Los inagotables deseos de sumergirse en un beso con los carnosos labios de Leonardo, le hicieron nervar de celos de aquella de cínicamente le agarraba la mano mientras lo abrazaba a lo largo del pasillo trece, Ana no pudo contener sus impulsos de correr hacia la puerta de su tenue habitación y gritarle lo mucho que lo amaba, cosa de la cual al siguiente instante se vio plenamente arrepentida, pues, los hombres de traje blanco entraron con el propósito de inyectarla, repitiéndole insaciablemente «jamás vendrá», pero ella en su corazón sentía que él en las frías y oscuras noches pensaba en ella.

-Cg.

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