Realidad al Desnudo

Realidad al Desnudo

Camilo Villegas

02/10/2017

¿No entiendo qué pasa, si aquí no está pasando nada, estaré loco? ¿Y por qué razón, si no pasa nada, pasa de todo? ¿Por qué, si pasa de todo, no eres capaz de ver nada? Has visto 30 veces esta imagen en las últimas dos semanas, la primera veinte veces, la segunda diez veces, la has tomado entre tus inadvertidas, pero sagaces manos, a luz tenue, la has observado de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de arriba abajo, al revés (¡y qué revés, por cierto, tiene!). Pero ella sigue sin decir nada, no porque no diga nada, que no para de hablar, pero en qué idioma será, a qué instancia de ti, con qué intenciones.

Algunas noches te has perdido en los detalles, y no me digas que no. Por ejemplo en esa hermosa y delicada cortina que juega estupendamente con las sombras que se proyectan sobre ese maravilloso piso de madera, bajo la mano derecha del cuerpo de la mujer, la misma mano en perfecta sincronización con su reflejo y las palabras que te pronuncian. Eso es, te dices mentalmente, regresando súbitamente a la imagen: lo que te enfada de este cuerpo bidimensional, impreso en un papel irreflexivo, es esa sensación de pesadez infinita que nos transmite, como si fuera un tributo al señor Isaac Newton y a la fuerza de atracción que la Tierra u otro cuerpo celeste ejerce sobre los cuerpos que están cerca o sobre él. Si pudieras sentir el aroma natural que desprende la mujer, simplemente enloquecerías. Por eso esta hermosura resulta tan sólida, tan tridimensional, tan contundente. Si trasladaras su infinito cuerpo a la imaginación, te atraparía en lo más profundo de ella y no habría ya forma de moverte de ahí.

No hay simpleza absoluta en esta imagen, al contrario, sobre cada partícula actúa una fuerza, todo es tierra, todo es cuerpo, un cuerpo hundiéndose en sí mismo por su propio peso. Y tú lo ves desde una pantalla como un ahogado.

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