Compilado de poemas y cuentos

Compilado de poemas y cuentos

Akihito Saito

04/07/2020

Algún día

Algún día nos encontraremos,

cómo se encuentran el sol y las montañas,

como el oleaje y la arena, como la brisa y las aves.

Algún día nos encontraremos,

cómo se encuentran la lluvia con la tierra,

como la luna con las estrellas, y el sol con las nubes.

Algún día nos encontraremos,

cómo se encuentran las hojas con el viento,

como el tiempo y la muerte, como el recuerdo y lo eterno.

Algún día nos encontraremos,

como sucedió la primera vez,

cuando se encontraron los caminos y el destino,

cuando se encontraron tus ojos con los míos,

cuando se encontraron tu alegría y mis miedos,

cuando se encontraron tus palabras y las mías

y te volviste inolvidable.

De ti

Estoy enamorado de ti,

y quisiera contárselo a todo mundo,

contar lo feliz que me haces,

que cada vez que oigo tu voz se dibuja una sonrisa en mi rostro,

que cada vez que te veo a los ojos me siento caer en infinita dulzura.

Estoy enamorado de ti,

y quisiera que todos lo supieran,

que supieran que tus manos son cálidas como el sol por la mañana,

y que tus brazos son el símil de un hogar.

Estoy enamorado de ti,

y quisiera que todo mundo lo viera,

que vieran que en tu mirada hay lucha y valentía,

que en tu andar hay aventura y convicción,

que en tu cabeza habitan sueños increíbles y miedos también,

y que tu sonrisa amable es capaz de hacer salir el sol de noche.

Estoy enamorado de ti,

y quisiera que cada persona lo supiera,

que en tu alma habita nobleza y en tu corazón sinceridad,

y que tu amor es del bueno.

Estoy enamorado de ti,

y quisiera que todo mundo lo supiera,

que todos supieran que ni en el lugar más recóndito del universo existe una mujer más impresionante que tú.

Entre tus ojos y tu sonrisa

Entre tus ojos y tu sonrisa habitan maravillas, que al observarte florecen por todas partes de manera incontrolable. De tu sonrisa florece la armonía y la felicidad, nace la calidez y la amabilidad. De tus ojos nace misterio y también emoción, y es que cada vez que me relatas algo que amas, tus ojos se transforman en una constelación de un millón de estrellas, y no puedo hacer más que perderme en ella.

Entre tus ojos habitan maravillas, y cada vez que te escucho reír mi corazón se siente arder, y todo mi mundo se ilumina, y es que tu sonrisa es magia pura, y en tus ojos habita la razón que lo posibilita.

Y es que, entre tus ojos y tu sonrisa, habita todo lo necesario para hacerme más feliz que cualquier otra cosa existente en esta vida.

Sobre sueños y milagros

El milagro de conocerte me convida a soñar,
a soñar que, a pesar del encierro, escuchando tu alegre voz puedo imaginar la forma que adquiere tu rostro cuando te sonríes, o como amanece en tus ojos cuando algo te deslumbra.
El milagro de conocerte me ha hecho soñar como nunca jamás,
me ha hecho imaginar, que los espacios solitarios entre mis dedos son acompañados por los tuyos, y que así nos volvemos compañeros.
El milagro de conocerte me convida a soñar,
a soñar que, aunque el frío abrase en este invierno, entre tus brazos hay un refugio donde brilla el sol, y allí, mi corazón encuentra la tranquilidad ausente en medio de estos tiempos de desolación.
El milagro de conocerte me convida a soñar,
a soñar con que un día cualquiera, sin siquiera esperarlo, el ocaso cede ante el alba,
y al fin la paciencia y la suerte tienen lugar, concediendo la oportunidad de encontrarnos para no soltarnos jamás.

Amparo

Entre ser profesor y escritor me quedo con las dos,

Porque ambas me llenan el corazón de sobremanera,

Por lo que no hay forma en que pudiera dejar una de ellas,

Mi cuerpo se desequilibraría y mi vida estaría a medio llenar.

Entre ser profesor y escritor me quedo con las dos,

Y es que las dos me llevan al mismo objetivo,

Al objetivo de dar y recibir, de enseñar y aprender, de pensar y reflexionar,

De ser recordado y recordar, de dejar una huella en tiempo y espacio.

Entre ser profesor y escritor me quedo con las dos,

Y es que ambas son sinónimo de amparo contra los días oscuros,

Porque entre quienes me acompañan en el aula y me leen a solas la felicidad que me dan es la misma.

