Carlos Francisco Palma Urbano

ESPEJISMO

Poesía


DONDE CAYÓ LA SOMBRA

Sobre la extensa tierra de mi aldea

En la guayacana

Hay una profunda excavación

Hecha por la sombra

Que fragmentó los débiles rayos de la luna.

Yo soy ese largo itinerario

De sus continuas mutaciones,

Y del agua acorralada de los ríos,

Su espejismo.

Me detengo en cualquier esquina

A sopesar la vida

Con míseras palabras.

Me habitan las contradicciones,

La irrisión de lo absurdo,

No entiendo

Ni distingo el soslayo de muchas cosas.

Hasta la casa

Se contagia de mis padecimientos.

De la pared de enfrente,

Chorrea la soledad

Y como lluvia invisible se evapora.


DEBAJO DEL AGUA

Aquí en mi aldea

Posesa del desarraigo y del silencio

Aquí en aldea

Y debajo del agua,

Un caracol demarca

Con obstinada paciencia

La huella móvil de la luna

Y el eco amarra de algún puerto

Sus oídos sordos

Y en la arena movediza,

Los lienzos de la brisa, ¡sumergidos¡.


SUICIDA

La luz golpea

Día tras día las paredes

Y descubre los zócalos.

Un ángel de algodón,

Da vueltas

Colgado de una estrella en el centro de la sala.

El tic – tac profundo del reloj,

Restaura el eco

Y cuenta y recuenta su agonía.

Giro tras giro

La brisa también trae canciones

Y estrella contra oscuros ventanales su lamento.

LA PAZ

La paz

Como la luz

Son como un pájaro herido:

Tenues y dispersos.

La luz se cuela por entre las hojas de los árboles.

El ave ya no vuela,

Su última rama tráquea

Y lentamente lo absorbe la penumbra.


PACTO

No voy a alterar en la memoria

El inventario de los sueños,

Ni en el cuerpo,

La frágil caricia que trajo el viento

Alguna noche de verano.

No escogeré

Ni la lluvia ni el sol,

Entraré como vine

Por una inmensa puerta

Sin aldabas ni bisagras.

Me expondré a la intemperie que dejan las palabras

Cuando no dicen nada

Porqué aún hay gorriones en las ramas.

Tornaré finito lo invisible

Y caminaré sobre las piedras

Para probar los cimientos

Que calcinó el olvido.

Te entregaré mis manos silenciosas

Para que aún así, dispersas,

Horaden tu piel

Y te estremezcan en otro amanecer

Y no haya prisa ni vacíos

Y el tiempo no tenga tiempo

Y el deseo, sea más deseo

Porque esta nueva pesadilla

¡Solo a mí,

A mí,

Me pertenece!


NADA HACE FALTA

Aparte de la luz,

Nada hace falta.

Somos por prescripción:

“sordos, ciegos y mudos”

Falta que mutilen la esperanza.

Voy a enterrar el silencio,

El llanto de los huérfanos

Y el muérdago

Que como perro al acecho,

Da vueltas alrededor de la casa.


ALLANAMIENTO

También me reprimieron

Y vendaron mis ojos.

Te busqué como un loco,

Oliscaba tu huella como un perro;

Hice temblar las paredes

Donde guardaban la obsesión de silenciarme.

Grité con furia tu nombre

Que alimentó mi desgracia.

Me argumenté de principios

Y tú me hiciste resistente,

Me blindaste con palabras de amor

Y ahora son mi arma…

Y derribo muros

Y oídos sordos

Y protesto hasta que llegue la hora

De un nuevo allanamiento.


RÍO ADENTRO

Río adentro saltaron las palabras

La noche entregó el indumento de los días

A su penumbra.

Un ave ciega picotea el firmamento.

Y jóvenes caballos

Saltaron de los cuadros de la sala.

Un puente digital ahora llega a ti

Y azules mariposas dan vueltas

Donde una luna cobriza aún tiembla.

Voy a buscar una lámpara

Y afeitaré con denuedo la nostalgia.

