No vayas a la luz, me dijeron siempre. No atravieses esas luces que te atraparán en el limbo, porque morir por en tus propias manos es la peor muerte de todas, sabes tú, niña, rendirte a la muerte es la pesadilla eterna y sin retorno. Todo eso y más me dijeron los vivos.
Vi la luz. La vi incandescente sobre mis ojos, casi al alcance de mis manos, casi a unos pasos de la nube en la que me acuesto. Verás tu vida pasar, dijeron los vivos. No vi nada, no recordé nada. Pero vi la luz, la vi al final del túnel teñido de blanco y la humareda angelical que me guiaba a mi destino. Escuché voces, susurros, lamentos, que pobre niña, supiste tú, la viste, ahí está, tirada en la camilla porque se le soltaron los tornillos de esa cabeza chascona. Cerré los ojos, la luz es demasiado, las voces me zumban en los oídos y quiero pelear, quiero discutir, quiero gritarles y qué te importa, y quién eres tú, y qué sabes tú de mi, de esa cabra loca, qué sabes tú de morir, si soy yo la que está aquí caminando el túnel, siguiendo la luz, huyendo de ti, de tu ignorancia y de tu prepotencia. Sigue la luz, me dije a mi misma, pero si quise morir en algún momento ya no recuerdo por qué fue y es que todo es tan simple desde aquí. Pero sigue la luz, me dije otra vez, los que te juzgan se quedan aquí, tú te vas sola, tú los dejas atrás. Y para qué seguir, el ridículo ya lo hiciste, camina de una vez hacia la luz, vamos a darles el show que prometimos.
Levantarse no era cosa simple, caminar era de fuertes, correr era impensable, y una aquí, tirada y envenenada, flotando en no sé donde. Atada a la vida, atada a la tierra con cuerdas que se aferran desde tus venas, desde tus huesos, tu piel, tu boca. Me voy hacia la luz o me voy hacia dónde. De pronto ya no hay túnel, de pronto estoy en un cubo, uno blanco, y la luz sigue ahí, sobre mi cabeza, quemándome, tentándome. Ven a mi. Pero atada no voy a ni una parte, así que arranco las cadenas de mi piel, me arranco el pellejo de este cuerpo drogado y extasiado sin sentir dolor. Aquí no hay dolor, quizás ya me fui, quizás la luz siempre está ahí. O quizás me atrapé en este cubo enfermizo y quizás escucharé esos lamentos hasta siempre. Quizás ese es mi castigo y los vivos siempre tuvieron razón. Vomité, jalé con todas mis fuerzas la última cadena aferrada a mis entrañas, tiré de ella hasta sentir algo, lo que sea, un roce, una cosquilla. Me rasguñé los órganos despacito, lo sentí, ahora sí, desde mi vientre, por dentro, serpentear todo el camino hasta mi adolorida garganta, hasta jalar por última vez en mi nariz. Qué es el asco, qué es el vértigo, qué es el dolor.
Caminé a no se dónde, es que me voy, es que no aguanto, es que esas voces no saben nada, es que hablan tanto, como si me conocieran, como no fuera un alma en pena más. Y quiénes son, están vivos, están muertos, están igual que yo. No son nada y me alejo de ellos a mi ritmo, como un vals fantasmal hasta esa puerta, esa de la esquina de este cubo que me está volviendo loca. Para eso me rendí, para dejar de escapar, para dejar de escuchar, pero siguen ahí, siempre están ahí, siempre quiero correr otra vez y esta vez en serio solo quería morir. Me voy. Me voy de aquí grité cuando abrí la puerta. Mis padres estaban ahí, mirando por fuera ese cubo que me mantenía prisionera, me vieron sangrar y arrastrar aún algunas cadenas que me ataban a no sé dónde y no sé por qué. Me voy, dije con fuerza, no sé a dónde, no sé por cuánto, solo me voy. Papá corrió cuando me vio cuál zombie atravesar el limbo, Mamá corrió apenas me vio caer inerte a mi suelo. Me apagué, así de fácil, ocupé las últimas energías que este cuerpo borracho de pena atesoraba, sin poder hacer nada, sin intentar no caer, caí.
Así se siente morir, mucho más simple que aquella luz, que aquél túnel que no me llevó a ningún lado. Así, sin penas ni glorias, me vi caer, los vi caer, vi el mundo cambiar de dimensión, vi los pies de mis padres por última vez y sin decisión, sin temor, sin sentir absolutamente nada, caí y dormí, cuál final de una triste película, sin créditos, sin continuará, sin el fin, simplemente a negro me fui.
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