Pertenecer

Mi vida siempre fue un vaivén desde que era un chiquillo

de aquí para allá y de allá hacia acá con mochilas en la espalda

en la búsqueda de un hogar para estar y permanecer, para pertenecer y querer.

De norte a sur y de sur a norte era como se escribía mi historia,

entre amigos nuevos y otros perdidos, entre casas grandes y otras pequeñas,

de pequeños pueblos y grandes ciudades, de naturaleza y edificios grises,

de escuelas ricas similar a las de películas y otras humildes similar a las de novelas.

De aquí para acá y de allí hacia allá,

en aquel entonces la vida era en sumo vertiginosa, y todo parecía una tormenta,

los tiempos para respirar y pensar se reducían a la oscuridad de la noche

y al alba todo volvía a empezar.

De acá hacia allá y de allí hasta aquí,

luego de tanto andar con la espalda cansada y los pies maltrechos,

jamás fui tan feliz como cuando te conocí,

y al fin encontré a quién y donde pertenecer.

Sobre estaciones y tú

De vez en cuando me siento en caída libre y no hay cosa que me detenga,

soy como una hoja desprendiéndose de un árbol en el ocaso del otoño,

y entre la multitud que yace amontonada en el suelo

aguardo por el viento para que lejos me lleve.

Mientras espero, todo se vuelve frío,

el invierno está aquí y no hay abrigo ni consuelo,

y por más que diviso no encuentro lugar seguro,

la agonía se agudiza y en medio de un aguacero desespero.

Sin embargo, cuando todo parece perdido,

aparece usted con su alegría y su sonrisa de punta a punta,

aparece usted con sus suaves manos como el aroma primaveral,

aparece usted para abrazarme y transformar lo oscuro en multicolor,

aparece usted como un mundo nuevo donde siempre es verano,

y yo quiero habitar en él.

Tiempo

Tengo deseo de atrapar el tiempo, a fin de conocerte en profundidad,
analizarte con minuciosidad, aventurarme en cada parte de ti
y sorprenderme ante cada detalle incógnito que asome a mi encuentro.

Tengo ilusión de detener el tiempo, para alcanzar a quererte un poco más,
para extrañarte menos y abrazarte fuerte,
para acariciarte sin prisa a sabiendas de que no te irás.

Tengo anhelo de retrasar el tiempo para darnos el capricho de besarnos más lento,
de tomarnos unos segundos que se hagan eternos, para sonreírnos de nuevo
pretiriendo del miedo inexorable a esfumarnos de golpe de este mundo,
sin saber si el destino nos volverá a machihembrar
para así concurrir en un último júbilo en el que me quieras y te quiera.

Charla
Qué es la felicidad, preguntas,
felicidad eres tú, te digo,
que no, respondes,
que sí, te replico.
Cómo es eso posible, exclamas,
claro que es posible, protesto,
y cómo, interrogas,
porque existes, manifiesto.
Así nada más, vacilas,
ni más ni menos, asevero,
profundiza en ello, reclamas,
es simple, expreso.
La mitad de mi felicidad proviene de ti, declaro,
por qué la mitad, interpelas,
por la dicha de conocerte y coincidir, reparo,
y también la de querernos, sentencio.
Y la otra mitad qué, curioseas,
la otra mitad proviene de mí, enuncio,
de ti, titubeas,
de mí, aseguro.
Porque si no fuera así, mi felicidad dependería solo de ti, aclaro,
y eso sería delirante, añades,
en efecto, contesto,
pues, al fin y al cabo, mi felicidad salió al encuentro de la tuya,
y la mía a la de ti, culminas.

Viaje

El ser humano precisa de certezas
de saber si, cuando caiga la nieve sobre su cabeza al anochecer
le aguardará el amanecer, o por el contrario, una tormenta cruel.
El miedo que recorre los respiros finales en la antesala del cierre de telón
se acrecienta con el ocaso, que reviste el centellear último de los fanales.

Así, yace yerto el cuerpo sobre su lecho,
pacientemente hasta ser inhumado para zanjar el enigma,
para desentramarlo y enseñarlo y exterminar todo temor,
dejando a sabiendas que aun cuando oscurezca el Oeste,
el Este desbordará fulgor al alba, y la incertidumbre se volverá certeza
y no a la inversa.

