Libro 1: Historias del reino de Güíldnah (3)

Libro 1: Historias del reino de Güíldnah (3)

“Piet y el hada verde”

Éste es el segundo relato que rechazó el rey Derek, para ser presentado en el banquete especial.

CAPÍTULO I

En el bosque Pi-Ud hay una extensa variedad de pajarillos. La siguiente historia trata de uno en particular.

Vive en el bosque, un petirrojo; despreocupado de la vida venidera, y sin ningún interés en particular.

Su vida cambia de un día para otro.

Es una mañana cualquiera.

El ave de pecho rojo anaranjado, descansa tranquilamente sobre una rama, junto con unos cuantos amigos. Cada uno, platica sobre su rutina del día anterior.

Entre tanto, un pequeño grupo de hadas, insectos y pájaros pequeños, transita volando por enfrente de un árbol; mismo donde se encuentra el petirrojo y sus amigos.

Los paseos matutinos de las hadas, duendes, golondrinas, carpinteros y demás avecillas, es un suceso cotidiano en el bosque místico; lo especial en el día de hoy, es que hay un hada nueva entre el grupo.

La reciente habitante, es de piel verdosa clara, pelo largo azul fuerte y ojos redondos purpuras. Su cuerpo, lo cubre un leotardo de manga corta color rojo, hecho con hilos de rosa del mismo color. Una tela rectangular naranja rodea su cintura, a manera improvisada de una falda. De calzado, lleva unos zapatos simples rojos anaranjados.

En su brazo izquierdo, hay una pulsera amarilla, fabricada con finas hojas de césped. Es el único accesorio que lleva encima.

Mide casi lo mismo que sus congéneres: nueve centímetros. Sus alas son de mariposa, coloreadas con diferentes tonalidades amarillentas.

En el momento en que los ojos del petirrojo observan a la nueva hada, el tiempo se congela casi por completo; permitiendo al protagonista de la historia, contemplar a la reciente habitante, de los pies a la cabeza.

Inesperadamente, el corazón de la avecilla se enamora perdidamente del hada verde; el mismo órgano muscular acelera su ritmo.

Nunca le había pasado antes. Ha visto a un centenar de esas creaturas diminutas, y ninguna le había llamado la atención; mucho menos tenía contemplado la probabilidad de un amorío con una.

¿Qué es lo diferente de la nueva residente, que no tengan las demás?

El petirrojo no puede elegir un detalle en especial.

¿Es su hermoso rostro?, ¿su cabello?, ¿la indumentaria que lleva puesta?, ¿su cuerpo?, ¿todo lo anterior?

El ave despierta de un sueño efímero, percatándose que el grupo de paseantes, junto con la bella hada, se ha ido.

Desde ese día, el pajarillo espera al mismo pequeño grupo de insectos y duendes alados en la rama del mismo árbol; suspirando interminablemente, cada vez que ve al hada pasar frente a sus ojos, admirándola cada segundo.

Varios días después, decide intentar conocerla.

Le pregunta a muchos amigos y conocidos: ninfas y otras aves por igual.

Descubre que el pequeño grupo del hada verde, siempre visita un rosal de flores naranjas; el mismo que se encuentra junto al estanque Áglod.

A la mañana siguiente, el petirrojo se encamina hacia el punto indicado y espera en la rama de un pino cercano.

Áglod es un importante centro de reuniones para los reyes menores, y todos sus súbditos; de vez en cuando, también lo es para la familia de osos o de tigres.

Al llegar al lugar, el pajarillo solo encuentra animalillos, libélulas y una que otra ninfa de edad infantil.

Esperanzado que no ha llegado tarde, el petirrojo espera al hada verde y al grupo que siempre la acompaña. Empieza a caminar repetidamente por toda la rama del árbol; al mismo tiempo que aguarda, los nervios empiezan a invadirlo.

«¿Cómo me presento?», se pregunta a sí mismo.

«¿Le agradará mi compañía?».

Éstas y más dudas se van reuniendo en su cabeza.

En medio de las interrogantes personales, el pajarillo observa como el grupo de compañía del hada verde va llegando, dispersándose por todo el estanque y el rosal.

El petirrojo empieza a buscar a su amor por todos lados; mas su concentración es interrumpida por unas voces a su derecha. Al voltear, el pajarillo descubre el hada verde y unos cuantos acompañantes; quienes han optado descansar en la misma rama, donde él ha decidido vigilar los alrededores.

Indeciso que hacer, el pajarillo busca al hada entre el pequeño grupo; en su lugar, divisa a un amigo suyo: el Martín pescador del rio Ulrron.

―¿Nirt?, ¿eres tú? ―pregunta el petirrojo de reojo y en voz alta.

El Martín pescador voltea y reconoce a su amigo.

―Hola Piet, ¿viniste a bañarte en el estanque? No vienes muy seguido por aquí ―comenta alegre aquel, acercándosele.

―De hecho, solo vine de paseo ―expresa el petirrojo.

―Ven, ¿no quieres unirte al grupo? ―invita Nirt a su amigo, poniéndole su ala en la espalda de él.

―Claro ―afirma el petirrojo felizmente.

Nirt no tarda en presentar a su amigo al pequeño grupo.

―¡Compañeros! ―anuncia él―, ¡Les presento a Piet, un amigo mío! ¡Vive en el gran manzano de frutas rojas, el cual se encuentra cruzando el rio Ulrron!

El grupo le da la bienvenida; por su parte, Piet saluda a todos los presentes, uno por uno, estrechando plumas y pequeñas manos, de esos diminutos hombres y mujeres con alas de mariposa o libélula; siempre con una sonrisa en la cara. Todo va bien hasta que llega con el hada verde. La seguridad que siente en sí mismo, desaparece en un santiamén; tartamudea un simple “hola”, quedándose parado, nervioso y pensativo enfrente del hada. Afortunadamente lo hizo por poco tiempo, ya que otros pajarillos lo llaman para conocerlo mejor. El petirrojo se dirige con ellos, iniciando una agradable mañana.

