No podía dejarlo ir si no le escribía una carta, si no le dedicaba una canción y si no tenía una palabra para describirlo. El olvido funcionaba en mi mente a través del pensamiento y del mismo recuerdo de lo que fue. Pensé en llamarlo, pero sería deshonesto, porque desde el momento en que nos conocimos hasta el momento que nos separamos, todo estuvo planeado. Su llegada encantadora con el engaño en la punta de la lengua y el cortejo patético que conquista de todas formas, todo estaba escrito. Estaba destinada a creerle a esa mirada maliciosa y a decirle más de lo que debería. Sabía el final antes de probar sus labios, pero aún así, quería vivir los hechos. Hechos que me desilusionaron, acontecimientos que calzan perfecto en una historia nostálgica, que es escrita por una persona en medio de la soledad de su depresión amorosa. Finalmente, ¿era yo quien escribiría esa historia? Y los hechos sucedieron, y el tiempo avanzó, y él no me dejó con nada más que mi sonrisa nerviosa que supone demostrar que no dolió tanto haber sido engañada de tal manera. Ahora, en medio de la confusión que dejó su fugaz aparición en mi vida, me pregunto qué tan importante sería para él saber que le escribo, porque él ni siquiera habla, su conversación omite las cuestiones importantes y se limita a reír porque así la vida es menos complicada. Odiaba verlo de esa forma. No quería drama ni discusiones, quería hablar con él. En este momento soy más cobarde y ya no le dirijo la palabra, dado que me trago la mierda cuando le escribo algo más bonito, resumido en un párrafo más romántico, respecto al vacío que provocó en mí, en el cual se consideraría difícil encontrar un sentimiento digno. ¿Sería capaz de entender? Y mientras más escribo, más dudas tengo, y cuestiono si esto lo hago por mí, por como dije al principio, no puedo dejarlo ir si no le dedico mis sinceras palabras; o si lo hago por él, porque creo que merece que alguien piense en su ser de la manera que lo hago yo. En el fondo, dudo si él merece mi amor. Pero mientras, que él no lo sepa lo convierte en un asunto mucho más personal y me da gusto guardar simples placeres tales como escribir y sufrir en un silencio que a través de las letras, grita a mares.
Y sí, puedo convencerme que puedo olvidarlo y dejar ir la memoria que en mí hay, si le escribo que nunca lo dejaré de amar, porque en el papel quedará plasmado, saldrá de mi mente pesada con tantos recuerdos y si en unos años más llego a leerlo, solo ahí podré saber realmente cuál es la respuesta a mi pregunta.
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