Correré con la garganta seca

Por los caminos de piedra

Que fundaron los ríos

Cuando murieron de sed

Muy pronto,

Habremos olvidado el nombre de las cosas;

La locura colectiva

Asfixiará esta hoguera

De paraguas incendiados

Y volverás a mí

En busca de agua

En mis besos.

Te enseñaré el gran museo de huellas

Que juntos construimos

Y donde aún

La indiferencia crece.


EL RÍO

El río es un espejo grande y transparente

Y en él:

Despabilo los años,

Libero los temores,

La angustia existencial que tanto hiere.

La dentadura postiza,

Aprovecha y sonríe más de la cuenta.

A las imperfecciones del alma

No las muestra este espejo.

Las contradicciones penetran

Hasta aferrarse de mis huesos.

Ordeno frente al agua las ideas,

Maquillo las ojeras

Con el agua bendita de las abluciones.

Tuve una noche inclemente como muchas:

Abandoné el cuerpo a la intemperie

Y a la peste moderna de la soledad,

Me arrastró hasta sus pies

Y pisoteó mi lengua

Hasta hacerme morder

El salitre de su arena y su silencio.

Aquí estoy,

Esparciendo los dorados hilos de mi cara

Encima de las perfecciones

Sin escrúpulos ni limitaciones.


EN MI ALDEA

Los vagones transitan en aparente calma,

Los ríos inundan

La antigua cicatriz de recuerdos inútiles.

Doy vueltas alrededor de mí

Vomito el preludio de las flores,

Amo los campos

Con sus cantos de chicharras

Y el agua fría

Que desde la montaña baja

Con su infinito misterio

De sed entre sus labios.

Amo la soledad que habita

En el trapecio de sus ojos, ¡consumiéndose!

Doy vueltas alrededor de mí

Buscando ferozmente

Que las manos se junten

Y la insensatez me abraza

Como a un leño seco

Con su sombra húmeda y sorda.

Estoy sólo

Girando entre espirales de humo

Y la ventana

Se ha convertido en una barrera

Y se ensaña contra mí

Y en contra vía,

Dispara sus flechas

Y esconde los paisajes

Debajo de los líquenes.

Afuera queda el mar

Con sus vagones viejos

Y las gaviotas

Que picotean el alba

Entre una espesa niebla

Y su marasmo.


CÓMPLICE

Para Linda Katherine.

Bendita tú

Que me miraste a los ojos

Raídos por esa luz secreta

Que trajeron las palabras

Cuando ahuyentaste el graznido

De los cuervos

E insuflaste un aire nuevo alrededor de la casa

Y levantaste la miseria

Que comulgaba conmigo.

Entre los libros viejos

Y el penetrante olor de la humedad,

Regaste tu incienso milagroso.

Desde entonces,

Nuevas canciones entona el viento

En los aleros de la casa

Y la lluvia y sus cristales,

Me invitan a contemplar

El vaho que afuera fuman

Los bueyes y el paisaje.

¿Te acuerdas?

Cuando el mar sembraba sus olas en el huerto de la casa

¿Te acuerdas?

En las noches transparentes

Donde las estrellas ascendían

Por las copas de los árboles

¿Te acuerdas?

Con las manos juntas

En la expiación de nuestras culpas

¿Te acuerdas?

Ese largo silencio irreverente

En nuestra conmiseración

Como si fuéramos dos náufragos

¿Te acuerdas?

¿Te acuerdas?


CUANDO LAS PIEDRAS CREZCAN

Cuando las piedras crezcan

Y las burbujas de humo,

Tomen la forma accidental

De palabra alguna;

Cuando entre las esteras,

No hayan moscas lamiendo

La última huella de tu ausencia;

Cuando en medio del silencio

Quedemos atrapados

Mirándonos de frente;

Cuando entre tu y yo,

No haya disculpas ni sarcasmos,

Habremos aprendido:

Que un día sembramos caricias

En ríos diferentes;

Solo hasta entonces:

Me sentaré a esperarte

Junto a la leña seca del último verano

Y ascenderé hasta ti,

Mi bella aldea

Si aún estas impregnada

Por el insomnio y los rencores.


CUANDO VUELVAS

Cuando las voces trashumantes

Sean como la tierra de mis uñas;

Cuando el meandro fosforescente de los ríos

Traiga canciones de agua

Con sus oxidadas nostalgias;

Cuando el génesis del mundo

Abra sus brazos

Y pulse una guitarra

Y los faros sostengan contra viento y marea

Su luz apuntalada;

Cuando toda la dicha de los días,

Devuelvan mi alegría erosionada

Y las campanas vuelen otra vez

Por la geografía olvidada del paisaje;

Cuando juntos atrapemos el fuego

Y la taza de café humeante,

Nos convoque:

Retornarán las palomas transparentes

Que caían con la lluvia de las tardes.

Te mostraré mis manos de labriego,

Otra vez vestidas de silencio,

Aferradas a la nada,

A la ruina cíclica

De tu abandono.


VENDAVAL

Me sorprende la grandeza de los días

Sobre esta tierra.

Atravieso la gota de agua

Establecida debajo de mí sed.

No promulgo espacio represados de olvido

Ni utopías del desvelo;

Me confabulo con la risa

Sin el éxtasis

De los desgarramientos presuntuosos.

Asisto como un río temeroso

Bajo la transparencia del agua

Y me convierto en lluvia

Encima de los techos

Y arrastro ventanales.

¡A este vendaval

No lo domesticó la muerte!


CARNAVAL DE LA RISA.

En el carnaval de la risa,

Me obsesioné por descubrirme en los caminos

Y en la introspección de los viajes,

Me acerqué a lo desconocido,

A los genomas del otro.

Sembré la diferencia

Como una opción

Donde pude ser yo muchas veces.

El otro, pudo más

Y me obligó a detenerme.

En el carnaval de la risa

Alguien trajo su lástima:

¡ Que regrese por donde pueda

Y demarque con obsesión su laberinto !

Aquí estoy,

Tratando de parecerme un poco

A la simplicidad de las cosas

O de las palabras

Cuando no dicen nada.

En el carnaval de la risa,

No más axiomas

Ni desgarramientos presuntuosos.

En el carnaval de la risa y sin darnos cuenta,

El ego avanza

En el reconocimiento de su dogma.


POR TODAS PARTES

Mi voz ciñó en los mares

Su vastísima presencia.

Sobre las murallas

Fue necesario expandir las sombras

Para que nadie confunda los caminos

Marcados de refugios y banderas.

Allí en la omnipresente soledad

Que el mar dejó en los puentes,

He levantado en cinturón ruidoso

De fe

Y de esperanza

Como pan sobre la mesa

O como vino derramado

En las alforjas.

Hoy pongo las manos

Sobre el altar de la insistencia,

Convoco a mis hermanos,

Doy las manos a todos los que pasan,

No tengo máscara

Ni en el amor secreto alguno.

No le hago exorcismos a la muerte

Ni tatúo de olvido los recuerdos;

Provengo de la risa anquilosada

En los andamios de mi abuelo,

De la noche insegura

Con sus reumáticas señales,

De esta aldea milenaria

Hueca por el insomnio y los rencores.

Le arranco confesiones a la luna

En sus cantos clandestinos

Con sus luces de neón

Voy por todas partes

Y a veces,

Patina en vano la memoria.

Me inhibe la tarde

Abajo,

Muy abajo de aquí y por todas partes,

Blasfema dios

¿Cómo dudarlo?

¿O será acaso que en la invención

Del mundo,

Actuaron los borrachos?


ENTRE MIS MANOS

Entre mis manos,

La sombra teje su vestido multicolor de sueños,

De palomas transparentes

Que caen

Con la lluvia de las tardes.

Impulso barcos de papel

Por una cascada de vértigo

Por el asombro de un niño

Que juega con la gotera de la casa.

La luna habita desmayada y húmeda

En el patio de enfrente,

El árbol crece en la promesa

De románticas maderas.

Persigo transeúntes

Que hurtaron a la quimera

Sus gestos de inocencia

Y a mi vocación:

El racimo cuajado

Con sus fragantes frutos


INMERSIÓN

Vuelvo a la inmersión

En algún espejo roto,

A rasgar esa máscara desquebrajada

Que me habita,

Me protege

Y que me agobia.