La tarde pasa rápidamente, entre pláticas, bromas graciosas y meriendas. En las primeras horas de la noche, los amigos del hada verde se despiden y cada uno parte rumbo a su hogar.

CAPÍTULO II

Piet regresa a su nido en el gran manzano, preparado para acostarse.

En otra rama, más alta y vecina suya, se encuentra otro nido. Ahí vive una petirroja llamada Tuli. La llaman así, por el hecho que le gusta visitar a los tulipanes del bosque, en sus diferentes colores.

Piet y Tuli son mejores amigos; desde aquel día en que salieron del huevo al mismo tiempo. Cada uno sabe los gustos y disgustos de otro. Siempre se ayudan el uno al otro.

Tuli ve llegar a su mejor amigo, saludándolo.

―Hola Piet, buenas noches.

El petirrojo voltea y devuelve el saludo.

―Hola Tuli, ¿cómo estuvo tu día?

―Fue tranquilo ―responde Tuli, acomodándose en su nido―. Me reuní con unos amigos, en el riachuelo que da al mar; en la tarde, nos despedimos. Ahí mismo comí algunos insectos. La mayoría tenían sabor agradable; lo malo, es que había otros muy salados.

―Ve al peral, junto al viejo abeto. Ahí son deliciosos ―le sugiere Piet―; después, ¿a dónde fuiste?

―Visité a la familia de zorros; sabes, ¡ya nació su hijo! ―menciona emocionada Tuli

―Pensé que faltaban unos días más para eso. Es una buena noticia.

―¿Y tú? ¿Qué has hecho hoy? ―pregunta Tuli.

―Pues… he visitado el estanque Áglod. Acabo de conocer al hada verde y me he unido al grupo que siempre la acompaña ―responde feliz Piet.

―¿La nueva hada del bosque?

―Así es ―afirma Piet moviendo la cabeza―. ¿Sabes en que parte del bosque ha nacido?

―He escuchado muchos rumores. Es difícil saber cuál es verdad, ¿no se lo preguntaste?

―No ―responde apenado Piet, bajando la vista―; apenas si pude saludarla. Los nervios me paralizaron.

Tuli deja escapar una pequeña risa.

―Tu nerviosismo siempre te causa momentos incomodos.

―Sí ―respondió Piet con otra pequeña sonrisa.

En esos momentos, una idea llega a la mente del petirrojo, preguntándole a ella.

―Tuli, ¿no quieres acompañarme mañana y unirte al grupo?

La pajarilla lo piensa por unos momentos.

―Mmmnnn… Está bien ―acepta ella―, no tenía ningún plan para mañana.

―Bien. Nos iremos en la tarde, cuando todos estén reunidos en el estanque.

En compañía de Tuli, el carácter tímido de Piet cambia por otro más seguro; incluso si su amiga se encuentra a unos metros, el petirrojo ya no siente inseguridad. Si Tuli se integra al grupo, Piet podría platicar con el hada verde, sin problemas.

En la tarde temprana siguiente, Piet y Tuli se dirigen a Áglod.

Llegando a su destino, la pareja de petirrojos descubre una reunión habitual de los habitantes de la arboleda.

El hada verde se encuentra en el rosal, descansando en una de las flores.

―Ho…hola amiga hada ―saluda Piet al acercarse.

―Hola Piet.

―Quiero presentarte a una amiga mía ―en esos momentos se acerca la petirroja―. Ella es Tuli y vive en una rama cercana en donde he puesto mi nido.

―Hola, mucho gusto ―saluda Tuli, acercando su ala.

―Hola Tuli, bienvenida al grupo ―contesta el hada, sujetando el ala de la pajarilla, dándose un amistoso saludo.

En esos momentos, unos amigos de Tuli se percatan de su llegada, llamándola desde lo alto de una rama cercana.

―¡Eh! ¡Tuli! ¡¿Qué haces por aquí?!, ¡¿vienes de paseo?! ―preguntan ellos.

―Discúlpame unos momentos Piet, voy a saludarlos.

―No hay problema, esperaré por ti ―responde él.

Ella alza vuelo, dirigiéndose con sus amigos, dejando a Piet a solas con el hada.

―Bueno… ―dice Piet, tratando de iniciar la plática, mirando hacia todas direcciones.

―Hoy tuviste suerte de encontrarnos aquí ―comenta el hada verde.

―¿Por qué lo dices? ―inquiere Piet.

Nos dirigíamos al riachuelo, casi llegando al rio. A último momento, unos cuantos nos avisaron que querían pasar unos momentos aquí. Decidimos esperarlos. Si te demorabas más tiempo, de seguro no encontrabas a nadie.

―Tal vez ―sospecha Piet―, pero el riachuelo que lleva al rio es mi lugar preferido, al igual que el de mi amiga Tuli. Muchos amigos viven en los alrededores. Si no te hubiéramos encontrado aquí, de seguro te hubiéramos alcanzado allá.

―No he visitado esa parte del bosque todavía, ¿qué más me puedes platicar de ese lugar?

Es el lugar que más frecuentamos; específicamente, unos metros más adelante, en las diminutas cascadas. El agua es más refrescante en ese lugar; además de que hay mucha variedad de comida.

A los pocos momentos después, todos están listos para emprender el viaje hacia el riachuelo.

En el nuevo punto de reunión, el petirrojo lleva al hada verde a conocer a la familia de zorros, quienes viven a un metro del riachuelo; apenas habían comenzado a comer, y su bebe estaba dormido. Visitaron a una ardilla joven, quien jugueteaba con su hermanito. Pasaron a saludar a la vieja tortuga, aburriéndose prontamente de su lenta plática, acerca de sus recuerdos de años atrás.

Después de la hora de la merienda, en las pocas horas restantes, Piet y su amiga feérica conversaron largo rato, al igual que Tuli y sus amigos.

Unas horas antes de que anocheciera, los petirrojos se despiden de sus amigos y regresan al manzano.

―Fue un buen día, ¿no crees? ―le pregunta Piet a su amiga, mientras que él se acomoda en su nido.

―Sí. Fue muy entretenido ―responde Tuli desde su rama―. ¿Qué le pareció el riachuelo al hada verde?, ¿le gustó?

―Esa parte, no mucho ―recapitula Piet―; no hay muchas plantas o hierbas. Es más lodo y tierra. Eso fue lo que no le agradó. Lo que si le gustó, fueron nuestras amistades: la familia de zorros, las ardillas y las ranas; la tortuga, no tanto. Al final, terminó haciéndolos sus amigos también. Lo maravilloso de hoy, es que ya descubrí donde nació el hada verde.

―¿Dónde?

―En la flor de un nenúfar del estanque Áglod, por eso es su lugar favorito del bosque ―informa Piet―. Cada día me enamoro más de ella ―manifiesta él entre suspiros, acostándose en su espalda y admirando el cielo.

―¿Qué dijiste? ―pregunta Tuli, acercándose a la orilla de su nido.

―Desde la primera vez que vi al hada verde me enamoré de ella; ahora que nos estamos conociendo más, ese amor está creciendo ―menciona Piet, acomodándose en su nido y volteando hacia Tuli.

―¿Ya se lo dijiste?

―No. Aún no. Estoy esperando el momento adecuado.

―Piet…la petirroja hace una pausa. Parece que quiere decir algo importante.

―¿Sí? ―dice Piet, parándose en la orilla de su propio nido.

―Mañana… ¿me puedes mostrar el peral donde están los insectos deliciosos? Quiero probarlos.

―¡Claro! No hay problema.

―Hasta mañana Piet.

―Buenas noches Tuli.

CAPÍTULO III

Al día siguiente, muy temprano, los dos petirrojos se dirigen al viejo peral. Piet, le indica a Tuli donde se encuentran los insectos: en todo el tronco del mismo árbol.

En todo el tiempo que permanecen en ese lugar, Tuli está sumergida en pensamientos profundos, poniendo poca atención a su alrededor. La mayoría de las veces, Piet no se percata de esto, ya que no deja de pensar en el hada verde; en las pocas veces que advierte la meditación de la petirroja, le pregunta a su mejor amiga.

—¿Qué te pasa?, ¿qué piensas?

Pero Tuli responde.

—No es nada importante.

Iniciando inmediatamente con un nuevo tema.

La amistad entre Piet y Tuli no cambia al pasar los días; por otro lado, el amor de Piet hacia el hada verde, va en aumento.

Piet siempre está en compañía de su amor, algunas veces por unas horas y otras todo el día; procurando no descuidar su amistad con Tuli: es a la primera a la que pide ayuda o consejo, aparte de que siempre platica más con ella, que con otros amigos.

Tuli lo acompaña la mayoría de las veces, junto con el grupo de compañía del hada, para charlar con sus propios amigos o con su amigo petirrojo; en esos tiempos en que el hada quiere un tiempo a solas. En ocasiones, la petirroja parece muy preocupada o pensativa; cuando Piet o un amigo suyo le pregunta si algo anda mal, ella siempre da la misma respuesta.

—No pasa nada.

Y muestra una gran sonrisa.

Una noche, exactamente cuando la luna se encuentra sobre Piim-Asud, Piet se despierta.

Al parecer, él tiene una cita con alguien, ya que se apresura a alzar el vuelo.

Velozmente, el petirrojo vuela entre los árboles y sobre el rio Ulrron, llegando a varios metros antes de la orilla del bosque; baja al suelo y se aproxima a un gran pino.

En la base del gran árbol, hay un arbusto a cada lado; a cada mata le sigue un pequeño grupo de tulipanes multicolores, finalizando con un pequeño grupo de setas de varias formas y especies. En el medio de todo esto, hay un pequeño espacio libre, formando un corredor en miniatura.

Piet ha llegado al claro del trono de los reyes de las hadas y duendes, donde es recibido por dos guardianes alados.

Ambos utilizan ropa corriente. Lo único que los diferencia de ser soldados, es que portan lanzas; hechas con astillas largas.

―¡Alto! ―le ordena un guardia―. ¿Cuál es la razón de tu visita? ―indaga él.

―Quiero pedirles un favor especial a los reyes.

―Ya es muy tarde. Ven mañana ―le sugiere el otro duende.

―Por favor. Es muy importante ―suplica Piet.

Los guardias lo piensan por unos segundos, apoyando sus lanzas en la tierra.

―Espera aquí ―le ordena uno―, veré si los reyes no han decidido irse a dormir.

Dejando al ave atrás, el duende se interna en el corto pasillo, encontrándose con una rana; la cual se está retirando. Había llegado antes, con una queja de sus ruidosos vecinos.

Al aire libre y justo al pie del árbol, los dos monarcas están sentados en sus tronos de madera. El rey duende tiene puesto su sombrero puntiagudo, color rojo anaranjado.

Cuando llega frente a ellos, el guardia da las buenas noches a los reyes menores.

―¿Hay Alguien más? ―pregunta el rey duende, tratando de no bostezar.

―Un petirrojo que quiere consultarlos. Dice que es importante.

En esos momentos, llega volando un hada sirviente, recordándoles a los monarcas la hora.

―Sus majestades, ¿no creen que ya deberían dormir? Ya es muy tarde.

―Un último consejo no nos tomará mucho tiempo ―comenta Neri a su compañera, luego se dirige al guardia―. Hagan pasar al ave; después nos retiraremos a descansar.

―Sí, su majestad —responde el duende, para después regresar a su puesto.

Le avisa al petirrojo de su buena suerte.

Él se apresura a llegar con los monarcas, quienes lo saludan primero.

