Entonces lo miré como cuando uno mira sin expresión alguna, así tan distante, sin embargo el brillo en sus ojos y el desconcierto me hicieron reír.
Las paredes cremas de su cuarto, las pinturas en la pared, me hacían sentir que estaba en mi propio ambiente, sentí que era parecido a mi.
Volviendo a él , digamos que era ver los ojos de un niño tímido queriendo salir a flote pero él no era así, la vida lo había hecho volverse duro, aunque en ocasiones aún salía ese lado tierno sobre todo en los momentos en los que teníamos intimidad.
Alfredo tenía esa forma que tienen los dioses de procrearse, sí, tal vez esté loca pero él me hacía el amor como ninguno otro lo había hecho antes y eso era realmente adictivo.
Sin querer había abierto una puerta donde poco a poco salían mis sombras más guardadas.
Le gustaba llenar la habitación del aroma de sus cigarros, yo no fumaba pero me encantaba ver como se relajaba cuando el lo hacía, definitivamente era un vicio muy sexy y así sin querer mientras me iba metiendo más en su vida, iba dejando la mía de lado.
Todos los Viernes después del trabajo iba a visitarlo a su depa en Surco, nos desnudabamos, lo miraba terminando de pintar algunos cuadros, lo miraba dejando algunas obras a media.
Me encargaba de hacer la limpieza de la cocina, me encantaba sentirme la dueña de ese espacio y mientras veíamos alguna película y pasabamos el tiempo besandonos, armabamos unos porros de los que su amigo Gerardo le invitaba, la verdad yo solo hacía el intento pero no sentía nada, digamos que jugaba a ser la chica mala de su cuento porque el truco era ese, hundirme, hundirme con el en su felicidad y pasividad constante.
Alfredo tenía 38, yo me sentía la mujer más feliz porque me encantaba su cuerpo a pesar de no ser el hombre de gimnasio, me encantaba contarle las pecas mientras el estaba encima mío.
Y mientras lo cabalgaba con mis 26, me sentía la mejor jinete de la historia, en ocasiones sentía que su excitación bajaba, nunca dije nada al respecto siempre busqué complacerlo, ese era mi premio volverlo a excitar una y otra vez y sentir lo caliente que estaba su semen cuando caía sobre mis senos.
Íbamos al cine, teníamos eso en común, ver películas, comer cancha, caminar, conversar, «discutir» uno que otro tema mientras yo iba planeando el próximo destino de la noche y así terminabamos o en un bar tranquilo jugando a emborracharnos o mirando el mar en Larco.
La noche de los secretos
Ese día estaba acostada en la cama, respirando o intentando ser más consciente de la respiración, salía del curso de yoga al cual iba únicamente a relajarme, era mi momento de relajación, el profe siempre me ayudaba a corregir las posturas, me ayudaba con varias de ellas, yo no sabía si eso era normal pero a veces me tocaba y esa manera me intimidaba, a veces pensaba que todo lo que yo pensaba terminaba siempre en sexo, lo cual aunque no crean me avergonzaba.
-Sofía hoy has venido más tensa que en otras ocasiones, relaja el músculo, mira te ayudo y me sostenía de la cintura y colocaba adecuadamente mis brazos para hacer la pose del guerrero.
Estaba ahí en la cama intentando relajarme sin embargo las ideas iban y venían, apareció Alfredo y todas las conversaciones que hicieron que me enamorara de el.
Vino Freud, vino Joung, vino la acupuntura, el yoga, la razón, Descartes y todos esos tipos que ahora me valen madre (mentira, aún los amo)
Pero yo ya no era la misma, estaba cansada, agotada, a pesar de que la pasaba riquísimo a su lado, a nuestra vida le faltaba algo y creo que ese algo era que yo para Alfredo era solo un pasatiempo de transición, hacía meses que había terminado con Rous, tenía años estando detrás de ella, a pesar de que era un cazador con ella se había decidido pero ella lo había tratado mal.
Entonces yo había aparecido en su vida como una luz, o eso él me decía.
Yo por mi lado había salido de una relación después de 4 años en los cuales estuve presa de mis temores, frágil e inexperta, todo lo que conocía del sexo se limitaba a Juan. De hecho él fue un gran maestro.
El y Sebastian, ¿quien es Sebastian?
Sebastian es la historia más breve y sin sentido con la que me cruce unos meses después de haber terminado mi relación, digamos que me llenaba los vacíos, tenía sexo con el, fingía orgasmos, solo quería llenar mis momentos de soledad.
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