Cuarentena, tiempo de reflexión

Un investigador y psicólogo llamado Nico Frijda en el año 2006 presentó un trabajo en el cual exponía lo que a su juicio son las leyes de las emociones.Según Frijda, las emociones humanas siguen una serie de leyes. Y es que cuando perdemos algo o a alguien surgen en nosotros preguntas como: « ¿Por qué no valoré lo que tenía?». Además, cuando estos cambios son inesperados, es frecuente que caigamos en sentimientos de culpabilidad, reproche y, en general, por no haber valorado lo que teníamos.

Precisamente es una de las lecciones que nos deja esta pandemia que ha puesto al mundo entero bajo cuarentena. En estos momentos es cuando nos damos cuenta cómo todo puede cambiar en un momento y aquellas cosas son las que hoy se añoran. Cosas tan simples que por el diario vivir no nos deteníamos a observar, mas hoy reflexionamos y extrañamos eso tan simple que teníamos y ya no.

Uno de nuestros mayores problemas es que disfrutamos poco de lo que tenemos y ahora valoramos mucho lo que nos falta. Echar de más lo que luego echaremos de menos es una forma común de pensar sobre determinadas personas y situaciones.

A veces, caemos en el error de llamar necesidad a casi todo lo que no tenemos y obligación a lo que realmente podríamos disfrutar, como personas, sentimientos o situaciones. Así, desaprovechamos muchas ocasiones reales porque preferimos fantasear a experimentar la realidad, posiblemente porque lo primero es a menudo más fácil que lo segundo.

En general, disfrutamos poco de lo que tenemos; y esto suele ser un patrón que algunos, por desgracia, experimentan la mayor parte del tiempo. Algunos expertos en la materia hablan incluso del síndrome de la pieza faltante, para referirse a esa fijación constante por eso que no poseemos, llegando, a veces, incluso a rozar la obsesión.

Es algo razonable y lógico llegar a una meta y pensar en la siguiente. Sin embargo, el problema llega cuando al mismo tiempo, disfrutamos poco de lo que tenemos. He ahí la clave: el momento presente, nos guste o no, es lo único que tenemos y es la llave para vivir en plenitud.

El inconformismo es una tendencia inherente en el ser humano, pero no te tiene por qué amargarnos la vida. Por otro lado, la motivación es vital y hasta cierto punto es instintiva. Ahora bien, esto no tiene que ser negativo, pero el inconformismo crónico y la idealización de lo que no tenemos, puede provocar la caída en un pozo de insatisfacción, creando nosotros mismos una realidad paralela.

La idealización suele jugarnos malas pasadas. Nadie contaba con todo lo que estamos viviendo y de saberlo nos habría dado tiempo de disfrutar esas cosas que por razones obvias no están, no podemos saber con certeza cómo será una situación hasta que la vivimos. Simplemente nos acostumbramos y no valoramos. La buena noticia en medio de esta adversidad nos deja cómo lección aprender a valorar lo que tenemos como gozar de la compañía de la familia, tener salud, un plato de comida sobre la mesa y rodearnos de personas que nos aprecian. Y es que el verdadero amor es capaz de superar cualquier ley.

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