Eran las siete y diez minutos en el internado. Todos los estudiantes tendían sus camas, alistaban su mochila y salían de sus habitaciones muy puntuales a estudiar. Los rayos del sol mañanero se colaban por entre las ventanas, resaltando el color rojizo pardo de los ladrillos del edificio. Se oían toda clase de ruidos como era lo normal a esta hora todos los días. Algunos gritaban, otros se escondían y hacían cosas clandestinas, y otros simplemente corrían por todo el lugar causando desorden sin que les afectasen los regaños de los maestros. Este no era el caso de Francis, un joven de quince años que adoraba leer. Era el nerd del salón, el que nunca dejaba de estudiar, pero siempre estaba solo. Llevaba un año en el internado y durante todo ese año había sido la presa perfecta para la burla de sus compañeros, en especial de uno llamado Norman. El era el mas guapo del curso. No había ninguna jovencita que pudiera resistir aquellos profundos ojos azules, su mirada brabucona, su corto cabello rubio y su enorme musculatura. No obstante, como persona era un egoísta y un buscapleitos. Siempre aprovechaba la debilidad de los más bajos del salón para poder golpearlos y humillarlos, creyendo que el hacerlo le traería popularidad entre las chicas, cosa que parecía tener resultado. También utilizaba el truco de ser el chico malo después de clases cuando nadie lo veía, que consistía en comprar cigarrillos a un vendedor de al lado y fumarlos con todas las chicas bonitas del salón. Esto lo hacia ver como el chico maloso y sexy por el que todas las chicas se mojaban. Esto era un gran martirio para Francis, pues todo el tiempo tenía que aguantárselo y verlo triunfar en todo lo que hacía. El siempre era mejor, siempre tenía la ventaja y siempre obtenía todo lo que quería.
Un día Francis se levantó temprano, subió a la azotea y comenzó a ver el amanecer. Se sentía asqueado del ambiente a su alrededor. En especial de este repugnante lugar donde vivía, en el que las paredes estaban llenas de grafitis, en donde hasta las maestras eran las cómplices de los estudiantes, como Norman, en sus fechorías sexuales y sus pasatiempos relacionados con drogas y vicios y en donde los pobres tontos como él no eran capaces de tener un segundo de paz. Pero había un sentimiento que lo torturaba mas que ninguno, y era el hecho de que tenía envidia. Si, tenía envidia de la belleza de Norman y de sus habilidades para tener sexo con mujeres de toda clase. Se preguntaba por qué no pudo nacer guapo como el, porque no podía acostarse con nadie como lo hacía él. Se mantuvo allí un buen rato hasta que faltaron quince minutos para entrar a clases. De repente vio que un auto se parqueo frente al internado. Era un auto gris claro de capó y baúl plano. De él se bajó un hombre de esmoquin acompañado de una joven de aproximadamente dieciséis años realmente muy bonita. Después de un rato de haber empezado clases, la chica que Francis vio desde la azotea se presentó frente a todos. Su nombre era Ashley. Era delgada, alta y un poco voluminosa. Lo extraño es que era tímida y callada. Las pocas veces que hablaba lo hacía con un tono muy suave, uno de total inseguridad. No obstante, Norman ya estaba preparado para conseguir a una nueva chica que acostar en su cama.
Las clases terminaron y todos volvieron a sus habitaciones. Como era de esperarse, Norman se presentó a la habitación de Ashley. Ella estaba temerosa. El no dudó ni un instante, y después de decirle unas palabras, se abalanzó sobre ella y la empezó a besar apasionadamente. Ella se resistió. Le golpeaba inútilmente la espalda e intentaba quitárselo de encima. Mientras esto pasaba, Francis pasó inadvertido frente a la habitación. Vio que, en todo este alboroto, una pluma se le había caído del bolsillo a Ashley. Francis lo recogió sigilosamente y se fue. No supo que paso hasta mas tarde en la noche que fue a visitarla para entregarle el bolígrafo. Ella estaba sola, envuelta en lágrimas. Francis le entregó la pluma y se disponía a marcharse hasta que Ashley le pidió que entrara. Francis entro con un poco de incomodidad. Ella empezó a hablarle. Su voz era suave e insegura. le contó que se sentía mal e incómoda. Francis dijo que vio todo lo que había ocurrido y que mejor se acostumbrara, pues aquí era así. Ella, no obstante, comentó que no lo creía, que tendría que haber alguien bueno en este lugar, alguien como él. Después de esto se volvieron muy amigos. El la visitaba todos los días para jugar juegos de mesa de manera inocente. Por alguna razón Norman nunca volvió a perpetrar la habitación de Ashley. El caso es que los días de luz empezaban a regresar después de un largo tiempo en la vida de ambos.
Un día empezaron a hablar de cosas un poco mas privadas. Una de ellas fue un secreto que Ashley le pidió a Francis no revelar. Le conto todo lo sucedido el día que Norman entro a su cuarto a gran agudez de detalles. Le conto que se sintió atacada y violada. pero lo que dijo a continuación le causó un gran dolor y desesperanza a Francis. A pesar de que todo lo que le hizo norman fue en contra de su voluntad, ella lo había disfrutado. Dijo que sintió placer todo el tiempo que Norman la había tocado. Ella lo decía como si hubiera sido algo extraño, como si fueran impulsos involuntarios que no pudiera controlar, y por supuesto lo decía con la intención de no volverlo a experimentar. Pero Francis no lo tomó así. El simple hecho de escuchar la palabra placer lo había marcado para siempre. Cuando Ashley se dio cuenta de su reacción simplemente cambió el tema, pero supo que había cometido un error al contarle, pues el simplemente él ya no era el mismo.
