RECUEDOS DE UNA NOCHE DE VERANO

RECUEDOS DE UNA NOCHE DE VERANO

Trinidad Guzman

20/10/2017

Se besaron tan fuerte y apasionadamente, sus manos danzaban a la par, recorriendo cada centímetro de piel, mientras, que lentamente se iban despojando de la poca ropa que llevaban.

El sol levemente se iba esfumando entre las montañas, tiñendo el cielo en cálidos tonos carmesí, la brisa tibia, se hacía presente en el corredor de esa casa abandonada, fue el último suspiro que el día les brindo a esos amantes de la noche, que en la espesura de la penumbra se camuflaban del mundo.

Ellos acurrucados en un sillón de antaño, cubierto de una capa fina de polvo, y desgarrado el tapizado. Pero no les importaba, él se sentó cómodamente y la coloco a ella sobre su regazo, mientras con sus manos le descubría los cabellos que le caían sobre el rostro. Y en ese instante una leve sonrisa cruzó por su rostro, ella lo miro sorprendida y le pregunta:

» – ¿De que te ríes?»

Él acariciando su rostro le contesta:

«- no sabes cuanto habia extrañado esto, de tenerte así de cerca- la beso tiernamente y al oído le susurró «que hermosa eres».

Sus labios se fundieron en un beso cargado de sentimientos encontrados, era su forma de decir sin palabras lo que sentían, como si ese día fuera el último, trataban de arrancarse hasta el último aliento vivo. En sus ojos entreabiertos , se reflejaba la imagen del otro, y tan sólo por esa noche de verano, esos amantes eran uno, eran dos espejos en los cuales se reflejaba la imagen más pura del otro.

Y por ese instante el tiempo se detuvo, ya los ruidos estruendosos de la calle principal se habían disipado, reinando así un precioso silencio, cargado de intensidades, de deseos, de placeres.

La mañana paulatinamente irrumpía en la habitación, junto con el aroma del roció, que sacó del trance a esos amantes dormidos que desorientados, buscaban encontrarse, por última vez, en la mirada del otro.

Él, con la voz aún dormida pronuncio: «- ya debemos irnos».

Y ella, acariciándole dulcemente el cabello le responde: «ya lo se», besándolo por última vez.

Juntos de la mano salieron hacia la calle principal, en donde sus caminos se separaban, y sin palabras, ni lágrimas, se miraron y eso bastó, era su sutil forma de decir «adiós».

Así quedó grabado en sus mentes ese recuerdo, ese último recuerdo de esa noche de verano, en donde por sólo esa noche fueron plenamente ellos mismos.

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