Como cuando me dice, mi amorcito, así, así, no pares.

Como cuando me miras a los ojos con una brisa y resplandor de una satisfacción inmensa, pero queriendo más y más. Esa ambición que a ti te encanta, esa ambición que a mí me prende.

Mis labios rozando lentamente los tuyos mientras yo subo y bajo por tu cuerpo. Mientras yo entro y salgo de ti.

Hundidos en nuestro mundo, en ese mundo alcanzado por pocos y envidiado por muchos. Ese mismo mundo en el cual me enamoré de ti, ese mundo en el que entras y no sabes nada más de afuera, te olvidas de absolutamente todo. Ahora solo existimos tu y yo.

Solo tú y yo ¿Cuántas veces quisimos estar así? Infinitas veces anhelamos estar en esta situación y ahora que ya estamos aquí, ahora que nos adentramos en el fondo de esta magia, no la dejaremos escapar.

Solo nosotros dos, pasan los días y seguimos aquí. Me parece extraño, nunca habíamos durado tanto. Nunca habíamos tenido tanta estabilidad en este lugar. Pasan las horas, pasan las odas, pasan las noches, las lluvias y todos los soles.

El sol maravilloso que nos ilumina con un brillante y envidiable resplandor, ese mismo que se esconde en la noche es el que nos hace ser nosotros.

Gracias, gracias digo al cielo implorando una remota posibilidad de estar de nuevo aquí y a que esto sea para siempre. Infinitamente hundidos en un mundo cálido y acogedor, del cual no queremos salir, como un vicioso no quiere salir del vicio.

Esto somos nosotros, este es nuestro infinito vicio.

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