Prólogo
Caminado sin una sola luz, o que alguien te acompañe tomado de la mano, lo único que puedes hacer es seguir en la soledad de la oscuridad, con la torpeza de rendirse; pero para quienes son de buen corazón y se esfuerzan por ser más fuertes y valientes, ver un resplandor que les brinde esperanza, de saber que no están solos; son los que a la final salen cumpliendo su sueño.
Para las criaturas es descanso, para las hadas y ninfas es juego, pero para las personas es un gran cambio; sabiendo que otro año comienza. Nubes cubrían el cielo nocturno, pero, a través de ellos se encontraban las estrellas en la gran capa oscura; las estrellas brillaban y tintinean, esto significaba que les desean buenos deseos a las personas del pavimento. El frió comenzaba a sentirse en todo el carmesí bosque, donde las hojas caían, dando forma al suelo como si estuviera oculto por una túnica de los colores del otoño. Aves migraban a tierras más cálidas, algunas especies de animales se preparaban para su largo sueño.
Un lobo albino caminaba sobre la fría arcilla rocosa, su denso pelaje se sacudía con la briza que eran acompañada por algunas hojas secas. Recorriendo el lugar, pasando debajo de un tronco y entre algunos arbustos llego a un escombro de rocas gigantes cubiertas de musco verde; escondiéndose entre una pequeña guarida se desplomo en el estrecho lugar a descansar. Cuando estaba apunto de dormir, sentía que le jalaban de sus orejas; abriendo sus penetrantes ojos azules dio un gruñido al quien lo estaba molestando, apareciendo frente a él, una hada que revoloteaba como loca alrededor del feroz canino, el cual se levanto con pesases pero la pequeña alada le seguía insistiendo haciéndole señas de ir detrás de ella. Siguiendo a todo correr a la mágica muchacha, pasando por un risco musgoso comenzando a llenarse de escarcha donde el agua fría fluía a montón formando miles de cascadas hasta llegar a un lago situado más abajo, ahí es donde bajo el ritmo deteniéndose a unos veinte pasos de una gran cueva oculta por el agua que caía turbulenta, formado espuma.
— Yoel, ¿Ya te cansaste? — dijo una criatura pequeña alada que revoloteando alrededor de él toda sonriente, se posó entre las orejas del lobo que jadeaba muy cansado formando pequeñas nubes de humo en su hocico al exhalar. Trago saliva tratando de recuperar el aliento — Tú sabes que ya no soy tan joven, Mina. ¿Para qué me mandaron a buscar? — pregunto sacudiendo su cabeza para quitarla a la hada de encima y fuera al grano; esta se rió retrocediendo — Ay, Yoel, sigues siendo tan serio — comento con lágrimas de felicidad por lo mucho que se río. El lobo gruño refunfuñando mirando para otro lado —Y tú sigues siendo una hada insolente, así nunca serás un Omega — dijo alzando su pata tratando de golpearle a Mina, la cual esta se le acerca mirándolo fijamente con esos ojos color rubí — Esta centellando… — solo con esas palabras, Yoel, entro corriendo en la abertura situada detrás de toda el agua. La cueva era sumergida en la penumbra, silencioso, por lo mucho se podía escuchar el estruendo del agua caer entre las rocas a lo lejos; había en ciertos lugares cristales o algún otro tipo de piedras preciosas, de todos los tamaños, y se comenzaron a acumular cuando Yoel llego a un lugar donde irradiaba una fuerte luz blanca. En eso llega Mina acompañada de hadas, ninfas y animales pequeños. Comienza a resplandecer un signo en la frente del veterano lobo, un circulo azul , en eso cierra sus ojos acercándose poco a poco al lago. Toca con cuidado el agua con su nariz formando unas ondas que poco a poco se iban haciendo grandes hasta desaparecer. Retrocediendo, de estas ondas Yoel pudo ver algo, unas figuras que no se visibilizan bien, pero dejo sorprendido al lobo blanco.
