Calada tras calada, pienso que caprichoso es el destino.

Me encuentro aquí parada sin saber que hacer, la impotencia se nutre de la ira que recorre mis venas. No puedo hacer nada. Esas puñeteras palabras no dejaban de retumbar en mi cabeza, si es que queda algo de ella.

Quiero evitar que me duela, no quiero sentir nada, esto es demasiado.

Corro y corro por un largo túnel negro, no encuentro la salida, joder, puta desesperación.

Miro a sus ojos, y no veo nada, no queda vida en ella, no es aquella mujer que conocí. Ella amaba, reía, lloraba. Hoy no queda nada.

¿Cómo la saco de ahí?

Observo día tras día sus pasos, sus movimientos. Siempre intentando acertar cual es el siguiente. Imposible ya es tarde.

Calada tras calada la observo, sentada ahí, en el sofá, destruyendo lo poco que queda.

No la abandoné, ella nos abandonó y, ahora, que ya no nos tiene, se hunde en su miseria, de la que nos amamantó a todos.

Adiós.

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