Cuando yo le cuente que me sentaba en la alfombra a escuchar el ranking Billboard , ella no sabrá de que le estoy hablando.

Sólo será un dato más, de una vida repetida en el pasado.

Cuando somos adolescentes pensamos que todos hemos vivido lo mismo , incluso nuestros padres.

Cuando yo me recuerdo esperando el ranking Billboard, se me recoge algo en el pecho, pues han pasado ya 27 años desde esas mañanas sabatinas del verano. 

Recuerdo el equipo de sonido enorme , plateado en medio de la sala, la perilla del dial y la del volumen. Una más grande que la otra, la del dial. También más brillante.

Escuchaba y grababa en un casette , las mejores canciones, directamente desde la radio.

Era una emoción increíble cuando lograba grabar una canción sin la pauta comercial de la emisora encima…

No, ella no sabe de qué hablo.

La conquista del tiempo. Decirle a mi madre que me disponía a escuchar música. Que no estaba para nada más. Nerviosismo ante la posibilidad de no alcanzar a grabar la canción favorita.

1993, terminaba el colegio. El ranking estaba vivo , sonándome por todos los rincones del cráneo, no hacía falta prender la radio, las canciones sonaban solas en mi cabeza y mi cuerpo también se movía al ritmo frenético de mi corazón. Ávida de emociones que me llevaran a mi propio destino. A salir de casa, de la tristeza de mamá. Su tristeza era lo único que conocía ; perdón ; su rabia y su tristeza. La inconmensurable nostalgia de mi padre y su exasperante bondad. Me sobrepasaban, me sobrepasan.

Ella no sabe de qué hablo, cuando le digo que me sentaba en la alfombra a escuchar la radio.

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