En medio del sereno de la noche, mi mente traicionaba a mi corazón.

Solo un silbar, tal cual ave, se escuchaba en medio de aquel estacionamiento vacío.

Líneas diagonales amarillas y llantas pintadas sobre el asfalto era lo que tenía en ese momento. Nada más, nada menos.

¿Cómo es posible quedar así? Varada en medio de un intento de sobrevivencia. A la mitad donde no sabes si seguir o morir.

Al principio los conductores de los pocos carros que quedaban, extrañados volteaban a verme. ¿Qué haría alguien en medio de un lugar así a plenas 10 de la noche?

Me pregunté, ¿acaso en estos tiempos es tan desprestigiada la fresca brisa? Que te acoge como si fuera madre protegiendo a su creación.

Lo disfrutaba. Lo disfrutaba tanto porque era lo único que tenía.

En medio de la soledad, justo cuando reflexionas sobre las personas que entraron y salieron de tu vida, el viento jamás me abandonó.

Fueron miles de recuerdos que pasaron por mi mente. Como cuando reía sin parar en mi esfera de cristal. Lo único que tengo, recuerdos y soledad.

Por fin cesó, aquel silbido del desconocido personaje. Supe que era tiempo de ponerme en marcha.

Abandoné el lugar, antes de que la penumbra llegara, dejando una parte de mí en medio de la oscuridad.

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