El encuentro fugaz de dos almas que le recordaba que la vida es tan sútil como un suspiro, tan delicada como el pétalo de aquella rosa por la que acaba de pasar encima, incluso todo aquello que imaginaba que sería la vida cuando creciera para al final encontrarse con la realidad de que nada es lo que imaginó e incluso cuando a media noche comenzaba a ahogarse buscaba calados de aire pero no podía, suplicó por un segundo más de mísera existencia pero ya nada le detiene para encontraste ante aquella dulce escena en donde cada pieza recae en su propio peso para recordarle que no todo es eterno.

Cuando tenía doce años encontró en el suelo una mariposa con alas de color azul, era tan vibrante que buscó cualquier envase para atraparla, era la primera vez que veía una, así que la atesoraría por siempre por más que le se lo impidiera su madre cuando se dio cuenta de que su hijo se encontraba recostado en el suelo y miraba atónito a la reluciente mascota que había encontrado, incluso le bautizó como “Elaiza”, decía que aquel nombre era de la niña de la escuela que tanto le gustaba y ella era igual; misteriosa, hermosa, e iluminaba el camino que recorría, su sonrisa le removía el alma tanto como lo hacía la mariposa cuando batía sus alas buscando la libertad limitada a volar en círculos sin un rumbo fijo.

Su madre le gritó que ya debía ir a la casa, él sólo quería un rato más, quería verla por unos segundos más. Mamá, por favor, no me hagas dejarla sola. ¿Y si alguien más la encuentra? ¿Y si alguien más se da cuenta de su belleza? ¿Y si huye lejos? No puedo, no puedo, no puedo. ¡Mamá, déjame quedarme un poco más!

Se encerró en su habitación y chilló toda la noche luego de que la mujer lo tomara desprevenido y removiera el envase de cristal sólo para ver a la criatura marcharse lejos. Él la observó irse y se dio cuenta de que no estaba triste porque se había ido, lloraba porque lo había conmovido, quería volver a verla, así que esperó a que su madre se durmiera, quitó el seguro de la puerta y corrió dos calles para encontrarse frente a la casa de la niña que amaba, tocó a la puerta, un hombre somnoliento se asomó en su ropa interior y sorprendido le preguntó al pequeño qué hacía allí.

«Amo a su hija y quiero casarme con ella.»

O algo así había visto que hacían en las películas románticas. El hombre echó a reír y lo invitó a entrar, minutos después su madre furiosa llegó, pidió perdón y lo jaló de la muñeca tan fuerte que se quejó pero ella lo ignoró.

«¡Mamá, la amo!

Mamá, ella es hermosa.

Mamá, no me hagas dejarla ir también.

Mamá, por favor.

Mamá, me duele el corazón.»

Al día siguiente se vistió para ir a la escuela, estaba listo para volver a verla. Abrió la ventana de su habitación para recibir el nuevo día y en el bordillo yacía Elaiza con alas de color azul, intentó moverlas pero ya no le quedaban fuerzas, así que se quedó dormida allí, él la observó hasta el último segundo y atesoró su recuerdo por siempre.

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