Descubro la flacidez

Entre estos muros que me estragan,

Que saben de mí

Y de mis blasfemias,

Que auscultaron mi vida

Como algo útil

Y estas manos agoreras

Que pregonan sus gestos

Y que se tiñen de rojo cuando huyen.

Evacuó del techo los malos pensamientos

Y las telarañas caen por su propio peso.

Cada vez que pueden las palabras,

Sueltan su desnudez y su burla.

Vivo bicepsionado al interior de un espejo

Y la felicidad parece desde adentro,

Más intensa.

Me inclino irreverente a los abrazos

Y a los besos que rompen las mejillas.

Bebo en calma

Una y mil veces

Mi trago caliente de cera derretida.

Alguien camina debajo de la piel

Y construye en silencio

Su ego y su mortaja.


RIEGO LAS SEMILLAS

Riego en silencio las semillas

Que designó la muerte.

Mis parpados caen pesadamente

Sobre la arcilla reseca

Y no me reconozco en la memoria.

Por la tierra de mi aldea

Un hombre cabalga sobre ideas muertas

Contando cruces,

Casas abandonadas

O cuerpos mutilados.

Riego en silencio las semillas

Mientras el eco dispersa

De sus roncas campanas.

Los oscuros designios de la pólvora.


CAE LA TARDE

Cae la tarde

Y con ella rústicas canciones

Y mis palabras vuelan como enjambre

En busca de tu miel

O de tu abrazo.

Me sobrepongo a la venganza del olvido

Y sumergido entre inmensos ríos,

Lavo mis pecados y mis males.

Me habita la inhumana

Desolación de tu recuerdo

Y tu dolor y mi dolor

Caen y duelen

Entre las goteras de la casa

Y persigo tus pasos

Como un perro al acecho

Y mi voz no te toca

Y no responde tu risa,

Mariposa infinita

Entre mis dedos salvajes,

Ebria soledad,

Aquí aún crece el silencio,

Cascada desgarrada

En mis temblorosas manos,

En ti crece una palma

Como la tarde muda,

En ti cayó un lucero,

En tus ojos infinitos.

Libélula distante

Navegas por mis venas

Y entre los grandes aposentos del bosque

giras y vuelas y retornas

Y otra vez te me escapas,

Voluptuosa apariencia

Del deseo y el hechizo.

Cae la tarde

En el umbral rumoroso

Donde mis pasos crecen

Como crece la sombra

Que cada tarde muere.

Cae la tarde en mi aldea

Y las aves recogen del viento

Sus cantos y sus vuelos

Y tu salvaje ausencia

También golpea las puertas,

Desarma las aldabas,

Trastoca los armarios,

Urde con celosía las cosas,

Apaga la luz del candelabro,

Riega el incienso

Y arrima a la ventana su desdén y su burla.

Cae la tarde entre un espejo de agua

Y de tus pechos fluyen

Eternos manantiales

Que viajan por mi aldea,

Por este bello sur

Donde te amé

Y te hice canciones.

PALABRA CONSAGRADA

Me restauras,

Levantas mi palabra de su ícono febril,

Soportas el desvarío

De un Dios arrodillado,

Lavas mis manos,

Y me unges en la atmosfera profunda

De los sueños no soñados,

Me conviertes en imagen de los signos

Y de las configuraciones.

Donde quiera que estés,

Serás indispensable como el agua

Y el viento que mece los trigales;

Me acercas a las cosas,

A su tacto;

Me muestras la invención de muchos mundos:

Ciudades dormidas en su propio laberinto,

En su oquedad.

Me traes tu revolución de libertades,

Me consagras en tu paraíso

Y acciono mi lento amanecer…

Abro las puertas a medias

Y las interrogaciones quedan dentro de mí

Como un vocablo nuevo,

Como música secreta.

Vuelves y te instauras,

Me revistes de consagraciones ajenas.

¿Por qué no callarnos al unísono definitivamente

Y no inventar más ternuras de nadie?


