Carta a un confidente

Querido Dante:

Llevo tiempo pensando en tu mal, en cómo debías sentirte por Beatrice.

Quiero decirte que te comprendo, que sé cómo te devastaba el hecho de que ella no te correspondiera. Lo sé por el simple echo de que años después, a mí me recorra el mismo mal. Ves como la persona a la que tanto adoras huye de ti, o peor, no huye porque no sabe que existes.

Ahora comprendo tu dolor, dedicándole infinitos poemas para que su respuesta te dejara perplejo; amándola en silencio y deseándole todo bien, mientras ella amaba a otro, mientras ella hablaba con otro, mientras ella sonreía a otro y no te dedicaba ni una triste mirada.

Somos unos luchadores, Dante. Y, como tú, nunca me rendiré. Seguiré escribiéndole en la sombra y en la luz, y la contemplaré mil y una veces para poder retratarla en el espejo de mis pensamientos y sueños.