Ila la brujita

Ila la brujita

Mimi Farelo

02/10/2017

En una pequeña ciudad había una fábrica de un papel mágico sin igual, magos y brujas de todo el mundo se acercaban a comprar su exquisito pergamino, que utilizaban en conjuros y rituales de todo tipo.

La fábrica la dirigía la bruja Matesa, una vieja gloria de la brujería relegada ahora a encargada del papel, su carácter era cruel y oscuro y su pecho hacia tiempo que ya no albergaba corazón alguno.

A su servicio había una brujita que trabajaba día y noche en la fabricación del pergamino, se llamaba Ila y aún era muy joven pero decidida y entusiasta ella si era feliz en su fábrica, le gustaba preparar las pociones, encantar el papel y secar la pasta. Además aquí tenía muchos amigos que Matesa descuidaba, Grapi, que aprovechaba para grapar todo lo que pillaba cuando Matesa no le observaba o Tina, que solo se atrevía a hablar si se encontraba a solas con Ila, tímida y obediente cortaba el papel como nadie y aunque eran objetos animados mágicamente su sensibilidad era evidente. Ila era feliz en la fábrica pero estaba cansada, Matesa la hacía trabajar sin parar y nunca escuchaba sus ideas, y una noche no pudo soportarlo más; estaba próxima la noche de San Juan y Matesa preparaba un gran ritual.

Ila se acercó a Grapi

-Un gran fuego encenderá y un conjuro en un pergamino escribirá, el pergamino al fuego lanzará y todo lo que en él este escrito será absorbido por el fuego de San Juan, tenemos que vigilar.-

Matesa escribió el conjuro en el pergamino la noche anterior a San Juan :

Embrujo de verano

sapos endemoniados

luna sangrienta

cábala siniestra

escucha mi ruego

yo te lo ordeno

devora mis años

de uno en uno

devora cien de mis años

de diez en diez

Noche de San Juan

fuego de eternidad

déjame sin la carga de la edad

Embrujo de verano

devora mis años

y devuélveme un poder

que nunca debí perder.

Ila observó atenta como lo guardaba en su baúl y se retiraba a descansar, entonces con sumo cuidado el pergamino cogió prestado, sacó una pluma de su bolsillo y un potecito que parecía vacío, contenía tinta invisible que ella misma había conjurado días atrás y con la esperanza de que Matesa no se diera cuenta escribió una última estrofa al conjuro infernal :

Noche de San Juan

devora mis años

noche de San Juan

devora todos los años

que he podido acumular

de uno en uno

de diez en diez

de cien en cien

todos, absolutamente todos, perderé.

Plegó el pergamino de nuevo y volvió a guardar. Al día siguiente todo iba según lo previsto, Matesa preparó el ritual y cogió el pergamino, observó sus palabras, por un segundo Ila se quedó petrificada, y si lo había visto ? Y si había comprendido ? pero Matesa con gesto arrogante y triunfal lanzó el pergamino al fuego de San Juan y este brilló con fuerza y pasión y se tornó rojo bermellón, Ila respiró con tranquilidad, de repente un remolino negro surgió del gran fuego y los años de Matesa empezó a devorar, de uno en uno, de diez en diez, poco a poco se rejuvenecía, 180, 150, 120, 100 el remolino cada vez absorbía con más fuerza, 80, 60, 40, 20 y empezó a darse cuenta que algo malo sucedía, 15, 12, 7 y ya no se detenía, 3, 1 y en unos minutos solo gateaba un pequeño bebé enjuto. Ila salió de detrás de la puerta y observó atenta, al fin se respiraba calma, al fin podría dirigir ella la fábrica.

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