Debería jalar el cordón umbilical, para poder sacar esas ganas de escupir letras en el papel cuadriculado de mi juicio. Escribir no llena mis ganas de ser escritor, escribir transforma mis ideas en que podría pasar si lo llego anclar en mi vida, ya que lo único que hago es agarrar palabras vagabundas que navegan en la brisa de boca a boca de la sociedad, yo no puedo ser escritor, me compadezco mucho de la imaginación piadosa que zumba en mi oído hasta entrar en el hueco tímpano del quizás. El ánima ajena de un ardiente amante de las letras vírgenes y cautivadoras, poseyó mi mortal cuerpo para continuar su relato indescifrable, que indaga como ninguna quimera no ha podido romper el telón de la inefable vehemencia que existe entre el autor, la pluma, y el papel.

Yo solo soy un testigo más de la insaciable sed que tiene la escritura, que va exprimiendo a todo aquel que cae en sus garras llenas de lujuria hasta sacar su semilla reproductora, pues con todas las de ganar, las esparce en la mente del lector. Lamentablemente no soy ni la primera parte que aspiro ser.

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