Desde ese día Francis se hizo mas serio, dotado con una actitud más fuerte y dominante. Observaba atentamente a Norman. Lo hacía todo el tiempo. Desde que salía de su habitación hasta que volvía a entrar después de haberse cogido alguna profesora en la noche. Su mirada al observarlo era fría y calculadora. Unos días después de que Francis empezara a observarlo, Norman lo notó y empezó a hacerlo también. Veía como Francis entraba y salía de la habitación de Ashley, por lo cual pensaba que se estaba acostando con ella. Y así continuó por un largo tiempo. La rivalidad cada vez se hacía más tensa. Incluso hubo peleas entre ambos, tanto físicas como verbales.
Francis seguía visitando a Ashley todos los días, aunque ya no era lo mismo. Él no podía evitar verla como una puta mas que estaba enamorada de Norman desde que le comentó su pequeño secreto. Pero aun así la visitaba porque no quería mostrar que algo le estaba afectando. Un día, cuando salió de la habitación de Ashley, sintió que una mirada lo seguía. Estuvo rondando el internado en la oscuridad por un rato, hasta que escuchó algo en un salón. Se acercó más y observó por un orificio que tenía la puerta. Era un llanto, profundo y colérico. Cuando observó mejor se dio cuenta que era el mismo Norman. No podía creer que norman estuviera llorando. Como es que ese monstruo sintiera la más mínima tristeza. Esto lo enfureció a un más. Abrió la puerta de la habitación y lo observó mientras lloraba. Francis estaba confiado. Norman se dio cuenta que él lo observaba. Tenía los ojos rojos de tanto llorar. En ese momento volteó la cabeza y observó a Francis. Él tenía una mirada burlona y seca. Inmediatamente Francis se retiró sin decir nada y fue a su habitación. Estaba perplejo. No podía creer lo que sus ojos vieron esa noche. Francis estaba confundido por ver a este animal llorar de tal manera. Un gran odio lo invadió, uno que nunca había sentido jamás. Un odio celoso. ¿Cómo es posible que él este llorando al tenerlo todo? ¿cómo es posible que su belleza y perfección no le baste para ser feliz? Ver a esa bestia triste, sabiendo que no le faltaba, nada lo llenaba de frustración. También lloró en silencio. Pero no era tristeza, sino desesperación, envidia. Al final su llanto lo cansó y decidió someterse al sueño. Pero esa noche aun no terminaba, y él lo sabía. Esa era una noche que quedaría grabada en la mente de todo el internado. Era la noche de la masacre. Y Francis lo sentía.
Al día siguiente la policía llegó temprano. este era un caso sin precedentes en esta parte de la ciudad. Un grupo de cuatro oficiales entraron rápidamente por la puerta de enfrente. Hablaron unos minutos con la directora del instituto y con el testigo clave. Fueron a la habitación en donde el testigo había oído los gritos y donde había visto el cuerpo que no pudo reconocer. Cuando los oficiales entraron, no vieron más que una carnicería. Había un cuerpo descuartizado. Cada miembro del cuerpo estaba desprendido. Los ojos habían sido removidos y el cuero cabelludo arrancado. Sus órganos también estaban salidos y la sangre manchaba las paredes. Lo mas peculiar de todo era el hecho de que los genitales habían sido arrancados y estaban colocados en su boca. No podían identificar el cuerpo. Por suerte una forense venía con ellos. Tomó una pequeña gota de sangre y un cabello que estaba en el suelo. Los introdujo a un pequeño aparato y unos minutos después, las muestras de ADN revelaban a la víctima.
Los oficiales se movieron rápido hasta la habitación del sospechoso. Su nombre había sido dado por la directora, pues sabía los conflictos que ambos tenían. Los oficiales abrieron la puerta y encontraron aun joven con las manos y la boca ensangrentados. Estaba a lado de una mesa tirado en el suelo retorciéndose de desesperación. Estaba riendo y llorando a la vez, emitiendo un horrible gemido. En la mesa había un gran rastro de cocaína. «Norman Johannes, quedas arrestado por el cruel asesinato de Francis Sánchez». Después de decir esto, la policía se lo llevó.
La noticia se extendió por todo el internado. Muchos quedaron aturdidos, pero nadie como Ashley, que se suicidó lanzándose desde la azotea un día después. Norman estuvo mucho tiempo en la comisaría, pero había perdido el sentido del habla, probablemente por el aturdimiento o por la sobredosis de drogas que había consumido. Completamente convencidos de que intentar interrogarlo era inútil, la policía decidió internarlo en un hospital psiquiátrico. Estuvo allí por meses sin decir una palabra, y, por lo tanto, no se sabía porque Norman había asesinado tan crudamente a Francis, hasta que un día logró escribirlo en una hoja de papel: «lo tenía todo y lo envidio por eso. Yo solo tenía belleza»
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