Tiempo contigo

Usted no se imagina cuan feliz me ha estado haciendo
lo tan feliz que me hace su saludo por la mañana y su hasta luego por la noche,
que usted se interese por mi bienestar y sobre qué hago en lo cotidiano, aun si no hay mayor sorpresa en ello, pues últimamente cada día es similar al anterior.
Sin embargo, ahí está usted, regalándome una sonrisa a la distancia que me hace enloquecer y regocijarme a solas mientras pienso en lo increíble que usted es, y la suerte que he tenido de conocerle aun cuando el mundo afuera pareciera estar llegando a su final.
Por lo anterior, sepa usted que tengo un sueño, uno más bien sencillo,
y es que el tiempo pase lo suficientemente rápido para pronto encontrarnos,
y lo suficientemente lento para que, una vez llegado el momento, alcance a agradecerle por la abrumadora felicidad que usted me ha dado.

Por si las dudas
No me importa si usted viene con uno o dos problemas
si en lo recóndito de su ser sucede sin cesar
un eclipse solar que parece no tener final.
Menos aún me importa si en su cabeza hay tempestad
un mar bravío que empantana su navegar
que vuelve frágil su bote en el que usted desea escapar.
No procure usted esforzarse de sobremanera
para manifestarse alegre, no es imperiosa aquella treta
de jugar a satisfacer, de apartarse de sí para no incomodar
no piense ni por un minuto que las tribulaciones
del diario vivir son sinónimo de hastío para mí.
Porque sepa usted, compañera, que cuando le digo que la quiero
no le miento, y que aquel sentimiento es implacable
aun si usted se derrumba o se difumina,
sepa usted, por si las dudas, que siempre la acompañaré.

Refugio

No hay manera para medir cuánto nos queremos

no te preocupes si parece evidente que yo lo hago más

o que lo hago menos, y viceversa.

No tengamos prisa, querámonos en tanto cada día sea posible

en tanto sigamos respirando, en cuanto nos visualicemos al alba

en tanto disipemos la mala jornada con un beso mágico

próximos a apartar la mirada para dar media vuelta

a sabiendas de que si algo nos apena por la noche

bastará con extender los dedos

para recordar que juntos somos un refugio

que con el tiempo hemos construido

que entre ambos sostenemos

y que contra tormentas y calamidades

resistimos y resistiremos

porque me quieres y te quiero

y de eso no hay duda,

porque al abrazarnos nos sentimos como en casa.

A saber

A saber, cómo o por qué,

a saber, si fue el destino o mera coincidencia,

a saber, si era inevitable estar en el lugar preciso,

a saber, si la conjunción de nuestros tiempos era inexorable.

A saber,

a saber, si cada paso previo conducía hasta a ti,

a saber, si todo antes de ti, de nosotros, era parte de encontrarnos,

a saber, si como versa el dicho, de que lo bueno tarda en llegar tomó sentido.

A saber,

a saber, si una palabra o una acción distinta habrían imposibilitado conocernos,

a saber, si la suerte de haberte querido es la más grande que he tenido jamás,

Si esta vida no alcanzara para decirte cuánto te quiero

me gustaría nacer una, dos, tres, y todas las veces que fuera posible para hacerlo,

todo para volver a conocerte y serte más sincero,

todo para ser más valiente y luchar más por ti,

todo para volver a encantarme de cada detalle de ti,

de tu sonrisa, de tu aroma, tu inteligencia y tu silueta.

Ojalá volviera a nacer,

para que el tiempo otra vez me volviera a sorprender,

tanto como lo hizo al permitirme conocerte y al instante quererte,

tanto como el genuino placer de haber escuchado tu voz una noche entera,

tanto como el júbilo de que abrieras tu alma, tu intimidad ante mí y yo ante ti,

como si nos hubiéramos conocido desde antes, o quizá desde siempre.

Y es que, a saber,

Quizá cuantas veces ya renací y viví una y otra vez el auténtico goce de descubrirte,

De conocerte, disfrutarte y quererte.

Diálogo por la mañana

La resistencia se desvanece como es habitual
ante cada amanecer en que los rayos del sol atraviesan la ventana,
tú de un lado, yo del otro, mas nuestros labios se ensamblan
y con los ojos a medio abrir comenzamos prontamente a sonreír.
En tanto, rehuyendo de la idea de abandonar nuestro refugio
al cabo de unos besos sorteamos con fortuna nuestro deseo,
con la alegría que nos proporciona observarnos
nos disponemos a dialogar de improviso.
Con sumo asombro oigo tu interrogante
“¿qué es para ti lo favorito”?
No lo sé, supongo que quizá un plato de comida
como uno de arroz con carne o tal vez un pequeño chocolate
“¿y para ti?” te interrogo de regreso
Pues, pienso que viajar, y la libertad que ello significa
es decir, alejarme aunque sea por unos instantes
de la realidad y sus responsabilidades, de lo cotidiano
y los deberes que trae consigo, salvándome de ello
dándome a las experiencias que aguardan por mi
en cada lugar al que me aventuro
cuando siento que lo necesito.

“¿Y cómo podemos saber qué es lo favorito?”
o más bien, “¿cómo definimos qué es lo favorito?” piensas en voz alta
Tal vez lo favorito es aquello que podemos disfrutar una y otra vez
sin llegar a hartarnos o perder esa genuina felicidad
que solo esa cosa especial nos logra otorgar.
Coincidimos en ese aspecto,
en que no importa si concurrimos a nuestra cosa favorita a diario
o una vez al año, pues la felicidad que ello trae consigo
no disminuye ni un poco.
Entonces, con toda seguridad, te miro y afirmo
que tú eres la representación de lo que entiendo por favorito
alguien a quien puedo concurrir sin cesar
a sabiendas de que el júbilo siempre será igual.

Río

Usted es como un río

y yo ansío sumergirme

a pesar de que le temo al agua,

pero usted luce tan calma

que me deshace de todo temor.

Usted es como un río,

en ocasiones turbulento cuando es invierno

y le azota la lluvia sobre su extenso cuerpo,

y teme desbordarse y causar daño,

sin embargo, ha usted de saber

que cuando las gotas se detengan

yo seguiré a su lado

como un rayo de sol

y asomaré en medio de la nubazón

para abrazarla y cobijarla,

para adentrarme en lo más profundo de usted,

para conocer sus miedos y alegrías

sus sueños y fantasías,

para asombrarme con su pureza

y tomarla de la mano cuando sienta

que su oscuridad está apunto de apresarla.

Usted es como un río, y sepa usted que yo la querré,

aún sí es invierno como en este momento,

y que será de igual manera cuando llegue la primavera o el verano,

yo estaré a su lado aguardando con paciencia

para volver a sumergirme en usted,

así que no tema a desbordarse en medio del proceso,

porque sus aguas jamás dañarán.

Callejuelas dignas

Desde hace 3 semanas, los días de Paula parten caminando desde su casa en Barrio Yungay hasta Plaza Italia, o como se conoce ahora, Plaza de la Dignidad. Alternando entre callejuelas llega a su destino. Allí, salta, ríe, grita y combate. Luego, su día termina retornando a casa, bajando por Alameda para meterse a las callejuelas.

En ambas travesías sortea obstáculos por el ahogamiento causado por bombas lacrimógenas, como también correr raudamente de lumas, perdigones disparados a cegar e intentos de atropello de los perpetradores. Mas su suerte un día se terminó, y de golpe su cuerpo al piso cayó.

A solas

La señora Brenda y don Lalo son una pareja de abuelos que se aman desde siempre, juntos construyeron su casa y tranquilidad en un terreno en el Cajón del Maipo cuando aún eran jóvenes. Con el tiempo, para sentirse acompañados, construyeron más casas para ser arrendadas por diferentes personas, pues sus hijos mayores solo los visitaban para pedirles dinero.

Sin embargo, hoy por hoy, en su basto terreno solo quedan ellos, y en plena pandemia su encierro es inviolable ante el riesgo de contagiarse, no obstante, lo que más les aterra, es morir solos sin que nadie se de cuenta.

El tío

El loco Alexis es un hombre de mediana edad, hace más de 20 años que vive en La Reina, su casa es famosa porque ocupa toda una esquina y siempre está su delgado perro fuera de ella.

El loco Alexis, apodado con cariño por el barrio, a veces lava autos en el almacén de la esquina. En otras ocasiones deambula por las calles con expresión perdida, y cuando te lo encuentras relata increíbles historias de asesinatos y viajes por Europa. No obstante, a veces abandona su apodo, y como si condujera un programa histórico habla sobre cómo era todo antiguamente.

Martino

Martino nació en Santiago, gran parte de su vida fue ir de aquí para allá, transitando entre diferentes ciudades, casas, y amigos. A sus 12 años escribió su primer cuento, surgiendo desde ahí el sueño de transformarse en escritor. Así, cuando estaba próximo a salir del colegio, estaba convencido de no estudiar nada para perseguir su sueño de infancia. Sin embargo, acabó teniendo una fallida aventura estudiando Sociología. Luego, inspirado por un profesor preuniversitario que admiraba, acabó estudiando Historia para seguir sus pasos. Hoy, de regreso en su lugar de origen y desempleado, busca convertirse en el más grande escritor.

Los invisibles

Nadie nos ve, somos invisibles, pensé, no nos han visto en 30 años, ni tampoco a nuestros antepasados de hace 100 ni 200 años atrás. Nadie nos ve, y hoy en día la televisión solo nos captura cuando se trata de emocionar a quienes nos ignoran, o bien, para hacerlos enojar cuando luchamos por lo que creemos justo, cuando alzamos la voz para tener lo que ellos también.

Nadie nos ve, aun cuando hicimos arder la ciudad, aun cuando el pequeño placer de observar el horizonte nos fue cegado de golpe, y aquellos que no nos ven, tuvieron el descaro de culparnos por rebelarnos para al fin ser vistos y tener un trato digno. Nadie nos ve, pensé, e inclusive ahora que tenemos hambre, nos tachan de farsantes por querer tener lo que ellos nunca han temido no poseer.

El cuidador

Daniel es un hombre de mediana edad, un tanto ciego un tanto sordo. Su cuerpo luce maltrecho, con el cabello seco y la piel descuidada se retrata a la perfección su arduo trabajo. A diario viene a laburar a la parcela de don Lalo, como le dice él con cariño. Aquí quizá ha de llevar 10, 20 o 30 años, y su amistad es tal, que, ante el desinterés de los hijos del don, él parece suplir ese rol, y queriéndose de una forma honesta y pura, se acompañan en todo lo que haga falta.

Gaspar

Desde pequeño a mis compañeros no los escogía yo, por arte de magia o intención del destino se cruzaban en mi camino, o simplemente estaban allí cuando yo llegaba entre los vaivenes de mi patiperra vida. Con aquellos sorpresivos compañeros no faltaba la felicidad ni la diversión, ni mucho menos el cariño y las risas, de tan solo vernos cada mañana a la distancia corríamos el uno al otro para abrazarnos. Sin embargo, en incomprensibles actos, me eran despojados de golpe sin siquiera alcanzar de ellos a despedirme.

Con el tiempo, cuando los vaivenes al fin se detuvieron, al igual que mis antiguos compañeros, uno más volvió a aparecer sin que yo lo esperara, por obra del destino otra vez o quién sabe por qué. No obstante, como una suerte de maldición, una vez más, el inexplicable despojo haría lo suyo, y en medio un grito de dolor volvería a quedarme solo.

Asumiendo que mi vida sería por siempre así, una última vez, cuando ya ni siquiera tenía el mínimo anhelo de tener otro compañero, él llegó y todo se iluminó, con cierta reticencia lo abracé por miedo a perder otra vez. Mas desde aquel día, la mala suerte al fin pareció desaparecer, y desde entonces, mi amigo Gaspar a donde quiera que yo vaya él me acompaña.

Alicia y la justicia

A pesar de la soledad entre paredes, Alicia sabe que más temprano que tarde podrá salir libre por la puerta de su casa, que ya no deberá temer de su familia, de sus amistades ni vecinos, que la comunidad que se estaba conformando y que debió acomodarse a las circunstancias, volverá a tomarse de las manos. Volverá a copar las calles con gritos, con saltos y bailes, pues, Alicia sabe que la justicia tarda, pero llega.

Nada cambia

Miguel vivía confinado antes de que llegara el COVID-19, a pesar de que podía salir de casa tranquilamente, que podía ir de compras al almacén, viajar en micro y metro. La sociedad lo ha mantenido al margen desde sus primeros pasos en la escuela, calles y plazas, y en uno que otro trabajo que ha tenido hasta entonces. Por tanto, para él, la buena nueva de que finalmente las personas podrán salir sin miedo a las calles. no le causa tanta alegría, pues, la marginación que vive por hablar solo mientras deambula por las calles es más brutal, y además, permanente.

Libertad para uno, libertad para todos

Aquella mañana, Silvestre y Lionetta despertaron de golpe, un fuerte ruido provenía desde las calles, uno fuera de lo común luego de la costumbre que le habían tomado al silencio del confinamiento. Ante la curiosidad, rápidamente se asomaron al balcón, y en cuanto posaron sus manos sobre la baranda sus miradas comenzaron a observar hacia todos lados. A donde fuera que miraran solo veían volar un pájaro tras otro, acompañados de aplausos de personas desde sus patios y balcones.
A todas luces era la señal, el encierro humano había acabado, y junto con ello, también el animal.

Transmutación

No sé cómo quitármelo, parece tan adherido a mí que de solo pensar en arrancarlo con mis manos me duele todo el cuerpo, me recorre un nervio, un cosquilleo que me hace retroceder inmediatamente en cuanto intento envalentonarme. Quisiera pedir ayuda, gritar, clamar, que alguien sorteara por mí este dolor que parece inexorable, que alguien rebosante de audacia usara sus manos para librarme de semejante tortura que a cada segundo se vuelve una prisión.

Tristemente no hay nadie a mi alrededor, el pavor que siento es tal que ni siquiera puedo abrir los ojos para cerciorarme de que efectivamente estoy solo, sin embargo, de lo que si tengo certeza es de que está oscuro, tan oscuro que probablemente si probara a abrir mis ojos no sabría con exactitud si realmente lo logré. Al mismo tiempo, entre más pienso en que no puedo arrancarme esto del cuerpo pareciera que se adhiere con más fuerza aún, y en consecuencia, el pavor aumenta y comienza a derivar en desesperación, y en llanto y en gritos que no llegan a materializarse porque no encuentran una vía de escape.

En tanto, con el correr de los minutos comienzo a dudar de si sigo siendo humano, pues la imposibilidad de no poder librarme me sugiere certeramente la idea de que además de estar lejano a mi propósito, estoy siendo consumido de tal manera que prontamente mi cuerpo dejará de ser lo que es y mutará de tal manera, que me volveré irreconocible, y es inevitable, pues esta adherencia acabará tomando mi lugar. Entonces dejaré de existir, será mi fin y nada puedo hacer, le temo a la muerte, sobre todo cuando la imagino llegar siendo convidada por la soledad.

Se terminan las alternativas se difumina la salida, no quiero morir así, quiero abrir los ojos y las manos, ponerme de pie y caminar, o tal vez correr, reír, llorar, gritar, olfatear, palpar la vida aunque sea una última vez, no merezco tan miserable final siendo abrazado por el abismo. Entonces en un último acto de valor me propongo salvarme, me salvaré, a como de lugar lo lograré, pienso tembloroso para mis adentros mientras otro pensamiento me invade de inmediato: “¿por dónde debo comenzar?”, quizá debería probar desde abajo hacia arriba con un primer ademán de balancear los dedos de mis pies. No hay resultado, me da la sensación de que mis dedos se encuentran pegados uno sobre otro.

Ya está, seguro funcionará con las piernas, me siento decidido y me aventuro al intento de flexionarlas pero nada pasa, en cuanto intento siquiera arrastrarlas un poco siento una rigidez que hace parecer que mis piernas ya no son tal, que se han transformado, “¿ya estoy dejando de ser?” pienso entre el revoltijo de ideas que atraviesan mi cabeza. Está bien, todo está bien, puedo hacerlo, sin ninguna duda abriré mis ojos y conseguiré mi anhelo, veré otra vez la luz aun si tengo que hacerlo por la fuerza, así que lo intento, con sumo esmero alzo mis párpados a pesar de que se siente como si estuviera tratando de abrir las enormes puertas de un castillo.

Me pesan, me cuesta, inclusive duele pero me fuerzo aunque lleguen a desgarrarse o a desangrarse, porque desde siempre he sido un ingenuo convencido de que el esfuerzo premia y esta no será la excepción, pues por fin luego de intentar sin cesar logro divisar el mundo, o eso pensé. Con mis ojos apenas abiertos, como si de un animal recién nacido se tratara, mi ingenuidad experimenta un subidón impresionante que me exclama que soy capaz de todo, y asumo el desafío y alzo mis manos en señal de liberación, ya nada ni nadie puede detenerme, las alzo y las muevo hacia todas partes buscando palpar algo, pero nada aparece, solo percibo la brisa que nace con la agitación.

La mezcolanza de alegría y desesperación entran en juego y me inundan ganas de gritar y de llorar, de proferir insultos y clamar por ayuda, parece que he vuelto al principio del meollo, pero esta vez tengo mis manos a plenitud y mis ojos medianamente abiertos, mis piernas no reaccionan, pero seguro lo hará mi boca, entonces me dejo llevar por el incontrolable deseo y se abre mi boca dispuesta a gritar pero nada sale de ella. La adherencia se refuerza y mi boca se cierra manejada por una fuerza sobrenatural, pero estoy tan cerca como nunca antes y contando con mis manos me haré libre. Entonces tomo de la parte inferior de mi boca, y con toda potencia la presiono hacia abajo y mis dedos se encuentran cara a cara con mi huésped alojado en el fondo y en cada parte, y me inunda la furia y el sueño de querer salvar mi vida así que cargo de fuerza mis dedos y arranco al huésped y por fin me siento libre.

Me dejo caer y mis ojos se cierran por completo, mas mi boca continúa abierta desbordando un pedregoso torrente que me conduce hasta el océano, y saboreo la muerte y temo otra vez a la soledad y también al olvido, y entonces desperté y al espejo me miré y quise gritar por la victoria que inmediatamente se transformó en derrota al percatarme que el huésped había muerto con esa parte de mí.

Don nadie

A la sociedad nunca le han importado los sujetos como él, su presencia pasa inadvertida, e incluso cuando alguien se percata de su existencia lo hace con repulsión, con resquemor, pues su apariencia causa esas sensaciones (tan incómodas) que inmediatamente conllevan a voltear la vista y seguir en paso recto, olvidando a los pocos segundos lo que acaban de ver. Sin embargo, cuando el cruce entre la sociedad y el sujeto se vuelve recurrente, es decir, cuando este último está cotidianamente en el mismo lugar, su presencia pasa de ser una molestia efímera a una molestia permanente, y es entonces cuando se abre la puerta del remordimiento.

Una vez abierta la puerta el invitado se aloja en el cuerpo, pero por sobre todo en la mente y se transforma en algo difícil con lo cual lidiar, dado que la intranquilidad comienza a abundar aun si no se produce el diario encuentro con el mismo sujeto, porque cada tantos rincones hay decenas y centenas que son iguales o peores que él. Entonces la molestia, además de ser permanente se vuelve inevitable, y cuando aquello ocurre nace el deseo de deshacerse de ello y también la interrogante de cómo hacerlo, y al pensarlo se cae en cuenta de que aunque se ayudara a uno, dos o tres de ellos la molestia seguiría ahí, porque pareciera que se reproducen y atiborran como moscas sobre la basura, volviendo inútil cualquier esfuerzo.

Siendo así, los atisbos de humanidad de querer hacer un bien para sujetos como él poco a poco empiezan a disiparse, al quedar en evidencia que la acción individual no basta para arreglar un problema global, y es ahí cuando surge la paradoja de esforzarse por la autocomplacencia, o bien, dejar que los instintos más

Sabotaje

Quizá siempre estuve al borde del abismo pero lo ignoraba, me sujetaba con la poca fuerza que me restaba clavando mis quebradizas uñas en los últimos rastros de tierra firme que quedaban. A esas alturas en su mayoría se había desvanecido, se había ido con ella muy lejos, o más bien, muy arriba, y desde mi posición, además de batallar, no podía hacer más que observarla e imaginar que emprendía rumbo a un lugar mejor, a uno lejos de mí donde de seguro una auténtica felicidad aguardaba por su llegada. Se lo merecía, sin lugar a dudas, como también yo merecía estar así, torturándome en el remordimiento que hasta entonces mantenía dormido a la fuerza, apretando mis ojos y abstrayéndome de mis pensamientos, ignorando la culpa y la inevitable explosión de una bomba de dolor que estallaría justo dentro de ella cuando se diera cuenta.

Mi destino era este, no había manera en que pudiera evitarlo, más temprano que tarde la frágil idea de que todo siempre iría bien acabaría esfumándose, aquella arrogante confianza de pensar que mis acciones jamás llegarían a verse influenciadas por la inexorabilidad del destino era en extremo absurdo. Mis fallas se encontraban a la vista, no se precisaba demasiada perspicacia para notarlo, sin embargo, ingenuamente las cubría con la tierra que se encontraba bajo nuestros pies, aquella tierra que entre ambos habíamos construido y cuidado.

En caso contrario, es decir, si la mencionada táctica no daba resultado, bastaba con cubrirla con tierra nueva, aunque evidentemente más frágil, o mejor dicho, podrida. Siendo así, era cuestión de tiempo para que iniciara un constante tambaleo en donde yo fingía mantenerme firme, mientras ella acababa cayendo una y otra vez, e irónicamente, propio del desgraciado en que me había convertido, le tendía mi mano para que pudiera levantarse, y así se repetía el proceso una y otra vez. No obstante, sin darme cuenta, mi firmeza había comenzado a ceder, pues cada vez que ella caía también lo hacía la lluvia que brotaba desbordadamente de su cuerpo, trayendo consigo la muerte de nuestras raíces.

Cuando caí en cuenta ya era demasiado tarde, la última vez que cayó no necesitó de mis manos, había aprendido a levantarse a través de su propia voluntad, mientras que yo, también por medio de mi voluntad, había aprendido a soterrarme, y evidentemente no siendo ella una desgraciada como yo, que gustara de dañar a otros, se marchó.

primitivos tomen lugar y oscurezcan la moralidad y el buen ser que a la fuerza se han instalado.

Desde luego lo correcto sería lo primero, no obstante, el tiempo apremia y la tranquilidad particular está por sobre la general, la molestia ya no da para mucho más y la cordura comienza a flaquear, entonces lo segundo parece mucho mejor, y por supuesto, más rápido. Por lo tanto, decide matarlo, después de todo a nadie le importará si ya no está más, e inclusive piensa que le hará un bien a los demás al librarlos de la misma molestia que no tienen valor para hacerse cargo.

Me voy

Me voy de ti, lejos de aquí

a un lugar donde no podrás hallarme

donde no podrás alcanzarme ni divisarme,

me voy a un lugar donde no podrás entrar

donde estaré seguro y tu recuerdo perecerá,

donde aquellos te quiero se quemarán.

Me voy de ti porque es necesario,

debo librarme de tu amor que ya no me alegra

de tus caricias que ya no me cobijan,

de tus palabras que no me entienden

y de tu corazón que palpita en falso.

Me voy de ti aunque duela,

aunque en la odisea llore y me arrepienta

y la soledad me abrace y atraviese

cuando me encuentre en la oscuridad

lejos del hogar que tú me dabas.

Me voy de ti

pues sé que más allá

se extiende un lugar donde me aguarda felicidad.

Forma de ser

Hay interrogantes que de tu parte me sorprenden

cuando con preocupación quieres averiguar si estoy sumido en el hastío

o si a causa de este inevitable encierro aflora en mí de sobremanera la pena

cómo si la soledad fuera detonante de una serie de males que me ponen a la deriva,

así que para librarte de aquellas cavilaciones he de hacerte saber lo siguiente:

Que no hay mayor placer para mí que la soledad, que la libre disposición del tiempo,

que la inexistencia de las distracciones e interrupciones que arremeten en lo cotidiano,

que de ninguna manera la melancolía o la añoranza me invaden por no poder ver a la gente,

pues para bien o para mal puedo sobreponerme a ello para disfrutar por entero este momento

de este invaluable momento en que puedo conocerme y acompañarme

en que puedo jugar a ser aventurero en diferentes universos que creo a través de versos

siendo esto último lo más importante que quiero que sepas:

que la inagotable compañía de las palabras sacia mi alma de cualquier cosa que pueda hacerme falta.

Morriña

Mi primera tristeza fue cuando tuve que marcharme

a pesar de que sucedía con frecuencia

y que a ciencia cierta sabía que mi permanencia era frágil

así que evitaba pirrarme con las personas y lugares.

No obstante, siendo yo un muchacho mi constancia no era tan grande

ni menos mi valor para resistir a los embates de la vida

ni aun menos a las sorpresas que esta conlleva

pues de ninguna manera yo esperaba conocerla.

Cuando aquello ocurrió toda táctica mía se desarmó

su súbita aparición significó mi primera aproximación al amor

y confundido me sentí, nunca antes mi corazón se había acelerado así,

no tenía idea del asombro que podía causar contemplar la llegada de alguien.

Hasta entonces no tenía conocimiento de que la seguridad podía ser sinónimo de felicidad

al existir la dicha certera de verla cada mañana y durante buena parte de la jornada

para luego por las tardes y cada fin de semana estallar en ansías

de que la rutina nos juntara para saciar lo mucho que la extrañaba.

Como consecuencia yo me prende de usted y también de esta tierra

y de ninguna manera quería dejarlas, de ser necesario me habría apuntalado allí

todo para defender las maravillas que me hacían sentir, sin embargo,

siendo yo un muchacho no pude lograrlo, y por vez primera experimenté la morriña.

Pasado y futuro

Dudo de nuestro amor que pende de un hilo

de aquellos entretejidos que alguna vez hicimos

que ahora se destejen con prisa y sin reparo

temiendo que desaparezcan y lo hagan sin vuelta.

Dudo de la confianza que se vuelve añoranza

y de la esperanza que muta en miedo

¡¿y cómo no hacerlo de un te quiero?!

sí inclusive dudo de la franqueza que huele a quimera.

Dudo de la pasión con que nos acercamos

de la locura con que nos besamos

de las caricias que nos damos a desgano camuflado en cansancio

amenazando el hogar que se forma entre nuestras manos.

Dudo de nuestros buenos días

de nuestras miradas evasivas que no se encuentran y desconocen

del desayuno que no augura una buena jornada

y ni que decir de nuestros abrazos que son seña de un amor a la deriva.

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