A prima noche cuando la azogada claror de la luna repuja el perfil de la ciudad dormida, salió a caminar abrumado, con el solo afán de encontrar un fin; tal vez tendría suerte, y se convertiría en un resultado trágico de la violencia nocturna, qué, por la mañana bien valdría un espacio pequeño en algún periódico. Su mente absorta, retraída, cegada en la cavilación del sin sentido aparente que tanto había inutilizado su existencia, rogaba por una bala.

Pero aquella noche en que la luna, más trepada en los peldaños del cielo estaba y chorreaba su luz más a plomo sobre los adoquines, le pareció al destino hilarante negarle el desencuentro con la vida. Todo era cuestión de probabilidad…así que continuó su vago andar.

Se había decidido entonces visitar a uno de los personajes más intrigantes que le ofrecieran aquellos momentos de sopor, cuando al anochecer salía buscando el filo que rebanara su garganta.

El descubrimiento de aquella mujer sucedió años atrás de manera fortuita , mirando fijo a través del ventanal de una casona abandonada( al menos eso creía él), cuando tras unos minutos de observar al interior y haciéndose la pregunta ya obligada, mientras hallábase en aquellos monumentos al olvido, se interpusieron a sus ojos, otros ojos vidriosos, deteriorados por el tiempo, vacíos; unos labios áridos, llenos de grietas, que se abrían para proferir, en sonidos guturales, injurias y advertencias que cayeron sorpresivas sobre su pesada existencia.

Así que retrocedió y se fue a sentar en la banqueta de enfrente, hasta que hubo de alejarse aquella sombra frenética del ventanal que daba acceso hacia aquellas paredes que resguardaban su delirio… comenzó a inquirir en aquella tan curiosa existencia. Creía que había un secreto, que guardaba recelosamente aquél triste espectro que deambulaba vacilante en aquel caserón antiguo, y así se estuvo cuestionando y suponiendo , tanto tiempo como el que toma la luna en mostrarse en su cénit, fue entonces que escucho un simpático arrullo, una melancólica canción de cuna en una dulce voz, se acercó a la ventana, y observo que en el amplio remanso de la noche , a su abrigo, y defendida de toda violación de su secreto, aquella mujer se entregaba al ejercicio pleno de su maternidad, sin inhibición. En el fondo del patio, brincaba a su criatura, la acariciaba, y cantaba amorosamente para abrir las puertas al sueño, llevándolo en su brazo izquierdo, junto a su pecho, envuelto en aquél sucio rebozo, que servía de abrigo…que servía de bolsa a los huesos de su hijo no nato. No quiso dar tierra a la criatura, lo convirtió en foco de su mundo de paradojas, fue su razón para perder la misma, para vivir y no vivir, para retraerse en una locura que le permitía seguir respirando, con el cerebro muerto y el alma ansiosa.

Fue así como llegó al callejón del santo entierro, y se puso a observar a la amorosa madre, cuánto dolor había cerrado las puertas de la realidad en aquellos tristes ojos ¿porqué no era feliz como aquella mujer?… ¿hasta cuando le duraría la cordura?…

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