―Buenas noches Piet, ¿qué asunto traes entre las alas? ―pregunta Rur.

―Reina y rey, quiero pedirles… por favor… deseo que me cambien de apariencia ―solicita él con algo de dificultad.

―¿Cambiar tu apariencia? ―pregunta un tanto confuso el rey.

―Quiero… que… me transformen en un duende alado.

―¿Por qué motivo? ―inquiere Neri en tono serio.

―Me he enamorado profundamente del hada verde. Quiero declararle mi amor y casarme con ella.

―¿Ya sabe ella de éste sentimiento tuyo? ―pregunta Rur.

―La verdad, soy muy tímido para decírselo; si cambian mi apariencia, tendré el valor para hacerlo.

―La apariencia no tiene nada que ver con la valentía ―asegura la reina

―Perdone que la contradiga, su majestad; en ésta situación en particular, sí importa.

Entre las tantas conversaciones que hemos tenido, me ha dicho que su sueño es conocer y casarse con un duende alado simpático y afectuoso. Hasta el momento no lo ha conocido. Si me presento con la apariencia apropiada, podre decirle mis profundos sentimientos de amor.

―Piénsalo bien pajarillo; el conjuro de transformación solo lo podemos hacer una vez, y es irreversible ―le advierte el rey duende.

―No solo deberías de preocuparte por el hechizo ―aclara Neri―; el amor es una magia que está fuera de nuestro alcance. Puede ser agradable o muy peligroso. ¿Crees que tu amor, va a ser correspondido?

―Sí, estoy bastante seguro ―asegura Piet.

Solamente el canto de los grillos y las ranas se escuchan por unos segundos.

―Piet ―dice la reina―, nos puedes esperar unos momentos. Vamos a revisar tu petición.

Los monarcas se elevan por los aires, hasta llegar a una rama alejada.

Pasan varios minutos de tensión para el petirrojo.

Por fin, los reyes descienden de la rama y se quedan en pie, en frente de sus respectivos tronos. Han traído sus objetos especiales, con los cuales concentran toda su magia.

Rur ha traído un bastón, que mide lo mismo que él, decorado con una esmeralda pulida en la punta. Lo talló a partir de una pequeña rama caída.

Neri trae puesto un largo guante de encaje (de color verde) en el brazo izquierdo, que le llega a la mitad del brazo; está hecho con hilos de hoja de tulipán. Las hadas sirvientes que lo cosieron, lo cubrieron con una fina capa de polvo de diamante.

―Piet ―anuncia el rey―, hemos decidido aprobar tu petición.

Ambos monarcas enfocan su magia en sus objetos especiales, los cuales empiezan a brillar con una luz verdosa. La luz se aumenta de intensidad, obligando al petirrojo a taparse la cara con su ala.

Reunida la magia necesaria, los reyes la dirigen a Piet.

La luz envuelve al pajarillo por unos momentos; al disiparse la misma, Piet se ha convertido en un duende alado.

El nuevo duende tiene la piel verdosa, a excepción del pecho, que mantiene el color anaranjado. Su pelo es castaño y corto. Sus ojos son de color naranja. Trae puesto un chaleco sin mangas y pantalones cortos de color azul periwinkle. Al igual que la mayoría de los seres fantásticos de Pi-Ud, no lleva calzado.

Al abrir los ojos, Piet se asombra enormemente; revisa continuamente todo su cuerpo. Al descubrir las alas de libélula de su espalda, no duda un segundo y emprende el vuelo. Se eleva por los cielos varias veces y a distintas velocidades, por encima del salón real y los reyes.

Medio minuto después, aterriza al frente de los monarcas.

―¡Muchas gracias, queridos reyes! ―les dice, sin poder aguantar la emoción.

―Fue un placer ayudarte, Piet ―responde Neri.

―Que tengas mucha suerte, duende alado ―le desea Rur.

Con una despedida rápida y una reverencia, Piet se aleja volando; feliz por la nueva imagen.

Cumplida la petición, Rur le pregunta algo preocupado a su esposa.

―¿Crees que hicimos lo correcto?

―Al principio tenía mis dudas. Tal parece que todo terminará bien ―responde ella tranquilamente.

CAPÍTULO IV

Al amanecer, parece un día cualquiera.

Mientras se despierta, Tuli saluda a su compañero en voz alta.

Buenos días Piet.

No hay ninguna respuesta.

«De seguro sigue dormido», piensa la petirroja mientras alza el vuelo. Tiene planeado ir al rio Ulrron para tomar su baño diario.

Al revisar el nido de Piet, no encuentra a su compañero.

―¿A dónde habrá ido? —se pregunta en voz alta.

En medio de los pensamientos que le sobrevienen, una voz atrás de ella le llama la atención.

―Hola Tuli. Buenos días ―dice la voz.

La petirroja se voltea, descubriendo a un nuevo duende alado del bosque.

―Hola ―contesta un poco confundida―, ¿cuál es tu nombre y quien te dijo el mío?

―¡Tuli! ¡Soy yo! ¡Piet! ―asevera felizmente el duende.

―¡¿Piet?!, ¡¿qué te pasó?! ―exclama Tuli asustada.

―Anoche visite a los reyes menores del bosque. Les pedí que me cambiaran de apariencia y ellos aceptaron mi petición.

―¡¿Por qué?! ―pregunta la petirroja, muy angustiada.

―Con mi nueva apariencia, podre declararle mi amor al hada verde y así nos casaremos ―explica muy emocionado Piet.

Tanta es la felicidad del duende, que se marcha rápidamente sin despedirse de su mejor amiga.

La petirroja ve cómo su compañero se aleja. Tiene muchas otras preguntas que hacerle; aún no comprende lo que acaba de pasar.

Sin mucha hambre, prueba un poco de una manzana que ha caído del árbol. Terminado el pequeño tentempié, se apresura a llegar al estanque; donde se ha reunido el acostumbrado grupo de siempre.

Unos amigos la ven de lejos, entre ellos un ruiseñor, quien la saluda al llegar.

―Hola Tuli, ¿cómo estás?

―¿Dónde está el hada verde?, ¿ya llegó? ―pregunta ella con gran nerviosismo.

Una golondrina de plumas azules la tranquiliza.

―Cálmate un poco, ¿por qué te preocupa tanto del hada verde?, ¿le ha ocurrido algo malo?

―No. No me preocupo por eso ―responde Tuli―; lo que sucede, es que quiero preguntarle un asunto importante.

―¿Qué asunto? ―indaga la golondrina.

La petirroja no le contesta, ya que en esos momentos llega el hada verde junto con Piet, el duende alado.

El hada reúne a todos los presentes; conocidos y desconocidos. Todos se acomodan al frente del rosal de flores naranjas.

Con toda la muchedumbre reunida, no tarda en aparecer un ruidoso alboroto. Todos los presentes se preguntan quién es el nuevo habitante del bosque.

El hada y algunos amigos suyos, calman a la multitud.

―¡Habitantes y amigos del bosque! ¡Guarden silencio unos momentos, por favor!

Cuando toda la multitud se calma, el hada verde puededar el mensaje.

―¡Tengo una noticia importante que anunciarles! ¡Hace unos minutos atrás, un amigo especial me ha hecho una proposición de amor; la cual, he aceptado! ¡Me he comprometido en matrimonio con el duende alado Piet!

Los pájaros cantan alegremente, unas ardillas y varios sapos aplauden fervientemente; ayudados por un par de ninfas, varias hadas y duendes. Todos felicitando a la nueva pareja.

Entre toda la celebración, se escucha la misma pregunta.

“¿Piet?”.

―Se llama igual que mi amigo, el petirrojo del manzano ―comenta Nirt, quien está entre los primeros de la gran aglomeración; justamente al frente del rosal y los dos seres feéricos.

El mismo duende se le acerca y le asegura.

Soy yo, amigo.

Pronto, la verdadera identidad del nuevo duende alado se va revelando entre los presentes.

“Es el petirrojo del manzano”, es la frase que más se escucha por todos lados.

Piet se acerca a su prometida y le dice.

―Querida mía, voy a buscar a Tuli; me fui sin siquiera despedirme, quiero disculparme con ella y darle las noticias.

No tardes mucho —contesta ella.

Alzando el vuelo, Piet busca a Tuli entre la multitud, encontrando primero a la golondrina azul; baja a preguntarle sí ha visto a su amiga.

―Hola Goli ―saluda el duende alado.

―¡Tienes mucha suerte, petirrojo! ―asevera alegremente la golondrina―. Visitaste a los reyes de las hadas y duendes, ¿verdad?

―Sí. Ya les contaré de ese asunto más tarde. ¿De casualidad, no has visto a Tuli?

―Sí claro, ella está aquí mis… ―voltea hacia atrás, percatándose que la petirroja se ha ido―. Qué raro, estaba aquí hace unos momentos.

―Le quería preguntar un asunto importante al hada verde —complementa el ruiseñor.

«¿Qué querrá saber?», piensa el duende alado, para después decirle a la golondrina.

―Voy a buscarla, tengo que hablar con ella.

En esos momentos, muchos amigos suyos lo rodean, felicitándolo y preguntándole por su nueva imagen, además de otras dudas.

Piet trata de responder rápido todas las preguntas que puede, y así poder buscar a su amiga; pero las interrogantes no acaban.

De entre sus compañeros, aparece el hada verde.

―Amor mío, tenemos que preparar todo; recuerda que la boda es en dos días.

―Sí querida.

Antes de irse, el duende alado le pide un favor a Goli.

―Si ves a Tuli, dile que me disculpo por haberme ido sin despedirme; también, si aún quiere preguntarle ese asunto importante a mi prometida, estaremos en el joven arce, cerca del pino del salón real; ahí será la boda, a la cual está especialmente invitada.

―Sera lo primero que le diré, si llego a verla ―afirma Goli.

Con un poco más de tranquilidad por parte de Piet, la pareja de novios se dirige a preparar todo.

Lo primero en la lista es darles el aviso a los reyes menores del bosque; son ellos los que aprueban y dirigen las ceremonias de matrimonio. Sin nada que decir en contra, Neri y Rur les dan el permiso para casarse.

Los preparativos para el día especial comienzan inmediatamente; sobre varias ramas del joven arce. Muchos amigos se ofrecen para el trabajo. Piet y el hada verde supervisan todo el tiempo.

Entrada la noche, la pareja de hada y duende se retira a descansar al rosal del estanque; antes de irse a dormir, Piet se dirige al manzano a buscar a Tuli.

Grande fue su desilusión al no encontrarla.

A la mañana siguiente, el duende alado se ha levantado de madrugada, dándose un baño en el estanque. Vestido y habiendo merendado, se dirige a su viejo nido. A medio camino se encuentra con Goli, preguntándole por su amiga.

―No la he visto desde que me pediste que le diera el recado ―responde el ave―. Acabo de visitar su nido; no la encontré ahí.

―Ya es muy preocupante que no la hayamos encontrado en todo un día ―menciona Piet con inquietud―. Ve al Este del bosque y búscala; yo buscaré del otro lado.

Antes de partir, Piet regresa al rosal, buscando a su pareja. No tarda en encontrarla entre los tallos; arreglándose su largo cabello.

―Buenos días mi amor ―saluda ella, notando inmediatamente la preocupación del duende alado―. ¿Qué ocurre?

―Es Tuli, mi mejor amiga ―responde Piet―; desde ayer no la he visto y temo que se haya perdido o si está en peligro.

El hada se le acerca y le abraza fuertemente.

―Despreocúpate querido mío, de seguro ella se encuentra bien ―le reconforta el hada verde con su voz dulce―. Lo más seguro es que está muy emocionada por la boda. Se está preparando para el momento y desearte lo mejor. Por lo que he visto y lo que me has contado, son mejores amigos ustedes dos. No se iría sin despedirse de ti.

«De seguro está muy enojada, porque yo si lo hice», piensa Piet.

―Bueno querida ―dice el duende alado preparándose para salir―, iré un momento a buscarla por el bosque.

―Estaré en el joven arce, esperándote. Pronto todo estará listo para mañana.

―No tardaré mucho. Lo prometo —asegura él.

Después de un beso de despedida, el duende inicia con la búsqueda de su amiga.

Piet se dirige a la parte Oeste del bosque, pasando el rio Ulrron. Interroga a todo duende, hada o pájaro grande y pequeño que se atraviesa en su camino: nadie sabe sobre la ubicación de Tuli. Inclusive visita a los reyes menores y mayores; ni siquiera ellos pueden darle noticias alentadoras.

Sin otra nueva idea para encontrar a su amiga, Piet se encuentra con su amada en el joven árbol. No tarda en llegar Goli, con las mismas malas noticias: no hay rastro de Tuli.

Pronto la búsqueda de la petirrojo se extiende en todo el bosque. Grupos de búsqueda se organizan y escudriñan todo Piim-Asud, sin éxito.

El hada anima todo el día a su prometido. Al final del día, Piet se siente menos preocupado por Tuli y más emocionado por la boda de mañana.

CAPÍTULO V

El esperado día llega.

Varias ramas del joven arce, han sido decoradas por listones rosas y naranjas claros; además de varias flores, incluyendo rosas naranjas y flores rosas de nenúfar.

Los reyes feéricos, que ya han llegado al lugar, dirigirán la ceremonia en una robusta rama en forma de “Y”.

Los novios se cambian de ropa, en lugares opuestos del arce; varios duendes y hadas los ayudan.

Poco a poco los invitados van llegando, acomodándose en varios lugares, alrededor de la rama principal de la ceremonia.

Nirt y Goli deciden darle una visita sorpresa a su amigo; por suerte ya está listo para el evento especial.

―¿Piet?, ¿estás ahí? ―pregunta el Martín pescador, acercándose a un grupo de ramas frondosas.

―Sí, aquí estoy ―responde el duende alado, saliendo al descubierto.

Los monarcas menores le han obsequiado un pantalón largo, un cinturón negro, una camisa de manga corta y un pequeño sombrero cónico; toda la ropa es de color azul fuerte, hecha con hilos de hojas frutales.

―¡Te vez muy bien Piet! ―opina Nirt.

― ¡Felicidades! ―exclama Goli.

―Gracias amigos. ¿Hay noticias sobre Tuli? ―pregunta Piet, ansioso por la boda.

―Nada ―contesta Nirt pesarosamente.

―Tampoco ha llegado aquí ―comenta Goli.

―¿Ya revisaron su nido?

―No creo ―intuye Goli―; todos estábamos muy ocupados, preparándonos para llegar aquí.

El duende alado decide hacer una última búsqueda.

―Iré a revisarlo. Si me retraso, díganles al hada verde y a los reyes a donde fui, y que perdonen mi tardanza.

―Procura no prolongar la búsqueda, ya habrá tiempo para eso ―comenta Nirt.

Volando lo más rápido que puede, Piet se encamina al nido de Tuli.

Al llegar a su destino, Piet se decepciona al ver el hogar de su amiga vacío; al acercarse más, se percata que hay una hoja de pergamino, doblada varias veces, entre las ramitas del nido. Al desdoblarla, el duende alado descubre una carta; que es la siguiente:

De: Tuli, la petirroja

Para: Piet, el duende alado (antes petirrojo)

“Amado Piet.

Escribo la siguiente carta, para expresar mis sentimientos hacia ti; que surgieron hace tiempo y los recientes conflictos de los mismos.

Desde hace un par de semanas, antes de que conocieras al hada verde, me di cuenta lo feliz que me sentía a tu lado; no solamente era ese sentimiento. Mi corazón latía con más ánimos y sentía que el tiempo se tornaba más lento.

No solo tu compañía me hacía latir el corazón.

Cada vez que veía tos ojos y tu plumaje perfectos, no podía dejar de admirarte. Tus cantos celestiales de cada noche, me llegaban al alma y me llevaban a lugares distantes y maravillosos.

Debido a mi timidez, no tuve el valor de decírselo a otros; mucho menos a ti.

¡Maldita cobardía!

Pensé que tendría más tiempo para poder decirte lo enamorada que estaba de ti… hasta que me confesaste tu amor hacia el hada verde.

Traté de ser valiente y mostrarte mis sentimientos; tristemente, el miedo a que los hubieras rechazado, fue más grande.

El día en que me mostraste tu nueva imagen, mi corazón sufrió una terrible cuarteadura. Tu plumaje perfecto desapareció; al igual que la maravillosa voz. Todo paso de un día para otro.

Lo que terminó por romper mi corazón en mil pedazos, fue el anuncio de tu matrimonio con el hada verde. No lo soporté y me alejé lo más rápido posible.

Tonta fui por creer que mi amor era correspondido.

Lamento no poder despedirme de ti personalmente. No puedo quedarme en el bosque donde te conocí y crecimos juntos; lugar de recuerdos desagradables y tristes…

Perdón, no quiero arruinarte el día.

Cuando encuentres ésta carta, ya estaré muy lejos de Piim-Asud.

Te deseo una vida feliz, junto a tu esposa.

Adiós Piet. Siempre recordaré nuestra bella amistad«.

Las lágrimas de Piet comienzan a mojar la carta de Tuli.

Pasmado por la revelación y pensando que ya no volverá a ver a su amiga, el duende alado dobla cuidadosamente la carta y la vuelve a dejar en el nido; sentándose en la orilla del mismo. Sus ojos y cabeza miran hacia abajo, tratando de comprender el inesperado descubrimiento.

Sus pensamientos son distraídos por un bulto en el suelo, sobre un montón de hojas; justo debajo de la rama y del nido. Al ver más detenidamente, Piet descubre el cuerpo de la petirroja Tuli.

Presuroso va a examinarla. Parece que Tuli duerme profundamente. Piet la llama desesperadamente y la trata de despertar. No funciona. Pone su oreja en el pecho del ave, confirmando lo peor.

Dejando el cuerpo en el suelo y volando lo más rápido que puede, Piet llega al joven arce; donde la ceremonia ya ha comenzado.

El hada verde se encuentra en la rama principal en “Y”, luciendo su vestido de novia blanco y con los dos monarcas al frente. Piet se acerca a ella.

―Amor mío ―le saluda el hada verde―, llegaste justo a tiem…

―Querida… me pesa profundamente… lo que voy a hacer ―la interrumpe Piet, con lágrimas en los ojos; ahora, se dirige los monarcas―. Sus majestades, lamento informarles… que se suspende la boda. No puedo casarme con el hada verde.

Súbitamente, momentos de incertidumbre y de caos se viven en el lugar. Ella no puede creer lo que acaba de escuchar, quedándose perdida en ningún lugar.

Entre tanto, el duende alado regresa al manzano, con todos los invitados atrás de él.

Solamente cuando todos están reunidos en la base del antiguo hogar de Piet, descubren lo que ha pasado.

Él se encuentra de rodillas, sosteniendo el cuerpo sin vida de la petirroja.

Los reyes menores son los más cercanos a la escena desgarradora.

Piet, le pide a Goli que baje la carta del nido de Tuli, para dársela a los reyes feéricos. La golondrina así lo hace.

El rey y la reina, leen cuidadosamente la carta.

―¡Oh! ¡No! ―exclama Neri.

―¿Cómo es que nadie se dio cuenta? ―pregunta sorprendido Rur a todos los presentes.

―Pobre. Se le rompió el corazón ―comenta tristemente la reina.

Piet alzo la mirada hacia los monarcas, preguntándoles.

―¿Ustedes no pueden…

―Lo siento Piet ―lo interrumpe el rey duende―, la vida y la muerte, no nos corresponde a nosotros.

Con mucho pesar, varios duendes y hadas comienzan a cavar una tumba; junto al mismo manzano. El funeral se realiza en la tarde.

Al finalizar, la mayoría de los presentes tratan de regresar a su vida cotidiana, aún con el aire triste que se siente en el bosque. Muchos ven que Piet se queda sentado, como una estatua de piedra, junto a la tumba de Tuli; tratan de animarlo, sin conseguirlo.

El hada verde se pierde de la vista de todos. Ya nadie la vuelve a ver desde ese día.

En la noche, Piet trata de dormir en su nido en la rama del árbol, pero no puede conciliar el sueño; así que decide acostarse en el suelo, junto a la tumba de su mejor amiga. Junta varias hojas a manera de una cama y una cobija. Tarda varias horas en lograr mantener los ojos cerrados.

Apenas había empezado a soñar, cuando es despertado por una luz café muy claro, que brilla intensamente.

Piet abre los ojos, solo para encontrarse con el espíritu de la petirroja; justamente parada a su lado.

Con mucha sorpresa, el duende se pone en pie rápidamente, sin quitarle los ojos de encima al espectro del ave.

―¿Tuli?, ¿eres tú? ―pregunta él, creyendo que todo es un sueño.

―Piet ―dice el espectro de Tuli con tristeza―. ¿Por qué suspendiste la boda?

―¿Qué querías que hiciera? ―responde él, igualmente angustiado.

―Te lo dije claramente en mi carta. Solo quería verte feliz.

―No puedo ser feliz, sabiendo que todo fue mi culpa. Debí de fijarme más en ti; si lo hubiera hecho, aún seguirías viva.

Expresa Piet con lágrimas en los ojos.

Trata de acariciar la cabeza de su amiga, pero su mano atraviesa la fantasmal imagen de la petirroja.

―Eso quiere decir que… ―comenta Tuli con un destello de felicidad en los ojos―, ¿también me amas?

―Te aprecio… mucho… ―responde él con dificultad―; pero…

Piet traga saliva para liberarse de un nudo en la garganta y continuar hablando.

―Pero… no a tal grado ―dice Piet afligido, mirándola a los ojos―; me da mucha pena… no poder corresponder tu amor.

El corazón de Tuli se rompe por segunda vez; desafortunadamente, el dolor es más fuerte que cuando estaba con vida. La petirroja agacha la cabeza y empieza a llorar, tapándose la cara con sus alas. El llanto produce un eco en los oídos de Piet; un sonido que él no puede soportar.

―Lo siento, lo siento ―dice el duende repetidamente, mientras que las lágrimas siguencorriendo por sus mejillas. Se le acerca al frente de ella. Quiere abrazarla, pero sabe que su cuerpo atravesará limpiamente al espíritu.

—Lo siento mucho, de verdad. Ya no llores, por favor.

Le toma varios minutos a Tuli calmarse del todo, dejando transcurrir solamente el “silencio” del bosque.

―Tal vez encuentres a tu verdadero amor en el Diuln ―comenta Piet, tratando de alegrar a su amiga.

―Tal vez ―responde ella desanimada―. Creo que es hora de irme.

―Quisiera acompañarte ―comenta el duende.

―No es necesario ―responde ella―. Tienes que seguir con tú vida.

―No creo que pueda hacerlo; contigo en el bosque, las situaciones diarias eran más fáciles y alegres.

―Aún tienes a tus otros amigos, no solo en el bosque, también afuera de él; en especial los gitanos de Güíldnah. Apóyate en ellos. No es tu momento de partir ―asevera ella.

―Pero…

―Piet ―lo llama Tuli, tratando de no soltar ninguna lagrima―, no cometas el grave error de venir conmigo; aunque me duele decirlo. Desearía que estuviéramos juntos para siempre… aún como amigos; pero ya no es posible. Recuerda que ahora eres un duende e iras a otro lado a descansar eternamente.

―¡Cómo me arrepiento de todas las decisiones que tomé! ―dice Piet con enojo y desviando su vista al suelo; inmediatamente después, voltea triste hacia Tuli―. Por favor, déjame acompañarte.

―No puedes ―le recuerda Tuli una vez más―. No puedes.

―Déjame intentarlo ―insiste el duende alado.

Unos instantes de silencio incómodo, siguen a la súplica de Piet.

―Está bien ―responde el espíritu de Tuli―. Recuerda que te dije que era muy mala idea.

Lo que tienes que hacer, es tomar mis alas y desear con todo el corazón acompañarme al cielo de los pájaros.

Ella extiende sus alas hacia adelante.

Piet coloca las manos y dedos, alrededor de las plumas fantasmas; empieza a respirar lenta y profundamente. Cierra los ojos, deseando con todo su corazón, el poder ir con su amiga al “otro lado”.

Tuli pensaba que no iba a ocurrir nada, ya que acaba de inventar el “ritual especial”; después de varios intentos sin éxito, planeaba decirle a su amigo que no le habían permitido ir con ella y Piet se quedaría en el bosque.

Nunca imaginó que después de unos segundos, el cuerpo del duende alado empezara a brillar con una luz azul claro. En instantes, la luz se desvanece y aparece el antiguo espíritu de Piet; tal parece que los espíritus superiores le han dado el permiso para acompañar a Tuli, pero no en su forma de duende. Ambos personajes se abrazan felizmente y comienzan su viaje al Diuln.

A la mañana siguiente, muchos amigos se dirigen al gran manzano, donde suponen que Piet ha pasado la noche; al llegar, se asombran tanto por lo que encuentran, que llaman a los monarcas menores.

Los reyes y demás curiosos hallan el cuerpo de Piet sin vida, con una notable diferencia: ya no tiene el cuerpo de un duende alado; otra vez se ha convertido en un pequeño petirrojo. Sus ropas de ser feérico, se han roto y han quedado junto al cadáver.

―¿Cómo es posible? ―pregunta Nirt muy confundido―. Creía que el hechizo de transformación es irreversible.

―Lo es ―aseguran los reyes, sin poder explicarse que ha pasado.

Esa misma mañana, entierran a Piet junto a Tuli.

Desde ese día, la reina hada y el rey duende, juraron ya nunca conjurar el hechizo de transformación.

Epílogo

La siguiente conversación, se inició en el momento en que los reyes le terminaron de contar la historia completa al gitano mayor, varios días después de lo ocurrido; ya que él, solo estuvo presente en el entierro de Piet.

―Fue una historia bastante interesante, queridos reyes ―opina el gitano mayor recargado en un árbol.

Y trágica ―comenta Neri.

―¿Qué pasó con el hada verde? ―pregunta el gitano

―No sabemos de ella ―responde Rur―. Hay muchas historias. Varios dicen que se fue al Noreste junto con otro duende alado; hablan de un pequeño bosque, adonde pudieron ir.

―Otros dicen que se fue a Od-Saikr ―menciona la reina

―A su antigua morada ―susurra el rey duende.

―¿Qué dijo su majestad? ―indaga confundido el gitano mayor.

―Tenemos que decirle algo ―menciona Neri con voz suave―, un secreto.

―Bien. Le escucho ―dice el gitano líder, acercándose más a los monarcas.

―En realidad, no era un hada ―asegura la reina―; también era una pajarilla, una golondrina para ser exactos, y vivía en Od-Saikr.

El gitano mayor se queda mudo de la impresión.

―Vino un día, pidiendo que la transformáramos en hada, ya que quería conocer duendes y casarse con uno ―explica el rey―; no nos pareció nada importante, así que se lo concedimos.

Unos segundos de silencio siguieron. El líder romaní se vuelve a recargar sobre el árbol. La plática continúa, pero en voz baja.

―¿Por qué verdes?, ¿es por la magia?

―No en realidad ―dice Rur―: la pajarilla quería ser un hada verde; en cuanto a Piet la idea fue de mi esposa. Yo lo quería convertir en duende azul.

Revelado el secreto, los personajes vuelven a aumentar el volumen de su voz.

―Lo que siempre me pregunto es: ¿a dónde se fue Tuli, todo ese tiempo que la estuvieron buscando?, ¿y dónde consiguió el papel y la tinta? ―comenta la reina.

―Yo puedo responderle eso ―anuncia el gitano―. Apenas ayer, un “Guerrero Olvidado del Este”, me ha contado que conoció a una petirroja parlante que se sentía muy triste; fue él quien le dio el papel. Tal parece que Tuli se fue al bosque Od-Saikr y llegó al campamento de los guerreros. El soldado también le dio una pequeña pluma de ave y tinta, para escribir la carta; Tuli la redacto ahí mismo y el guerrero le hizo el favor de doblar la carta por ella. Todo esto, sucedió en la madrugada.

―Entonces… planeaba dejar la nota y regresar al bosque Od-Saikr ―sospecha el rey.

―Desafortunadamente, su corazón ya estaba muy destrozado para seguir funcionando ―comenta la reina.

—Por lo menos, los dos descansarán eternamente juntos en el Diuln —expresa el rey, tratando de amenizar el ambiente.

—¿Qué es eso? —pregunta el zíngaro.

—Es el cielo de los pájaros —explica Neri.

Otros segundos de silencio siguieron.

―Bueno ―dice el patriarca romaní poniéndose en pie―. Con su permiso sus majestades. Me tengo que ir.

―Nos veremos otro día gitano mayor ―se despiden los reyes.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS