Estaba recostada en su cama, con él, que tanto la amaba; pero esa era su última noche juntos, ella lo sabía y se lo ocultó, toda su vida supo el destino que tenía y no pudo decírselo al único hombre que amo. Ya eran las 2am y ella abrió los ojos, se sentó, le dio un beso en la frente y fue hacia la puerta, la abrió y miró la luna como si supiera exactamente que no es un simple astro, y no lo era, no para ella; un secreto que nadie sabía y que hoy nadie sabe. Él se despertó porque ella dejó la puerta abierta y el viento helado lo estremeció como si le avisara lo que está por venir. Salió a verla y pensó “ella es tan hermosa”. En ese momento ella ya se había preparado, volteo a verlo y sonriendo le dijo “me tengo que ir”. Él no pudo oírla, pero lo supo inmediatamente. Corrió a abrazarla y no la pudo tocar, como si estuviera hecha de agua, se tornó azul y pequeñas gotas comenzaron a formarse detrás de ella. Él lloraba, sabía que la perdería y no lo soportaba. Cayó de rodillas y golpeo el suelo con ira. Ella lo veía sufrir, pero sabía que este era su destino, suyo y de él. Él vio como lentamente ella comenzaba a elevarse y unas hermosas alas de agua salían de su espalda. Brillaba como la luna esa noche. Ella le dijo que tenía que irse, que no pertenecía a este mundo, pero que vivió lo mejor de su vida ahí, con él. Él intentó agarrarla, pero se le escurría de las manos. “No llores” le dijo. Él le pidió que lo llevara con ella, pero ella negó con la cabeza. “Sé feliz” le dijo sonriendo mientras se alejaba; “y olvídame” le susurró, esperando que no la escuche. Él la conocía tan bien que supo exactamente qué le dijo, entonces gritó “TE AMO” y ella desapareció entre las nubes. Comenzó a llover. Ella era eterna. Él era efímero. Ella era luna. Él era tierra. Su atracción era infinita, pero nunca podrían estar juntos. FIN.

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