Se pasó mucho tiempo sobre ese puente que lo resguardaba de aquella singular corriente de metal, la que delineaba tajante sus pensamientos de aquella tan patética prisa, que durante el día absorbía todo el paisaje aquel. Durante la noche disfrutaba la cancioncilla que brotaba en su recuerdo, rodeado por pequeñas tenues luces, y su mirada fija, melancólica, hacia un solo lugar. Aquel cálido lugar, bajo una cálida estrella, el lugar que le podía brindar cobijo y un momento de alegría y calma, ¡que tiernos!, ¡que claros!, esos momentos en el pasado que aún le envolvían en un halo acariciante de aquellas manos que se posaron en su rostro.

La mirada fija, ya casi sin vida, recuperaba un momento, el brillo y el calor que alguna vez hallara reflejo en el ámbar cautivante de los últimos días, cuando latía su mirada en él.

Absorto, desesperado y triste, sólo concebía su imagen, sólo su claridad, los momentos a su lado y la ruta definida, el sentido o la falta de importancia si no lo había. Si, mientras estuviera a su lado, cada pedacito de miedo que había besado, y ahora lloraba.

Siempre supuso, que en el sentido de la vida, la suya no estaba hecha para significar así, para importar… Él nunca pudo besar sus miedos, ni volver su mirada a la certeza, a la claridad; en ella el dolor se había quedado duro entre sus ojos, pero decidió caminar a su lado…lo que pudiera, y ahora dolía tanto, porqué como una presa que detiene la corriente, aclara y apacigua el agua; al romperse de súbito, estrepitosamente, sin dirección, turbia y errante el agua se arrastra hasta encontrar estanque en algún paraje que le devuelva claridad a tan sólo una pequeña parte del cuerpo que había formado.

Sonreía pensando que, al menos un beso le había quedado palpitando en los labios, urdió desenmascararse y dar paso a su naturaleza más absurda, pero que había nacido con él, y es que los impulsos son extraños, pero de cuanta verdad y vida se llenan, si , así como aquel que lo llevó a su lado , aquel que le dio tantos atardeceres y anocheceres bajo su aliento.

Y como dolía el recuerdo de no haber sido lo que ella quería, cuanto duele apartarse sin al menos fingir una resignación que pudiera herir menos su alma, ¿Por qué lastimar de ese modo aquel bosque, su querido refugio?, como dolía abrir la grieta en aquella mujer, aquella mujer que solo le había entregado felicidad y placer de la manera más honesta, y que en un atrevido y temerario sueño… soñó para sí.

Sería su hurí en la eternidad, eso inexplicable a lo que uno recurre cuando el alma clama piedad, el recuerdo fehaciente de que existió brevemente, y que un día fue alguien más, como si se llenase de sangre el vestigio de su andar errante, abrupto y breve por este mundo , sabría que esa sangre fue calor y vida tiempo atrás, la pretendida y tal vez mal lograda felicidad del medio y no del fin, aunque sólo tuviera la apariencia… realmente ya no tendrá importancia… hasta que se haya ido de una jodida vez.

Y así suenan las percusiones, así lo llaman, la murga toca del otro lado del río, los metales, los vientos, otro calor, su sangre común, la de su pueblo, sus antepasados y descendientes, su furia y su dolor …

Ya no puede su mente existir indiferente, y es que los sueños de ahora, permitirán sueños mejores y de paz mañana… a quien corresponda.

Cierra los ojos y sonríe … cierra los ojos y camina… grita mientras te pierdes.

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