El ciclo de una hermosa flor

El ciclo de una hermosa flor

Lina

09/06/2020

Me encuentro sentada en el suelo del baño, en la baldosa blanca reluciente que recubre todo el piso. Logro apreciar una pequeña mancha escarlata que recorre las separación entre cada baldosa, paso mi mano temblorosa por mi rostro y me percato que por mi nariz recorre un hilo pequeño de sangre, suficiente para sentir un pungente olor a hierro. Un poco aturdida, escucho a lo lejos como alguien golpea la puerta con una fuerza indescriptible, es tan fuerte el golpeteo, que es capaz de tirar al suelo las toallas pegadas a los ganchos que están firmes en la puerta. Intento recobrar la compostura y tratar de volver en mí, la parte más difícil es ponerme de pie, ya que al segundo que intento levantarme, mi cabeza da mil vueltas alrededor del baño y vuelvo a caer de rodillas al suelo. La luz brillante que se posa sobre mi me hace querer cerrar mis ojos, y poder sentir que estoy acostada sobre mi fría y tosca cama.

Los gritos y los golpes cesaron detrás de la puerta, mi cuerpo vuelve a calentarse y puedo sentir como recorre nuevamente la sangre por todo mi cuerpo, logro ponerme de pie sin titubear, me miro al espejo y no logro reconocer mi rostro, doy paso al agua del fregadero y con las yemas de mis dedos intento limpiarme cada herida de mi rostro con delicadeza, pero mi cara esta tan acostumbrada a tener eso tono amarillento que luego pasa por un morado oscuro, que ya se entumece con cada vista de una mano alzada que viene en cámara lenta a acariciar mi rostro de una forma poco inusual, recojo mi cabello, intento peinarlo, “está algo desaliñado” pienso, me lo arreglo con una coleta que tengo guardada en la llave de la ducha. Estoy de pie mirándome por última vez al espejo, observando cada rincón de mi cuerpo y rostro, tratando de buscar alguna imperfección, poniendo todo en su lugar, tengo que verme perfecta “¿no es ese el fin de una mujer?”, pero de un momento a otro mis rodillas empiezan a temblar nuevamente, siento como late mi corazón fuertemente, casi puedo oír los latidos, como si mi corazón estuviera conectado a unos parlantes muy potentes, de pronto mis ojos deleitan unos brillantes puntos, como si alguien hubiera esparcido escarcha brillante sobre mi rostro, mi cuerpo se vuelve helado, siento un frío que viene desde mis pies hasta mi garganta, casi como si me hubieran tirado un balde de agua fría. En ese instante cerré mis ojos y sentí como caía sobre un manto de plumas, me sentía en las nubes, por primera vez en tantos años me sentí en paz, sin dolor y feliz. Volvía a ser la muchacha sin marcas ni cicatrices.

Normalmente cada vez que tenemos estas diferencias de opinión él me da ese cariño violento y luego suele desaparecer, era nuestra rutina de cada día, teníamos este jugueteo -así lo llamaba él-, yo terminaba un poco lastimada, me iba al baño para poder retocarme y no permitir que él me viera tan desaliñada, luego suelo escuchar una despedida que viene desde la puerta principal de nuestra casa. Pero estos días hemos tenido que permanecer juntos en cada momento, debo admitir que no es fácil, pero para mí es lo mas maravilloso que hay, pasar todo el día con el amor de mi vida es un regalo. Eso solía decir mi madre, la que ahora llora sobre mi cuerpo helado perfectamente arreglado y acomodado en estas cuatro paredes pintadas de un opaco color marrón, cubiertas por un gran manto de tierra humeda.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS