A la boda de Pilar Serrano Buendía asistió sonriente y puntual para acompañarla y darle la bendición a esa amistad que tenía con Vicente Serrano, representante a la Cámara, por el Partido Conservador. Entre risas y chistes llegó a la ceremonia, pero sin saco ni corbata. Su presencia lo decía todo. Sin respuestas, ni preguntas, decidió ponerse un saco que le prestaron y le quedó a la medida. Así comienza la historia de Luis Eduardo García, ‘Sicario’.
Nació en Capitanejo (Santander), el 15 de mayo de 1958, donde no pasó mucho tiempo, por cuanto la familia decidió mudarse a Cúcuta. En la Perla del Norte la vida de este personaje empezó a tener rumbo. No había estudiado bachillerato; al contrario, aprovechó una campaña de alfabetización en la Confederación Obrera.
A los 25 años, le entró el gusto por la política. Pasó por diferentes cargos que le han enseñado con responsabilidad y seguridad que “si está abajo, se puede ir arriba”. Fue juez y no era bachiller; auxiliar de la justicia sin título de abogado; asistente del concejal Argelino Durán Quintero; asesor del Concejo en la época de Hernando Barjuch, y corresponsal de Tele Deportes.
La apariencia física lo hace ver como un hombre amable, seguro, con la mirada fija cuando da algún argumento. Los ojos pequeños y las gafas le adornan el rostro. La vestimenta es sencilla, alejada de lo colorido, luce camisa de tonos opacos y sandalias.
El apodo de ‘sicario’ se lo ganó en 1983. En ese año, lo nombraron ingeniero agrónomo en la finca ‘La Monta’, a cargo del gobierno departamental. Nunca tuvo título, ni cartón para soportar el conocimiento que debía tener para ejercer ese puesto. Aceptó y se arriesgó, como buen santandereano. Entre las labores que debía cumplir estaba cuidar 200 conejos y vacunarlos.
Un día normal de trabajo se trasformó en fecha inolvidable para García. La tragedia que protagonizó le valió para ganarse el remoquete. Hoy, la cuenta con naturalidad. Le ordenaron vacunar a los conejos y como era empírico los pasó de dosis. Todos murieron. Desde entonces lo llaman ‘sicario’.
La infancia y la adolescencia trascurrieron en el barrio Belén. La familia era dueña de la panadería ‘La Franciscana’, y proveía el pan para el Grupo Maza y la Cárcel Modelo. A las 3:30 de la tarde, el pan salía del horno y bien caliente comenzaba la distribución para los clientes. El negocio tuvo un final triste.
En el batallón mantuvo relaciones sociales con los comandantes Mario Montoya y Gustavo Matamoros y pusieron en marcha la construcción de la cancha para el barrio Belén. El espacio de integración está a disposición de la comunidad.
El periodismo no ha sido ajeno a sus actividades. Además de la corresponsalía para el noticiero deportivo dominical, fundó la mini revista ‘Informativo Belén’ y oficiaba como director. Las tiendas del sector financiaban la publicación, que tenía como finalidad mantener a la comunidad al tanto de lo que ocurría en el barrio, al occidente de Cúcuta. También desapareció.
Hoy, su vida está sumergida en el contexto político. Es conocedor de los vericuetos que se abren en este espacio y se codea con dirigentes de cualquiera de los partidos. En campaña, las sedes le abren las puertas y lo toman como un militante más. Pasado ese periodo, para García todos son ganadores, por cuanto mantiene el hilo de la amistad.
Las anécdotas lo acompañan y por esa manera de ser ha ganado más amigos que lo invitan a la mesa a conversar del acontecer político o de los chismes que ocurren en otros órdenes. Es devoto de Nuestra Señora del Carmen y después del tinto de la mañana, sale camino a la iglesia para asistir a misa. A la salida del templo, seguro, tiene la primera tertulia del día.
Un día, de tanto caminar, la suela de los zapatos no aguantó más. Los huecos eran visibles, por lo que tomó la decisión de mandarlos a remontar. Cumplido el tiempo para el trabajo buscó al zapatero y en una bolsa se llevó lo que creía era su calzado. Al llegar a casa y destapar el paquete encontró la sorpresa, le habían dado unos Tres Coronas, famosos y costosos en esa época. Se atrevió a lucirlos y en pleno centro de Cúcuta apareció el dueño y se los quitó. Le queda el gusto de haber reestrenado zapatos de marca, que más nunca volvió a usar.
Como todo ser humano ha soportado tormentas personales. Una especial la sufrió en una Navidad. Época en la que no pudo celebrar la venida del nuevo año en familia, como acostumbraba a hacerlo. Por tradición compraba y repartía hallacas, pero en ese año, el 23 de diciembre cayó a cama y fue internado en el Hospital Erasmo Meoz.
Pasó las fiestas postrado en una camilla. Amigos y familiares estuvieron al tanto del estado de salud y ayudaron para que no se tomara una decisión médica que acabaría con la esperanza de vivir. Poco faltó para que le cortaran la pierna derecha. Sin embargo, en el pie quedó la marca del coma diabético, al perder dos dedos. Otro recuerdo es la muleta que lo acompaña noche y día a donde quiera que vaya, y que se ha convertido en elemento vital para los desplazamientos entre oficina y oficina.
El espíritu altruista que por siempre lo ha acompañado hizo que las ayudas económicas llegadas de distintos puntos las repartiera entre los compañeros de piso en esa Navidad. Organizó las novenas en el hospital y como pudo paseó por cuartos y pasillos para llevar la voz de aliento a enfermos y personal paramédico. Era, simplemente, dinero que en algún momento se acabaría, pero que a otros alegría en esas horas de sufrimiento.
El whisky es el trago preferido en fiestas y reuniones entre amigos. Un buen trozo de hielo en la copa no lo deja sentir el sabor amargo del licor, como las tristezas de la vida. Este hombre luchador y comprometido con la vida está metido en el pensamiento de gente del común y de dirigentes de alcurnia por su especial manera de ser y de servir.
Por ello, seguirá con sus sandalias cómodas y su vestir sencillo por la Perla del Norte, donde demostrará las capacidades y los conocimientos adquiridos en tantos años yendo a sitios glamurosos y haciendo reír a la gente como acostumbra a hacerlo. Aprovecha cada oportunidad que le brindan para recordar esas anécdotas que arrancan carcajadas. Este es otro de sus cuentos favoritos.
Un día, pidió prestado dinero a un agiotista de la ciudad y para garantizar el pago firmó una letra. Pasó el tiempo y no apareció para saldar la cuenta. De pronto, el prestamista lo vio a la distancia y le gritó:
García ¿qué pasó con la letra?
A lo que ‘Sicario’ respondió con desparpajo y gracia:
Pues, ahí, mejorándola.
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