El atardecer de la vida

Poco menudo le sucede a un ojo curioso observarse a sí mismo. Un ojo porque si bien dos tenemos el panorama es único. Bien abiertos, atentos y buscando en lo claro del pozo negro. Sudan mis manos, axilas tal vez. Tiembla el habla y se fusionan momentos como pasos de metro, en una escala así, de a metro. Cuando vuelve a dirigirse, porque quien toca timbre si sabe lo que busca vuelve a tocar o bien regresa luego. Eso es así. Cuando vuelve, antes del pensamiento… esa escala microscópica tan pompa de jabón se magnifica y percibe con sus oídos un encuentro donde siquiera hay alguien aún sabiendo que eramos 3. Antes del pensamiento lo miro casi de reojo, entre el marco y el tope del radar. No dilucidé ya que veo tras una bolsita de plástico. Tan penetrante mi mirada que rotó su cabeza. Siente la caricia al alma – ¿serán una ventana? – que apaña heridas sangrantes con menos que palabras.

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