EL VIENTO

El viento enreda

La telaraña de los días,

Desordenas los huesos,

Convulsiona la luz tácita

Del lento amanecer

Y en una orquestación

Fastuosa de hojas secas,

Arrulla las parcelas

Y dispersa las aves

Y con la savia milagrosa de los días,

La luna también teje

Su colcha de retazo

Y entre los matorrales

Que el maíz hace en el huerto,

Desaparece húmeda y lenta

Entre las manos del labriego.


SIN PRETENSIONES

No pretendo ser luz

Ni mucho menos fuego.

Voy por todas partes,

Me gusta ver la lluvia

Desde una ventana cualquiera,

Resido ocasionalmente cerca de algún muelle.

Me parezco un poco a Dios

Por la condición de intangible y presuntuoso.

Convoco una bandada de pájaros silenciosos

Que construyen catedrales

Cuando duermen

Abro la ventana todas las mañanas

Y la herrumbre funda un poblado sin fe,

Sin una lágrima

Para llorar sus muertos.

Aprendí en mi aldea lo indispensable:

La ternura agiotista,

La inevitable y corrosiva señal de los abrazos;

Tengo los labios cansados

De besar lo furtivo

Y la desesperanza llenó los caminos

Y las palabras se espesaron

Y el cortejo lúgubre de la tarde,

Arrastra a contra luz sus horizontes.

Hay una guitarra

Que pulsa un viento aleve

Dentro de los armarios

Y muy dentro de mí,

Una destartalada canción

Petrificada de asombro.


HABITANTES DE LA LUNA

Únicamente queda el arco de la luna,

Sus moradores adentro,

Bebieron su luz

Cuando buscaban la ebriedad del mundo,

Gigante como ellos.

Alguien no soportó la idea

De parecerse un poco

Al reflejo del agua

De sus abluciones.

Abro los brazos

Y me acerco a la anodina partícula del ser,

En donde soy y no soy

Y me conmueven las imputaciones,

Las tragedias inconfesables del pasado

Y la poca luz necia,

Aún gira y da vueltas

Y espera a los de adentro.

Hoy, oscureció temprano.

Pronto saldré del agua acorralada del espejo.

Y así indefenso:

Me sentaré a despeinar la memoria

Y despabilaré los años con ternura.


AQUÍ EN MI ALDEA

Puse mis manos

Sobre los troncos que dejó el verano

Y el humo arrastra por la pradera

Sus últimos incendios

No poseo la certeza del grito

Ni conozco verdades absolutas.

Amo la dimensión exacta del recuerdo

En los pasos de mi padre.

Aquí en mi aldea

La muerte arrima su gran muralla de silencio

Y destruye sus fantasmas

Detrás de sus dominios.

A mi me convocó una voz

La tierra fértil,

La dinámica soledad

Que se esconde entre los manglares

Y en medio de la arquitectura

Sonora del recuerdo,

Amé tus ojos,

En una noche profunda, extasiada,

En donde pesa más el aire

Detrás de la cornisa.

Aquí la sombra crece

En este carcamal de casas diminutas,

De techos vencidos por la lluvia,

De gotas que se impregnan sobre la tierra

Con fuerza de aluvión

Y borran las huellas del camino

Y condenan a la oscuridad

Los sueños y el paisaje.

Aquí sobre esta tierra oscura,

Mi corazón se extiende

Con su monótono bramido

De buey acorralado.


CAE LA SOMBRA

Sobre los párpados humedecidos

De esta inmensa cordillera,

Cae la sombra

Como una inmensa hoja seca

Que recubre

La epidermis verde de mi aldea

Y sus huellas temblorosas

Quedaron en mis manos de labriego

Y tu olor a malva,

Gira y da vueltas

Por el inmenso bosque.

Por escaleras de silencio asciende el viento

Trastocando las paredes viejas

Con su acento de lluvia y de ventana.

Un hombre solitario

Pule golpe a golpe

El eco de algún tambor lejano

Por los inmensos ríos

De este bello sur.


CLAVO LOS OJOS

Clavo los ojos desesperadamente

Y mi pudor se impone

Sobre las terrazas

Hechas de sueños y despojos.

No tengo la intención

De asirme del paisaje

Ni de la tarde hecha de menta

Con sus gajos de fragantes nostalgias.

