarde, en la noche alta gracia posee, la manera en que deslumbra es perenne.
Siento orgullo de ti mujer laudable, aquí ha quedado eterno tu coraje.
Lu/z sin z.
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