Eran las seis de la mañana de un día de sol, sábado, sanatorio resplandeciente, a nueve horas del centro del parto, todo el pueblo en silencio, una risa de primavera, la puerta de la casona con aroma a hospital, la puerta cancel de vidrio esmerilado, a la derecha la dama de blanco con su dedo índice apuntando al cielo, la guardia con lagañas, la sala de espera con pocas personas y mucha espera.
Esa mañana ella se despertó encendió su primer cigarro amigo imaginario, había llenado la bañera, agua caliente con baldosas saunas cuadriculadas una planta amiga en el rincón, espuma, sonrisa de alivio tirada entregada, por la banderola entraba un rayo que daba justo en sus pies que sobresalían de la zona de confort.
Esa mañana otra ella, se despertó junto a él, la estufa a leña de ladrillos revocados sin pintar, ardió hasta tarde, algunas brazas se suman a otro rayo de luz que entra por la ventana de la cocina y da justo, arriba en la mesa en donde ahora comparten un café con leche y pan con manteca de verdad.
Al mismo instante ambas sienten el llamado, ambas con ganas de ser madres, las dos salen saben que es el momento de ir, una vestida de blanco en su hondita se sube la empuja en la bajada da dos pedalazos y con el cigarrillo sin fumar en sus dedos magia y su corazón en la mano, con toda elegancia parece bolar rodando por el verde villar, en un largo desliz por el pasillo encerado que conduce al hall del aeronacimiento, ahí en donde las almas también se posan.
La otra la que va a ser madre con su hijo al borde de los nueve meses de refugio conectada junto a él y al bolso, despegan caminando lento por la subida a minutos vida del aeronacimiento, ahí en donde las almas también posan.
Desde otra dimensión la criatura espiritual ve los movimientos el encuentro se va a producir, lo mundano en plena actividad, lo espiritual en todo su esplendor, la activación desde adentro, desde que habita en ella, desde que las eligió una bocanada de mundo se va a provocar y ese ser espiritual se incorpora se enfila, se prepara para recrear su experiencia humana.
Ellas ya colocadas al borde de la pista, coordinando la respiración milagrosa, toda la zona se transforma y los presentes al acto final inicial pierden la noción del tiempo y el espacio, el padre, la madre, el hijo, el niño, el ser, la partera, dan a luz.
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