Estoy de píe

Junto a este río que baña

Los silenciosos intersticios de la vida

Y el agua vegetal de las palabras,

Deshabita las sombras

Y humedece el entorno

Y una canción distante entona el viento

Hecha de susurros y lamentos.

Traigo las manos ansiosas

De acaparar los surcos

Y de orientar el destino de los árboles

Y que la barca solitaria del crepúsculo,

Riegue su amarillenta alegría en el infinito.

Pongo el oído en el canto de las aves

Y en el campo se concentran

Murmullos, aromas y luceros

Y un hombre solitario funda con su azada

Un vendaval ruidoso de fe y de esperanza

Y los caminos brillan

Y los niños corren

Detrás de la hojarasca.

Hay un país de sueños dulces en mi aldea.

Ven hasta mi soledad

Y en ella descubrirás mi asombro.


CONFESIÓN

Me derrumbo

En este muladar ruidoso de las contradicciones,

Con el peso

De muchos reinos oscuros

Y la factura impagable

De los sueños furtivos.

Sobre la gran muralla del silencio:

Amontono la oquedad,

La angustia represada de las tardes,

El adiós que se desgrana

Por las manos temblorosas del tumulto

Y mi voz que muchas veces

Quedó prendida en la corteza de los árboles,

Sin la dimensión de la igualdad

Y el viento que pudo más

Y el desarraigo

Y la invocación que pudrió sus leños

Encima de las lámparas,

Someten a evaluación su fetichismo.

Me doy entre la espada y la pared

Con la luz parva

Que desciende sobre los naranjos

Y la poca resistencia

De este amor enfermo,

Monologan sus cantos

Y hacen malabares

A ocasionales muestras de ternura.

Veo el martillar de cada sombra

Que atraviesa los fardos

Con su gesto elaborado

De infinita tristeza.

Me detengo en la vendimia

De este miércoles represado de olvido

Y escamotean los reproches

Y las formulaciones inexactas del recuerdo,

Me cobran promesas incumplidas.

Corro por un instante

La cortina de humo

De los pasos desandados

Y en mi aldea se establece

Una armonía silenciosa en el paisaje.


INVITACIÓN A ESTEBAN

Te entregaré una estrella, flores y ríos nuevos

El potro que galopa por mi sangre

Como un niño dormido.

Te llenaré de improntas,

De diáfanos amaneceres junto a la cascada.

Trenzaremos días como los dedos

Y contaremos historias

Y volveremos a reír sobre las piedras

Y a nadar en la infancia

Y los recuerdos.

Aprenderemos a girar con el trapiche,

Con sus aspas de dulce y de sudor.

Encenderemos teas en cada estancia

Cuando la noche duerma su menguante

O su jactancioso plenilunio.

Te invitaré a una estrella

Que pende sobre mi cama.

Vendrás conmigo aquí

Donde no hay ni principio ni fin

Y haremos una fiesta

En todos los establos

Donde pasta mansamente la luna;

Una fiesta con marimbas y guitarras,

Desterraremos a patadas la nostalgia

A su eterno laberinto de bruma y sesgo.

Te enseñaré el reproche de los días

Y las miradas impías

Que tienen los caminos.

Vendrás conmigo el día de la cosecha

Y abriré el galpón

Y los corrales;

Podrás escuchar el canto de los gallos

Y el aullido que llevan por dentro

Los perros y el paisaje.

Te mostraré el océano

Donde naufragó la soledad

Y la profunda excavación

Donde cayó la sombra.

Huirás conmigo

Apretado entre mis brazos

Y no te abandonaré

Ni a la suerte ni al olvido.

Aquí la muerte hizo un recodo

Y el mar con su salmuera

Construyó murallas de ausencia,

Nos quitó la esperanza de las fábulas,

Los racimos gigantes de los sueños

E hizo temblar paredes y montañas.

Te entregaré una flauta

Para domar al viento

Y una multitud te seguirá radiante.

Tatuarás los días sin imprecaciones,

Poblaremos una inmensa ciudad de besos,

Estrecharemos el aplauso y la ternura

Y un mendrugo de pan

Será suficiente en cada mesa.