— El momento está a punto de llegar— susurro para sí mismo el viejo lobo. Sacudiendo su peluda cola indicando que era una señal para que le prestaran oídos en su dirección — Pude tener el honor de ver un augurio en el agua…— comenzó — Cuando aparezca la estrella en el segundo amanecer, un portador nos será revelado, para que saque el mal que a habitado — concluyo. Todos se mostraron inseguros y ansiosos por saber quién era el elegido de tal poder. A no se le dio saber que en sería la honorable persona que vendría a salvar a todos; en eso se le acerca Mina viéndolo preocupado —¿Qué pasa, Yoel— pregunto. El lobo se levanto sin decir nada, orientándose a la salida de la cueva, desapareciendo en la densa niebla. Mina salio del interior de la cueva viendo como se marchaba del sitio — <<Él es el mas viejo de los lobos, a vivido desde que el maestro le otorgo ser el protector del árbol. Esperemos que el milagroso portador sea alguien digno>> — dio un suspiro y se alejo volando del sitio hacia otro lado del bosque.
En esa misma noche en el bosque, se escuchaba a lo lejos crujidos de ramas pero por la oscuridad no se visualizaba que era lo que lo provocaba, podría ser un venado. Se encendió enseguida una lumbre, y con su luz se pudo revelar la apariencia de una joven figura femenina — Cielos. Esta sardina es muy pequeña, eso es deprimente—comento para sí misma en voz alta, era media noche y no se veía u escuchaba a ningunos habitantes de la zona. No iba a desperdiciar el alimento, acto seguido, fue que atravesó el alimento con una rama para así poder ponerla al fuego — Será mejor que me lo termine rápido — comenzó a mirar a muchas direcciones —No quiero que aparezcan lobos para que me ataquen— tomó la varilla y engulló con cuidado para no tragarse ninguna espina. Pasaron unos minutos y la luna ya estaba en lo alto resplandeciendo su fría luz plateada en cualquier rincón del bosque, el cielo se había despejado. La muchacha, recostada sobre su morral bien abrigada, observaba desde el suelo las copas de los árboles sacudiéndose provocando un fino sonido con sus ramas que se chocaban unas a otras, era como si susurraran. Miraba después el cielo, lleno de miles estrellas, a ella le encantaban porque una vez que si le pides un deseo a estas y logras oírlas tintinear de seguro te lo concedían. Poco a poco se fue quedando dormida cerrando sus cansados párpados. Más tarde, la muchacha parecía tener pesadillas, se movía de un lado a otro de donde estaba recostada apretujando su mano donde se ubicaba su corazón. De seguro sentía como si una espada le atravesaba causándole incomodidad. Esa noche no logro pegar ojo.
Sintio de pronto un cosquilleo en el rostro y abriendo, forzando sus ojos — Disculpen, pequeños conejos, ¿pero se quitarían de encima?— dijo a un montón de conejos se encontraban sobre la muchachita. —Lo sentimos, Saori, pero estamos buscando alimento ahora que se acerca el invierno — comento mientras le olfateaba su rostro haciéndola levantar despacio sacándolos de encima cuidadosamente haciendo que se marcharan entre los matorrales — ¡Vallan con cuidado!— dijo mientras se levantaba despidiéndose acto seguido recogió sus cosas colocando las en el moral. Siguió su camino en el bosque colorado; ya habían se veía algunos pocos animales como venados —Buen día, Saori—se le dirigió un cervatillo acercándose donde ella junto a su madre. Saori le acaricio su coronita —Ando bien. Estoy regresando de una cacería, esta vez el calabozo que encontré más allá del río Roca Celested tenía unas antigüedades beneficiosas —. Los dejo luego de un rato y continuo con su ruta, bajo por unas colinas rocosas de pocos lechos, donde corría un pequeño riachuelo de agua no tan abundante. Saori salió después del bosque pasando por una pradera que por el clima sus hierbas eran cual color de maíz, doradas por el frío comenzando a ser cubiertas por un poco de escarcha, y más a lo lejos se podía observar unas viviendas rústicas.
Suspirando hondo se dirigió donde ellas por un sendero marcado por ya generaciones. Al llegar se podía apreciar mejor el sitio, las casa eran fabricadas con piedras y tejas color ladrillo. Las personas trabajaban en puestos donde vendían alimentos o artículos, en ese momento había muchas calabazas, mandarinas e incluso peras blanquillas. Saori le compro esta al vendedor, unas cuatro, dando como dinero una vasija de plata antigua que andaba un poco empolvado pero con lavarla volvería a su gloria. El hombre se la acepto entregando en un envoltorio.
