Eufrosina y el sueño de un empleo

Eufrosina y el sueño de un empleo

Eufrosina Cantaclaro tenía mucho tiempo sin trabajar, pero no perdía la esperanza de ubicarse en un buen empleo que le permitiera satisfacer algunas de sus necesidades más apremiantes. La pobre debía a cada “santo una vela”.

Todos los domingos sin falta iba a orar y pedir para que se le concediera el milagrito. Cargaba una medalla de la milagrosa con la imagen desgastada de tanto darle besos. Cuando el cura exclamaba: «hagan sus peticiones personales», Eufrosina se concentraba tanto, que le parecía que al otro día iba a sonar el teléfono para que se presentara a laborar.

Así llevaba dos años, a veces flaqueaba en su fe y, le provocaba salir corriendo lejos de su familia para no incomodarlos y no seguir siendo una carga.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS