Elegía anónima.

Elegía anónima.

Luis Valdés

04/09/2017

No tengo ganas de soñar el día de hoy,

me iré a dormir con el estómago vacío

y con la almohada llena de nauseas,

el estribillo de tu canción redunda entre las hojas de los árboles caducifolios.

Los anillos que ostentan mis dedos ensangrentados

por el estupor del ocaso de cada jueves

brillan y se desvanecen (no dicen porqué).

Se marchitan las rosas de los corazones puros,

de aquellos que disparan con armas de gran calibre

y las balas escupen en sus grandes sermones rodeados

de hipocresías mundanas.

Ostentan con orgullo el lienzo tricolor de una patria que así misma

se repudia.

Sus hijos mueren día a día por hambre, sed y frío

mientras los traidores y sus condiscípulos de los trajes negros

se marchan al sombrío lugar (tampoco dicen porqué)

Las armónicas suenan en la casa más humilde y

los trovadores de las generaciones contestatarias,

irónicamente cantan sin cesar a los llamados nepotistas

que a cambio les dan un puñado de arroz para sus familias gordas.

Un chico que siempre había vivido con los pies descalzos ha muerto.

¡Nadie lloró!.

Un cobarde que siempre ostentó traje negro ha muerto.

¡Todos erigen un monumento en su honor!

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