Entre susurros cobijados por una oscura habitación, él le preguntó: ¿Me amas? Ella, sin tener expresión alguna se quedo viéndolo a los ojos, como quien busca responder a una pregunta sin pronunciar la más mínima palabra. Así, pasaron eternos segundos que al final se transformaron en pesados minutos.

Ella lo amaba, y lo daría todo porque él la mirara sin sentir la presión de la incertidumbre. Él la amaba como cual torpe hombre que no sabe coordinar las emociones con las palabras.

¿Cúal es la conclusión de esta pareja? Quién lo sabrá, a veces es mejor amar sin tener todas las respuestas…

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