En estos momentos un tropel de pensamientos ha comenzado a viajar por mi mente y me conduce a recordar a una personita muy especial que decidió emprender el viaje hacia la eternidad. El hecho de recordar a este maravilloso ser, hace que un sinfín de sentimientos aflore en mi corazón y sea el génesis de ese deseo de permitir que las letras hablen por mí para expresar mi sentir hacia LUCILA RODRÌGUEZ DE ORTIZ: Mujer excepcional, con gran carisma para tratar a la gente, y sobre todo a los abuelos, a quienes siempre les dedicó su tiempo y les brindó sus cuidados. Vestida de amor por la ancianidad, pasó más de la mitad de su vida, simplemente esperando como única recompensa, “poder ver felices a los niños arrugados”. ¡Cuán inmenso era el amor que adornaba su corazón!, y ¡cuán grande era ese deseo de ayudar a los demás! Siempre estaba presta, a tender su mano al necesitado
Excelente madre, esposa abnegada, abuela consentidora, amiga incomparable, y perdidamente enamorada de su familia con quien quería permanecer muchísimos años. Infortunadamente no pudo ser, y se marchó de repente. Tuve la oportunidad de compartir con ella algunos momentos, y siempre mi admiración por su magnánimo corazón estuvo ahí haciendo fila para tributarle mi ovación; y aunque ya no esté con nosotros, aunque nos ha sorprendido con un adiós, debo resaltar que mis aplausos no cesarán jamás.
Gracias por haber engalanado su vida de valores, y por dejarnos ese legado de amor hacia la humanidad. Gracias por esa sonrisa que a flor de piel siempre se posó en sus labios y nos contagió de alegría, de confianza, de esperanza.
Gracias por ser un ejemplo de mujer, digna de todo loor. Me solaza sentir que siempre será Ud. un hermoso recuerdo.
Porque su estadía por este mundo no fue en vano, sé que el mismo Creador se siente feliz no solo de saber que envió a la tierra a un ángel… un ángel sin alas llamado Lucila que cumplió cabalmente su misión, sino que también rebosante de alegría la recibirá en su seno.
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