Según el relato de mi abuelo paterno: durante mucho tiempo aquella luz verde parecida a un cocuyo se paseaba por todo el valle a partir de las doce de la noche hasta bien entrada la mañana. Tal misterio mantuvo sobresaltados a todos los vecinos del poblado de Guasimal en Cuba. Todo era atribuido a una botija de dinero enterrada en el tronco de una ceiba.
A pesar de que las carnes temblaban cuando se hablaba del asunto habían hombres valientes muy dispuestos a obtener el dinero y darle descanso a ese espíritu al precio que fuera.. Y ellos fueron Jacinto y Mateo, quienes un mediodía sin decirle nada a nadie se dirigieron hasta el valle donde se paseaba la luz con pico y pala en las manos. Una vez allí miraron de soslayo a los transeúntes que pasaban por un camino cercano. Luego fue Jacinto el primero en pronunciar palabra:
_Si supiéramos el lugar exacto donde está enterrada la famosa botija el trabajo sería menor.Mateo apuntando la ceiba respondió:
_Hace mucho tiempo un amigo mío intentó sacar ese dinero asegurando que estaba en el tronco de la ceiba. Y examinando la punta del pico explicó_ Vamos a escarbar cinco metros al norte de la ceiba donde hay un césped de manzanilla.
Jacinto con una sonrisa picaresca se sentó sobre un peñasco y dijo:
_¡Compadre, yo creo que tú sabes más de la cuenta sobre estos asuntos!
_No es que sepa mucho _respondió Mateo_ Pero en la vida hay que saber de todo un poco porque si no te devoran luces y sombras.
Ya Mateo estaba escarbando y todavía Jacinto seguía con sus bromas.
_¡Detente, Mateo, se sienten aullidos de lobos, y en esta zona ese animal no existe!
Mateo se detuvo por un instante y luego de examinar todo el entorno no ocultó el mal gusto de la broma.
_¡No me digas que viniste aquí a ser el duende! ¡Coge el pico y escarba la tierra!
Con una carcajada de cucaburra Jacinto se puso en pie y escarbaba la tierra con tremenda furia.
Y luego de escarbar durante una hora, ambos amigos vieron la primera señal que aparece cuando se está desenterrando dinero de muertos: ¡Una mosca! _gritó Jacinto y echó a correr desenfrenadamente por el monte.
¿Una mosca? _fue la incógnita de Mateo desconcertado; y para frenar los patines de Jacinto voceó: _¡Qué mosca, ni qué cucaracha!…¡No te me apendejes moscarrón!
Parecía que Mateo estaba dispuesto a ganar la partida a las moscas. Se quedó allí haciendo el trabajo solo. Se supo por los testigos que mientras escarbaba la tierra hablaba con los pájaros:
_¡Yo no tengo miedo! ¡A mí me dieron el dinero en una visión que tuve y no voy a echar para atrás!
Habían transcurrido dos horas de faena cuando Mateo exclamó:
_¡La mosca Gauromidas!…¡Eso significa que la botija está casi fuera!
Era asombroso ver a Mateo dando traspié de un lado para el otro llamando a su amigo:
_¡Jacinto, Jacinto, Jacinto cómo brilla la mosca Gauromidas…somos ricos!
Pero la voz de Mateo se perdía en la verdura del paisaje, porque Jacinto no respondió más.
Seguidamente salían de la tierra trozos de papel muy brillantes. Mateo emocionado
tomó los trozos de papel y los guardó dentro de su bolso, en los bolsillos, debajo del sombrero, dentro de la boca… diciendo que eran onzas de oro, y así como si estuviera borracho echó a andar hasta llegar a su casa con el corazón casi salido del pecho.
La esposa de Mateo, cristiana de pura cepa al verlo alocado quedó alarmada:
_¿Qué te pasa ángel mío? ¿Qué mosca te ha picado?
En la medida que Mateo sacaba del bolso los papeles brillantes respondió a su esposa con voz de lobo:
_¡La mosca Gauromida me ha llenado los bolsillos de onzas de oro! ¡Somos ricos!
Nadie podía acercarse a Mateo porque estaba muy agresivo, motivo por el cual lo amarraron con una soga. Y aunque le dieron tratamiento médico quedó padeciendo de esquizofrenia.
Mientras estas cosas sucedían, la policía se encargaba de buscar a Jacinto. Y luego de diez días de búsqueda lo encontraron muerto en un barranco muy cerca del lugar donde escarbaron la tierra.
Después de estos acontecimientos la luz verde no se vio más nunca por esa zona.
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