Ella.

Le busca. Cree que sabe lo que quiere. No entiende aun porqué no puede ser. Bueno sí, lo sabe, pero se aman. Amor verdadero. El que duele hasta el final. Que te clava la punta de algo afilado inmaterial y te araña hasta que explotas.

Sabía de la existencia de un final. Puede que consciente de lo rápido que llegó.

Se agotaron las fuerzas, de ambos. Se rindieron. Miedo, puede ser. Ella seguro que no.

Locura. Cuadrícula. Así eran, una combinación perfecta, donde los diseños siempre imprevisibles se salían de esas líneas rectas, creando algo irregular. Imposible. No resuelto.

Sueños. Deseos. Pensamientos futuros. A veces sin, y queriendo con.

La mierda. Un sentimiento no mutuo. O sí, pero no comunicado. No compartido.

Ese hilo de esperanza. Duele. Ella lo sabe. Pero no tiene culpa de su positividad.

Cree en la cenicienta. En los cuentos de hadas y en su príncipe azul, que todas las mañanas le da los buenos días.

Ella quiere que él la quiera como ella le quiere a él. Eso no se puede exigir. Egoísmo. En lo que él se ha convertido.

Tiempo. Te cura las heridas. También las que no se ven. Te da lecciones. A veces, te traiciona, llega tarde.

Prioridades. Se ve muy claro.

Sus pensamientos. El amor verdadero es irremplazable. Si no se siente así, es que aún no lo has conocido.

Tiempo, no tardes. Ego´smo desaparece. Amor reacciona. Ordena las prioridades. Cenicienta sigue soñando con ese final feliz.

Cree en ese trébol de cuatro hojas.

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