De entre las diversas y extravagantes figuras que se observan en las calles tan llenas de vida se puede observar todo tipo de personajes auténticos, dignos de ser la honesta expresión artística de lo que es ser humano, desde un hombre en muletas, que mas que asirse de éstas se aferra a su inmutable voluntad, dos jóvenes trabajadores descargando mercancía en un gran almacén a la brisa matutina silbando una pegajosa melodía, una distinguida mujer vestida de blanco tomando un taxi hasta un descuidado chico que cruza la otra calle con audífonos puestos sobre su cabeza, pero al reflejo de la sombra de la gente, se esconden los marginados, observando la realidad frente a ellos con el mismo expectante aburrimiento con el que yo mismo lo hago, viendo sin ser parte de la obra, como los olvidados actores extra en una concurrida escena de fondo.

En una esquina de la ciudad, junto a una tienda de autoservicio, los transeúntes evitan el contacto con un vagabundo de amplia barba que pide dinero, el frío concreto del suelo es su cama, y sobre él descansa cada noche, un hombre de aspecto andrajoso, de apagada mirada en la que yace la desesperanza y la profundidad de emociones añejas que carga consigo junto a cachivaches y tiliches en un desgastado carrito de supermercado, solo sus callosos y polvorientos pies saben cuánto habrá recorrido, vagando errante y sin rumbo fijo, con la piel chamuscada por el sol, bajo climas tempestuosos con nada mas que un pantalón roto, un viejo abrigo negro y un sucio gorro sobre la cabeza.

El hombre es la viva imagen del deterioro humano, refleja en todo su ser la trágica perdida de todas las cosas, la frescura y la cordura, la dicha y la paz, es el reflejo en el espejo en el que nadie quiere verse y que todos rechazan con irracional miedo, negandole su propia naturaleza, negándose a escuchar la historia de esa áspera y ronca garganta que escupe navajas por palabras.

Sin embargo, en su tortuoso sufrimiento e irremediable amargura, permanece su imborrable humanidad, envuelta entre desvaríos que padece cada tanto entre carcajadas y bailes repentinos producidos por fugaces instantes de felicidad mezclados con locura.

Es la evidencia de un estado tan desnudo de la existencia humana, tan frágil, tan vulnerable, y no obstante, tan vivo, es su miseria la que le ha despojado de todo y sin embargo lo ha dotado también de una inusual belleza…

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