Encaminándose a una casa, siguiendo un camino de piedras, ubicada unos centímetros a las afuera del pueblo casi cerca del bosque pero separándoles por unas vallas; esta casa era un poco más grande que la de las otras del pueblo, también tenía un establo con una vaca y algunas ovejas de abundante lana.
Tocando la puerta le abrió una señora joven con rostro amable tal cual flor —Buenas días. Saori, Me alegro nos visites de nuevo— dijo dándole paso con una tierna sonrisa — ¿Cuánto ha pasado desde entonces?— colocó unos platos en la mesa. La recién llegada dejo sus cosas en una silla —Pues, creo que fue una semana desde entonces. Elizabeth, le traje peras a usted, Lulia y Derek; voy a dejar estos artículos abajo—.
Dejando, sobre el mesón donde tenía herramientas y madera, sus tesoros que consiguió con mucho esfuerzo, al igual también dejo unas dos dagas enfundadas. Sentada en una silla afuera se puso a ver el gran cielo, andaba un poco despejado pero aún seguía estando gris, las bandadas de gansos salvajes se iban a pasar el invierno en lugares cálidos; eso le gustaría a Saori, pasar el invierno en otro lugar que no haga frió o más bien que no hubiera invierno porque así sus amigos del bosque no tendrían que irse por un largo tiempo. Otra parte por lo que no le gustaba el invierno era por las tempestades de nieve, siempre tendía que esperar al día siguiente a que la nieve esta dura para poder ir a merodear por ahí o terminaría hundiéndose.
Cerrando sus ojos ante la frescura del viento, que era como si la abrazara — ¿Qué estás haciendo?— le dijo una delicada voz que la sorprendió dándose vuelta — ¡Lulia!—se levantó de golpe y fue corriendo ante la niñita que dé pie en la puerta — ¡¿Cuánto tiempo ha pasado?! Se nota que has crecido—. Saori le comenzó a acariciar su cabello mientras la abrazaba con cariño.
—No me trates como una bebé, ya tengo diez, soy prácticamente casi una adolescente — dijo con seriedad y haciendo pucheros, eso la volvía linda para Saori, hizo que no se resistiera y la abrazo aún más fuerte — ¡Pero que linda eres!— dijo con emoción —Ya suéltame… ¡Saori!— comento con una expresión avergonzada.
Ambas fueron a caminar por el jardín de rosales enredadas en todas las vallas casi marchitas, Saori agarrándola a Lulia de su pequeña mano, pues Lulia era como una hermana menor para ella; toma una rosa y sacándola las hojas —Sentémonos un rato, te amarrare el cabello, es muy largo y te debe de molestar— dijo al mismo tiempo en que se sentaban. Comenzó a desenmarañarse su cabello largo y rojizo con sus delicadas manos. Luego le comenzó a hacer una trenza colocándole al final la roza que la utilizo como liga gracias a las espinas que sujetaban perfectamente —«Ojala durara para siempre estos momentos pacíficos»— pensó. Ella no podía quedarse ya que no pertenecía a esa familia, pero estaba agradecida de que la dejasen quedar solamente cuando andaba de paso después de regresar de sus viajes, pues cuando traía algo con lo que pudiera vender les daba dinero a ellos por el alojamiento porque después se sentía mal al estar aprovechando mucho de ellos. Pero, Saori de vez en cuando piensa que ya está con la edad suficiente como para cuidar de sí misma; ella sabía pelear y conseguir alimento, ademas sabe de supervivencia, el problema para ella sería lo difícil de despedirse.
Elizabeth salió al jardín y las vio a ellas dos peinándose entre si —Lulia, Saori, vengan a almorzar— les mando desde lejos. Ambas niñas se pusieron de pie para ir dentro ambas bien peinadas. Saori lucia también con su cabello rubio dos trenzas, un poco mal hechas pero igual las aceptaba. Lulia tomo de las manos a su amiga y fueron adentro a almorzar; les había preparado algo con carne de ternera que olía delicioso que hizo que no resistieran Lulia a terminar todo lo de su plato, pero en cambio Saori, ella lo único que comía era el arroz, era algo habitual, y eso a veces le preocupaba a Elizabeth.
—Saori, ¿No comerás más? — pregunto algo angustiada, pero esta no respondió solamente desvió la mirada a otro lado. Elizabeth se limitó a no insistir solo siguió con lo suyo y de no meterse en la vida personal de alguien más —«Pero… Me preocupa que no se alimente al menos bien»— se dijo en sus adentros.
Subiendo las escaleras, Saori, entro a una habitación donde ella suele dormir; no era como la de una princesa pero a ella no le molestaba, tenía por lo menos una cama, baño, un tocador. Todo hecho de madera de roble.
El atardecer teñía de color dorado el paisaje, las montañas cambiaban de color anaranjado a un lila la cual era acompañada de una ligera escarcha que cubría los pastizales, árboles y todas las viviendas. Era como si la nieve bailara antes de tocar tierra firme, giraban y flotaban en el aire centellando como luciérnagas. El invierno llegaría pronto dejando atrás el otoño para dar un nuevo renacer de la tierra. Poniéndose todo verde y en crecimiento.
Pronto el radiante anaranjado sol se ocultó por el horizonte detrás del bosque; Saori sentada arrimada en la ventana con un libro, ya gastado, se quedó contemplando el exterior como todo se movía a su tiempo. En ese momento ella sentía algo extraño en su interior, no era malestar, era como algo que venía de su corazón… Una llamada. Le sucedía de vez en cuando en momentos que no se los esperaba y no sabe la razón.
Decidió ignorarlo como siempre y se recostó en su cama boca abajo metiendo la cabeza entre las almohadas. Se giró de lado y al hacerlo se escuchó un tintineo, era una cadena con un dije de cristal en forma de estrella; brillaba con la poca luz que había dado a aparecer que en su interior se hallaba un arcoíris. Saori tomándolo entre sus manos lo apretujo contra su pecho como si quisiera protegerlo, ya que era su tesoro más valioso que nunca desecharía o intercambiaría. Algo reservado después de mucho tiempo.
Tocando la puerta Saori la abrió, se encontraba Lulia para dormir, pero llevaba consigo un plato de dos sándwiches, la pequeña con un rostro neutral pero en el fondo de preocupación dijo —Mi mamá te preparo esto, como cena, ya que no comiste; y aquí también te traigo leche—. Saori los tomó con ambas manos — ¡Gracias!— le dedico una sonrisa con centelleantes ojos verdes, que lucían como las fresas hojas de los árboles en primavera. La invito a pasar a Lulia; hablaron de muchas cosas mientras Saori comía de a poco la comida.
— ¿Saori, quieres contarme una historia? —. Ella le gustaba las historias que le relataba Saori, a veces era de los viajes que tenia o de hazañas antiguas que ocurrieron en ciertas partes del reino Rafirlot, de héroes que arriesgaron sus vidas, de complot, guerras entre reinos, entre otras cosas.
Saori asintió toda complacida. En la habitación de Lulia, se encontraba cómoda en su cama con la colcha hasta el cuello, eso le dio gracia a Saori al verla mientras se sentaba en una butaca —Veamos… ¿Qué te puedo contar esta vez?— se puso a pensar en silencio por un momento, ella se concentra cuando se trata de historias por lo que le gusta leer. Al cabo se le vino algo a la mente, pero le llego de la nada y hacia mucho que no lo recordaba; se trataba de una antigua profecía.
—…Sobre el poder lucero estelar— comenzó con un tono alegre para que le llegue a interesar a Lulia, como era una niña pequeña aun, y funciono por lo que tenía los ojos centelleantes de curiosidad.
«Gotas de agua caían formando charcas se escuchaban gotear, la vegetación no brotaban en la pedregosa cueva, excepto en un solo lugar. En una laguna de agua cristalina que se filtraba entre la tierra, que con la luz lunar que se trascurría por una abertura en el techo parecía que cambiaba de color tonándose de un color turquesa; habitaba en una pequeña isla un árbol, con flores resplandecientes y de vario colores cada una, su mayoría eran blancas, violetas y amarillas; su tronco curvo llegaba muy alto formando ramas enroscadas al igual que las raíces que tocaban el lago.
A simple vista es encantador, irradiaba una luz de paz a su alrededor que las hadas de ciertas partes del bosque iban a contemplarlo y a hacerle compañía. Se dice una noche de luna llena irradió una resplandor jamás visto, haciendo aparecer alrededor de sus raíces cristales que se esparcieron hasta salir del agua. En el tronco se formó un símbolo de una flor en forma de estrella, vibrando una luz dorada.
Personas descubrieron el sitio tratando de robar los tesoros que contenía la cueva. Incluso la realeza en ese tiempo quiso obtener el tesoro a la fuerza para sus intereses, pues la avaricia la tenía consumidos. Pero las criaturas del bosque juraron no dejar que manos bandidas de mal corazón les arrebatara algo importante»
Lulia abrazando fuertemente su almohada observando atentamente — ¿En serio eso pasó?—pregunto dudosa a Saori. Ella le respondió desosegada ante su reacción —Pues… No lose. Es solo una leyenda…— dio ante su última palabra un bostezo; vio la hora y casi eran las 11 de la noche. Dejo por terminada la historia por esa noche pero le prometió que continuarían con otra historia mañana.
Caminando por el pasillo dando un bostezo, Saori, se iba directo a su recamara a descansar; se encontró cerca de las escaleras a Elizabeth, que subía con una cesta de ropa limpia — Dejarme ayudarme, Elizabeth — insistió bajando llegando a su lado. Saori sabía que ella estaba un poco delicada de salud, y por eso quería ayudarla en las cosas que no pueda hacerlo o sea muy forzoso para ella. Elizabeth le responde con voz calmada — No te preocupes, tu andas muy cansada por el largo viaje, vete nomas a dormí yo termino por mi cuenta —. Pero Saori se negaba y acto seguido coge la cesta y la subió llevándola hasta la alcoba de la señora, dejándola alado de la cama — Elizabeth, no debierais esforzarte mucho, te harás daño y a él — dijo con una voz sosegada. La dueña se dirigió hacia ella inclinándose en el suelo y la abrazo, sobando la cabeza con delicadeza — Gracias por preocuparte… —. Saori le correspondió el abrazo — Debe ser duro para ti estar pendiente de toda la casa. Ahora que su esposo no regresa aun del trabajo —, ella se separó de ella sentándose en el suelo. Elizabeth se irguió caminando a su tocador abriendo un cajón, sacando un pergamino; regresando sobre sus pasos donde Saori que andaba confundida.
— Cariño, Derek me escribió diciendo que volvía mañana — le contó emocionada enseñándole la nota. Ella la tomo y la leyó hasta llegar al final, no tenía palabras al finalizar, solamente grito de alegría — ¡Eso es genial, sí le podrás decir la noticia! — ambas se comenzaron a reír.
Elizabeth sentándose en su cama decidida a ponerse a hacer aun sus tareas del hogar, iba a comenzar a ordenar la cesta de ropa; en eso Saori la detiene brincando en la cama — Debería descansar usted. Yo puedo ocuparme de esto en la mañana — le aconsejó mirándola con sus desafiantes ojos. No tuvo más remedio a acceder a la angustiosa de Saori, ella era muy caprichosa a veces, pero de igual forma la quería — Derek estará por aquí cuando el sol este en lo alto en la mañana. Así que, necesitare que las dos me ayuden con las tareas matutinas— anuncia.
Luego de un rato de charla, Saori esta vez iba directo a su cuarto, no iba a quedarse trasnochada esa noche leyendo, tenía que estar despierta mañana. Solamente algo la tenía preocupada que hacia la hacía consentir el sueño. Era esa punzada en el corazón; desde que regreso a la casa pasando la noche en el bosque le comenzó a suceder. No podía describir cierta sensación.
— ¿Me habrá picado algo mientras dormí al aire libre? — se dijo a ella misma que andaba sola en su habitación. Mirando el techo poco a poco logro quedarse dormida.
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