Y yo devolveré los últimos crepúsculos

Y sus auroras;

Me pondré a paz y salvo con los días

Y a las flores,

Entregaré su fragancia

Y su belleza

Y cerraré los ojos

Para que la vida siga su baile y su festín

En esta bella aldea

Donde nació mi canto


ADENTRO DE LA CASA

Adentro de la casa

En medio de la sala deambulan los gitanos.

Otean el techo

Hecho de silencio y de madera.

La casa está llena de recuerdos sonámbulos,

De paredes anchas,

De crecientes ventanales

Que se prolongan

Con la risa burlona del pasado.

Aquí la infancia corre aún

Detrás de una pelota de trapo

Y de la cigüeña que trajo a mis hermanos.

Jugué a las escondidas

Y me asusté de mi propia sombra.

Fui marinero de un barco de papel

Y asistí sin desearlo

Al naufragio de mis primeros sueños.

Bebí a sorbos largos la alegría

En los brazos de mi abuelo

Y levité en sus sueños

Y sus manos sudorosas

De hombre bueno,

Me enseñaron el río

Y una pequeña balsa,

Nos hizo aventureros.

Ahora del quicio amarillento de las tardes,

Caen las hamacas

Y de los libros viejos,

Gotea la nafta y su elocuencia.

Frente a la casa los trenes

Dejaron su largo funeral de humo negro

Y con sus roncas campanas,

Viajaron por campiñas y caminos

Y mi padre estampó

Su huella en los vagones;

Luchó contra el paludismo y su pandemia

Y lo mató la indiferencia.

Alrededor de la casa de mi aldea,

Vi incendiarse el sol

Y grandes garzas también,

Desmembraron la lluvia.


YO SOY EL QUE TÚ SUEÑAS

Persiste mi voz

En medio de la sombra

Que cada tarde arrastra,

En el rincón gastado

De tantos pasos muertos

Y en la arena infinita

Donde mis manos

Aún tiemblan de asombro,

Entre geranios y árboles

Que sepultó un lucero;

En la montaña agreste

Que dibuja el paisaje

Y en el azul del cielo

Sobre esta rama seca.

Aquí perdura el viento

Y ese viento soy yo,

Yo soy aquel que ama hasta el delirio

Tus frescos manantiales

Y la oración distante

Del tiempo remansado.

Yo soy el que recorre tu larga cabellera

Con los dedos infinitos

De la fascinación.

Yo soy el que tú sueñas

Con lámparas de incienso

Y lóbregas canciones,

El que socava

Las profundas mutaciones del silencio.

Yo soy el que te habita

Con pequeñas palabras

Entre paredes mudas

De esta casa vieja.

RAZONES PARA COMENZAR UNA FIESTA

Un grito hecho distancia como ruego.

La libertad derrumba su estatua en cada esquina.

La rosa púrpura que extraigo de los ojos del viento.

El necio afán de confundirme con la risa.

El negro asfalto que besan los andenes y mis ojos.

La señales maliciosas del olvido.

Una cumbre sumisa bajo los píes del espanto.

La carcajada infinita dueña de su locura y de su burla.

El barro que es feliz bajo la máscara.

La música colgada del cuello de los cisnes.

La miel que besa los labios en el ocaso.

La débil partida de los geranios.

En medio de la poca luz de cada tarde.

El ave prodigiosa que trajo el mar entre sus alas.

El aullido de un perro cuando la luna crece.

El ademán vestido de doncella,

Besa su transparencia detrás de los cubículos.

Esta alma rota,

Gesticula el adiós de su abandono.

Dos huellas a punto de estrellarse

Con el agua que lentamente fluye.

El eco suicidándose en los oídos de los árboles.

Una voz profunda que interroga.

El silencio inquebrantable después de la tormenta.

Esa luz temprana que recubre mi aldea,

Que recoja su anclada incertidumbre,

Que vuelva cuando pueda,

¡ Que retorne !


REFLEJO

Hay una lámpara

Que esclarece los cuerpos,

Que habita los espacios

Sumergidos en esa luz secreta

Que atrae las promesas

Con su fuego artificial

E ilumina los rostros

En aparente calma,

En la quietud insistente del espejo.

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