COMO LA PRIMERA VEZ

COMO LA PRIMERA VEZ

Dantesco Fraga

12/09/2017

Había algo en esa mujer que le parecía familiar, como un Déjà vu de emociones que lo transportaba a un tiempo pasado, diferente en contexto, pero idéntico en situación. Le costaba mucho descubrir qué le provocaba esa sensación, o a qué le hacía recordar, y eso lo hizo sentir molesto y confundido.

A pesar de ello no se detuvo, siguió acariciando su cabello con una mano, mientras que con la otra bajaba lentamente el cierre de su vestido. Le costaba mucho contener tanta pasión acumulada, apretaba su labio inferior entre sus dientes y se sentía realizado, poderoso. En ese momento se veía tan pura, frágil y suya que no podía dejar de admirarla. Al tenerla reposada entre sus pies, sintió que había valido la pena tanta espera hasta su encuentro; tanto tiempo observándola y contemplándola como se aprecian las cosas bellas y prohibidas, en el anonimato, entre las sombras, entre la gente…

Pasó un buen rato mirando su fina y suave piel, como si fuera el lienzo de su pintura favorita. Se detuvo en cada marca, lunar, cicatriz o peca que encontraba, como si tratara de guardar en su memoria cada pequeño detalle.

Tomo entre sus dedos unos mechones de su largo cabello castaño y olió profundamente un perfume a flores que no reconoció, pero si disfrutó. Con calma, pero sin pausa, siguió acariciando su espalda, desde la nuca hasta la cintura; luego la dio vuelta y empezó desde su vientre hasta su cuello, deslizando suavemente su dedo índice, como un niño que juega dibujando siluetas en la nieve.

En ese momento entendió todo, no podía creerlo, se quedó fijo mirándola para estar seguro, pero en el fondo sabía que no estaba equivocado. La mirada de la joven era lo que provocaba aquel sentimiento antes vivido. Esa mirada suave y perdida, como buscando algo a lo lejos aun sabiendo que no aparecerá.

Esa mirada le hizo recordar a otra mujer, pero no a cualquier mujer (porque hubieron varias antes que esta), sino a una especial, a la primera, a esa que lo hizo poner nervioso y cometer varios errores de principiante (como sucede siempre en la primera vez), a esa por la que sintió una pasión desgarradora e imparable y un deseo de poseerla que lo carcomía por dentro cada día que pasaba sin verla. Comenzó a recordar hasta que se dejó llevar por esa historia pasada y ya no pudo seguir adelante con su dama del presente, simplemente se recostó junto a ella, cerró los ojos y viajó en el tiempo hasta el preciso instante en que vio por primera vez a la mujer de sus recuerdos.

Recordó que se llamaba Ana, un nombre tan simple, tan lindo, que a él le encantaba pronunciar a solas, en su cuarto, hasta dormirse. Ella nunca se lo dijo, sino que se lo escuchó a una de sus amigas cuando la llamaba en la tienda, mientras él la observaba detrás de una estantería con revistas y otras chucherías; se había vuelto muy diestro para seguirla, tanto que ella nunca notaba su presencia, en el colegio, la biblioteca, el almacén, el parque, inclusive cuando se pasaba un buen rato en la noche parado en el patio de su casa observando la ventana de su cuarto mientras ella dormía. Así estuvo un par de meses, mirándola y siguiéndola hasta que comenzó a sentirse insatisfecho con su rutina, sentía un vacío en su ser, que al pasar los días se convirtió en un dolor constante en su alma que lo corroía por dentro. Se sentía asustado y frustrado por no poder calmar su malestar con ninguna cura material, él sabía que la única solución era Ana.

En ese instante abrió los ojos y abandonó ese recuerdo, quizás, el pensar en ese inmenso vacío que sintió en aquel entonces lo perturbó demasiado como para seguir viajando en sueños pasados. Pero se dio cuenta de algo, después de Ana, ese dolor en su alma desapareció por un tiempo, pero volvió después y solo pudo calmarlo cuando conoció a Verónica, y así una y otra vez, con Celeste, Sofía, Sara, Amanda, Cinthia, y tantas otras.

Miró entonces a la mujer que yacía a su lado, y notó que su mirada era igual a la de todas las anteriores, no tenía nada de especial, era clara, distante, fría…muerta.

Con calma se levantó del suelo, limpió su cuchillo con la falda de su víctima y mientras lo hacía se sintió mal por un instante, pero sabía que era el vacío que volvía a invadir su ser y que lo acompañaría hasta encontrar a una nueva mujer, una que lo volvería loco

Obsesivo

Apasionado

Como la primera vez.

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