Ya que alguna vez he de rendirme
Me rindo a la evidencia de tus ojos
A la transparencia celeste que derraman
Me rindo a la locura de tu risa
A la curva morena de tu vientre
a la cueva profana entre tus muslos
Me rindo ante tu voz serena y clara
Me rindo ante tus pies, ante tus dedos
Ante las diminutas conchas de tus uñas
me rindo, me postro, me sumerjo
en el calor eterno que supuras
en el castigo ardiente al que condenas
Me rindo ante los hechos constatados
Ante la prueba irrefutable de tu boca.
Confieso estar vencido sin vergüenza
Confieso triunfar de la derrota
Confieso mi pecado mas extremo
confieso estar exento, descartado
de cualquier paraíso prometido
de cualquier edén de medio pelo;
confieso que me quedo con tu infierno.
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