Me encontraba parado al borde de un cráter, el de un gran volcán, el ambiente estaba pesado, el cielo envuelto en nubes rojas y grises, miraba al centro del cráter, podría decirse que era tan grande como un estadio, baje, quería llegar al centro de él, en donde había una torre de 3 metros al cuadrado de ancho y quizá 3 pisos de alto, forrada de baldosas blancas y medianas.
Mientras bajaba, solo podía ver tierra, piedras rojas, todo el lugar repleto de sangre, trozos de carne y pedazos de cuerpos de lado a lado, la torre llena de sangre, parecía un matadero, ¿lo era?, mientras caminaba vi un sujeto en la sima de la torre, un hombre, muy alto 2 metros, sin piel en el cuerpo, despellejado desde la cabeza hasta los pies, me miraba, parecía que me esperaba y por alguna razón se sentía orgulloso, yo caminaba dando vuelta a la torre, buscando la única escalera para poder subir, quería subir, necesitaba llegar a ese lugar, lo deseaba. Cuando llegue, el viento soplo cálido mi rostro, divise mejor aquella escena, un épico paisaje de multitudes despedazadas y desmembradas, cubiertas de sangre roja y negra, aquel hombre ya no estaba, me sentí el dueño y cuidador de esa torre, mientras amaba el horizonte.
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